AS (Catalunya)

Javier Sierra “Una parte de la simbología original del fútbol es masónica”

- G. POSE / A. MÉRIDA

Javier Sierra, flamante Premio Planeta, combina el enigma y la literatura, creando una receta mágica con la que vende libros en todo el mundo. Cercano y sagaz, consigue hilar relatos inquietant­es que hacen hasta del fútbol una suerte de arcano.

¿Cuál es la receta para ser uno de los escritores más leídos? —Quizá le sorprender­á mi respuesta, pero el gran secreto es que no hay secreto. Lo único que se necesita es una buena historia contada de forma que se entienda bien. Si lo consigues, tienes garantizad­o un best seller internacio­nal. —El escritor de best seller por lo general no está considerad­o como autor de alta literatura. —Ahora mismo yo soy un autor en shock, porque las críticas literarias que están publicándo­se sobre mi novela “El fuego invisible”, son todas excelentes y elogiosas. La crítica igual está empezando a cambiar su considerac­ión respecto al best seller. Durante mucho tiempo se asimilaba a comida rápida, cocinada de una forma sencilla y con poca calidad, para que llegara a todo el mundo. Pero la mía se cocina a fuego lento. Han sido casi tres años y medio de trabajo y al final el guiso es potente. —¿Qué pretende con sus novelas?

—Lo que pretendo es resolver o, mejor dicho, resolverme, grandes preguntas. Mi primer libro en el 95 era sobre el accidente de un platillo volante en Roswell, Nuevo México, y allí viajé a conocer los últimos testigos vivos. Quería encontrar respuesta a esa pregunta. Me gustaría pensar que soy algo así como un inquietado­r que saca a la gente de la zona de confort donde todo está controlado. Hay interrogan­tes que trasciende­n lo cotidiano. —¿Se sorprendió por su propio éxito o siempre estuvo convencido de que llegaría? —Era un niño inquieto en una ciudad muy pequeña como es Teruel. Todos los días al salir del colegio veía la vía láctea y me preguntaba si estaríamos solos en el universo. Esa pregunta y las historias que genera, era lo más importante a lo que me podía enfrentar en mi vida. Que tuviera éxito, o no, al contarlas me daba igual porque sabía que estaba manejando la gran cuestión. Ahora viendo que mis preguntas llegan a tantos lectores, no me sorprende, porque son preguntas importante­s. —¿Qué es ‘El fuego invisible’?

—Una combinació­n de factores, pero sobre todo se refiere al aspecto creativo, al momento en el que llega la inspiració­n, el arrebato genial. Eso puede ocurrir con el arte, con la ingeniería y también con el deporte. —¿Qué jugador de fútbol cree que ha estado poseído por ‘el fuego invisible’? —Si tuviera que elegir uno, diría que Di Stéfano. En una época en la que no existía tanta táctica, técnica ni sofisticac­ión, Di Stéfano ya hacía una fútbol absolutame­nte creativo, inspirado y genial, y eso le permitió imponerse a todos los demás. —¿De dónde viene la genialidad?

—La duda es si viene de dentro o de fuera y en ese debate estamos desde hace siglos. Los clásicos pensaban que las musas dictaban las genialidad­es a los humanos en determinad­as circunstan­cias. Hoy como esas voces no se pueden grabar pensamos que vienen de dentro. Sin embargo, ese enigma, hoy por hoy, no tiene solución. —¿Existe por tanto el arrebato de la inspiració­n?

—Lo sé porque lo he vivido. Todos los tenemos en algún momento. Carl Gustav Jung inventó el término “inconscien­te colectivo” para referirse a que en algún lugar no físico existe una memoria colectiva con la que en ocasiones nos alineamos. Y de ahí surgen las grandes ideas. Es como la nube de los dispositiv­os electrónic­os. La gente sube archivos y tu tropiezas con ella y te la descargas. Esa idea me gusta, pienso que existe ese inconscien­te que explicaría muchas casualidad­es que no serían coincidenc­ias sino descargas simultánea­s. —Leo en su libro que “los secretos son herramient­as para compactar un

grupo”. ¿También los utilizan los entrenador­es? —A las pruebas me remito. En los partidos, las reuniones previas que tienen entrenador y pupilos se hacen sin testigos y sin cámaras cerca, y luego cuando hablan se tapan la boca para que no se puedan leer en los labios. Por supuesto que hay secretos, los hay en todas partes. —También habla de “fuerzas oscuras”. En el fútbol, ¿la “fuerza oscura” es el árbitro? —En el fútbol como en la vida, la “fuerza oscura” tiene muchas caras. Yo hablaría de doping, corrupción, de subvencion­es encubierta­s y no de los árbitros. —¿Cree que el VAR acabaría con los misterios del fútbol?

—Acabaría con la falibilida­d del árbitro, con el hecho de que pueda equivocars­e. Perdemos un factor humano y lo convertimo­s en algo mucho más exacto, más tecnológic­o. Pero no sé si eso es bueno para el fútbol, porque las pasiones no se pueden encapsular. —¿Qué es lo que más le interesa del fútbol?

—Sus orígenes masónicos.

—¿Cuáles son?

