AS (Catalunya)

El hombre de los 1.426 millones

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■ Pedja Mijatovic nació en Podgorica (Montenegro) cuando todavía no era una nación independie­nte. El orgullo de su gente le llevó a destacar pronto con el balón en los pies y a convencers­e de que podía aspirar a lo más alto en la vida. Su fichaje por el Valencia fue en su momento un reto para él. Allí triunfó de 1993 a 1996. Conectó leyenda… Entonces eso era una novedad. ¡Madre mía! —Vaya…

—Y no le cuento cuando les vimos bajar del autocar, perfectame­nte trajeados, elegantes, parecían césares (risas). Pero mire, luego fueron generosos, porque llevaban hasta champagne para celebrar la victoria y nosotros no habíamos caído en eso. Y nos lo cedieron.

—¿Hubo buen rollo?

—Se portaron como señores. Había por allí en el vestuario un amigo de Davor y mío y hasta Peruzzi se ofreció para hacernos una foto después del partido. No sé si alguno de nosotros habría hecho lo mismo de perder. —¿Le dio tiempo a pensar en algo mientras marcaba?

—La pelota venía de un rechace. Se me quedó delante del portero e hice algo sin pensar demasiado. Fue algo natural, un gesto. Lo primero que me salió. Y sí me dio tiempo a pensar que debía levantar un poquito la pelota en el remate porque había con Luis Aragonés en su tercer curso en el Turia y, con sus 28 goles, casi deja al Atleti de Antic sin la Liga del famoso doblete. Llamó tanto la atención Mijatovic que el Madrid, presidido por Lorenzo Sanz, desembolsó los 1.426 millones de pesetas que tenía como cláusula de rescisión. Una cifra récord en aquella época. Lejos de presionarl­e un jugador que la podía rebañar. —Fue con su pierna mala. —A mí me pareció una jugada muy normal, no lo vi tan difícil. Pero en el vestuario todos me decían que qué golazo, que fue difícil. Muchos años después Raúl me dijo: “Madre mía, he visto el gol decenas de veces y siempre tengo la sensación de que no va a entrar. ¡Tan milimétric­o…!”.

—¿Qué sensación tuvo al ver que el balón entraba?

—Es como si en ese momento termina tu carrera. No puedes hacer nada mejor. No sabes para dónde tirar. Me acordé de Fernando Sanz, que me dijo que su precio, cuando le preguntaro­n al respecto el día de su presentaci­ón en el Bernabéu respondió: “Sí, los valgo”.

Pedja quería pasar a la historia y lo consiguió en sus tres años en Chamartín, con la famosa primera Liga de Capello y esa Séptima que quedará para siempre en el corazón de todos los madridista­s. iba a marcar, y me fui para él. Fue alucinante.

—¿Le molesta que se hable de fuera de juego?

—En aquel momento ninguno de la Juve protestó. Fue legal. —¿Habló en el campo con alguien de la Juve?

—No era yo de hablar jugando. Pero me acuerdo que Di Livio llevaba una muñequera y algo pintado en ella: “1.0”. Luego coincidí con él en la Fiorentina y le pregunté. Me llamó de todo (risas). “Me quitaste un millón de liras”. Era la prima que tenían acordada por ganar.

—¿Por qué fue tan importante esa Champions?

—No quiero decir que haya sido la más importante pero sí una de las que más. Y es por el hecho de que fuera tan esperada, porque supusiera el cambio del blanco y negro al color. Hubo muchas buenas generacion­es que no pudieron ganarla, como la Quinta del Buitre. La Séptima tiene el sabor especial de esos 32 años que eran muchos.

La reunión “Heynckes sabía que éramos un grupo con carácter; no le importó...”

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