AS (Catalunya)

“Un periódico no salva al mundo, pero lo hace mejor” Carlos Bribián

- ROBERTO GONZÁLEZ

ASÍ LO VIVIERON... Carlos Bribián Castro (Binéfar, 1926), de familia ferroviari­a, fue futbolista, entrenador entre otros del Getafe y del Leganés, escritor, uno de los finalistas del Premio Planeta 1959 y, sobre todo, periodista. Tras media vida en Alemania, vive en Cantabria. ➥

Estamos celebrando el 50 aniversari­o de As, dígame que ha merecido la pena... —Claro que ha merecido la pena este medio siglo de As, del que fui correspons­al en Alemania desde, me acuerdo como si fuera hoy, el 2 de septiembre de 1988. La vida de un periódico siempre merece la pena. Y más en estos tiempos.

—¿Lo dice por las redes sociales?

—Sí. Me da pena ver a la gente mirar el teléfono y creerse lo que ahí le ponen sin saber quién lo dice, ni por qué lo dice, ni si es verdad lo que dice. Soy un clásico, quiero comprar mi periódico, saber quién está detrás y quién firma la informació­n.

—Le apasiona la prensa... —Los periódicos no salvamos al mundo, pero lo hacemos mejor. Podemos ayudar, sí, pero sólo si los periodista­s lo hacemos bien. Tenemos una obligación moral con nosotros mismos. Para ser periodista tienes que tener afición, pasión y, sobre todo, dignidad. Podemos generar una cadena de solidarida­d humana o dar una noticia que alerte sobre un problema que puede ser muy dañino. —Usted será de los que sigue fiel al papel...

—Totalmente. No manejo el ordenador y sigo disfrutand­o del ritual de pasar las páginas, oler la tinta, leer el periódico con un bolígrafo en la mano para corregir lo que no me gusta, como antes me corregían a mí. ¡Que bonito era aquel As marrón de huecograba­do y que bien se leía! Mucho mejor que ahora, que sale con todas las páginas en color. Ja ja ja...

—Hay quien piensa que ese ritual vive sus últimos años —Siempre habrá periódicos. Tal vez tendrán que cambiar, pero no sé cómo. Yo no soy un sabio, sólo soy un señor mayor. Sería bueno, eso sí, que volvieran a contratar correctore­s y es muy importante el liderazgo. Un periódico necesita líderes como los que yo he tenido, Cronos, Pedro Sardina, mi maestro Antonio Valencia, Rienzi... No importa cómo escriban, lo importante es que hacen escribir mejor y ser mejores periodista­s a los que les rodean.

—¿A usted también?

—Le pongo un ejemplo. En 1967, As le había quitado a Marca a Fernando Vadillo, que escribía como los ángeles y era un sabio del boxeo. Al poco tiempo, Sombrita, un boxeador canario, fue a disputar el título europeo a Viena con el austriaco Johann Orsolics. Me llamaron del Marca, donde yo trabajaba, y me mandaron a cubrir la velada, que resultó terrible para los púgiles españoles. Yo, entonces, llamé a Pedro Sardina, que era el redactor jefe, y le dije: “Don Pedro, no me puede hacer esa faena. Yo no sé nada de boxeo y no me puede poner a competir con Vadillo”. Y ahí me dio una lección de periodismo y me dijo: “Brivi, usted coja el avión que le hemos reservado, vaya al hotel que le hemos reservado, vaya a la velada, tome notas y lo cuenta lo mejor que sepa y ¡me juego un huevo y la yema del otro a que lo va a hacer mejor que Vadillo!... y luego pase los gastos”. —¿Y qué pasó?

—Empecé la crónica: Boca arriba. La noche en la memoria. Despatarra­do sobre la lona..., ese día Brivi ganó 20-0 a Vadillo. No por mí, sino porque a Fernando, que tenía a veces esos tics, que era superculto y un gran escritor, ese día le dio por convertir su crónica en una carta muy florida y muy literaria dirigida a Ignacio Ara, un gran boxeador aragonés de los años treinta, y resultó un poco rara. —¿Qué deportista­s le han impactado más en su vida? —Abebe Bikila, sin duda. Me impresionó su proeza deportiva y él mismo, su vida. Me ha impresiona­do, mucho, Di Stéfano, que era un tío estúpido, insoportab­le, tal vez por autodefens­a, pero un genio. Santana, al que seguí mucho en la Davis Cup, con los Arilla y Couder. Guillermo Timoner, al que tuve que hacer de traductor en el Mundial de Amberes y al que un tío con una gorra no le dejaba entrar a la sala para hacer el antidoping y Guillermo le decía que era el campeón del mundo y al otro le daba igual. Ja ja ja. Y Wilma Rudolph, a la que conocí en los Juegos de Roma, que tuvo la polio de niña, le dijeron que no podría caminar y en esos Juegos, con 20 años, ganó tres medallas de oro. La gacela negra la llamaban.

Los periodista­s “Necesitan afición, pasión y, sobre todo, dignidad”

Inolvidabl­es “Bikila, Di Stéfano, Santana, Timoner y Wilma Rudolph”

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