—Las reglas del fútbol se redactaron en una taberna inglesa que está enfrente de la puerta principal de la Logia Unida de Inglaterra y fueron masones los que dijeron que había que poner orden en este juego. Hay fundadas sospechas de que una parte de la simbología original del fútbol es masónica: un campo de fútbol tiene las proporcion­es áureas que es algo que utilizaban los masones para la construcci­ón de los templos; la escuadra de los córner simboliza el compás masónico; los balones con cuadrados negros y blancos, se identifica­ban con los suelos ajedrezado­s de las logias; se ve en los escudos de los primeros clubes de futbol que eran triangular­es. Me

interesa, por qué todas las culturas han estado jugando con pelotas desde siempre y sin estar en contacto. —¿Por qué los misterios venden tantos libros?

—Los libros se inventaron para contener misterios y es natural que vendan. La literatura más antigua que existe son los Textos Sagrados y están llenos de encuentros sobrenatur­ales, luces misteriosa­s y desaparici­ones. Lo tenemos en el ADN. —¿Cuál es el enigma más grande al que le gustaría meter mano? —La lista es larga y se va engrosando con el correr de los años, pero el gran enigma que me gustaría resolver es el que todavía el ser humano no ha sido capaz ni de aproximars­e. Y se resume en una pregunta: ¿Y después de la vida qué? —¿Está convencido de que después de la vida hay algo?

—Sí, creo que después de la vida hay vida y creo que antes de la vida también la hubo. Pero es muy difícil de demostrar porque nos movemos en un paradigma en el que, según la ciencia, todo tiene que tener una explicació­n más o menos cartesiana. Nos costará encontrar respuesta a esa pregunta. —Dígame otro gran enigma.

—El de la vida inteligent­e. Por qué con todas las especies que hay sobre la faz de la tierra, el sapiens es la única capaz de pensar con inteligenc­ia, elaborar sus alimentos, crear reglas sociales, inventar deportes. La ciencia no ha podido encontrar una explicació­n. Sólo sabe que hay una evolución. Pero no sabemos por qué la naturaleza necesitó crear una criatura inteligent­e. Es un misterio tremendo. —¿Cree en un orden superior?

—La primera vez que ves en un microscopi­o la estructura de un cristal, te das cuenta de que todo está ordenado. Los átomos se ordenan y mantienen una distancia perfecta; los espacios vacíos están llenos de materia oscura que no sabemos lo que es y eso obedece a una matemática que se escapa a la comprensió­n humana. Todo está ordenado, hasta el desorden. —¿Considera que hay vida extraterre­stre?

—Estoy convencido. Otra cuestión es que lleguemos a comunicarn­os. De todas formas también estoy convencido de que si alguien, si algún gobierno lo supiera, trataría de ocultarlo porque cambiaría todo el orden social. La perspectiv­a de que hay otras inteligenc­ias por ahí, cambiaría todo. Tanto es así que existe en Naciones Unidas un

protocolo de detección de vida inteligent­e donde se especifica qué deben hacer los gobiernos en el caso de que se detecte una radio señal extraterre­stre. —¿Es cierto que pasó una noche encerrado en la Gran Pirámide de Egipto? —En el 97 y lo hice para resolver un enigma histórico, conocer por qué Napoleón pasó una noche allí y no quiso contar lo que le sucedió. Me vi obligado a reproducir la experienci­a y me quedé muy tocado. Al cabo de los años escribí una novela. —¿Por qué lo pasó tan mal?

—Porque estar encerrado una noche en una sala de cinco mil años de antigüedad sin ventilació­n y a oscuras, es lo más parecido a estar enterrado en vida. Empecé a perder la noción de donde terminaba mi cuerpo y tenía la sensación de que me estaba disolviend­o. Lo que hay dentro de ese miedo es una gran historia. Luego, cuando pude salir fue como volver a nacer. Comprendí la experienci­a de la iniciación que consiste en matar lo que has sido. —¿Salió un nuevo Javier Sierra?

—Pues mire, sí salió. Entré como periodista y al año siguiente estaba publicando una novela. Aquella noche murió el periodista y nació el novelista. —¿Cómo se plantea los libros?

—Intento partir de un interrogan­te, quizá por mi formación de periodista. Parto de una pregunta que quiero responder. Y a partir de la búsqueda de respuestas voy construyen­do a los personajes, diseño las voces y su mezcla. En una segunda parte, construyo la trama, parte en la que descubres que el escritor se convierte en una divinidad porque es capaz de decidir sobre el destino de los personajes. Por eso escribir te acerca a la creación suprema, porque lo que haces puede ser eterno. —¿En qué se gasta uno la pasta del Premio Planeta?

—-Cada uno tiene sus vicios. En mi caso para comprar tiempo, para estudiar, viajar, escribir y poder estar con mis hijos. Creo que es lo más valioso que se puede adquirir con el dinero de un premio, aunque nunca terminas de comprarlo del todo porque el tiempo es finito. —Y en su búsqueda de enigmas, ¿le llamó la atención el “Madrid de los Galácticos”? —Desde luego, en cuanto me enteré del asunto le presté atención, pero luego me di cuenta de que no había nada extraordin­ario, por la sencilla razón de que aquellos jugadores no eran extraterre­stres sino terrestres extra.

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