AS (Catalunya)

Del espejismo a la triste realidad

Los divorcios acostumbra­n a ser traumático­s, y así parece que será el de Quique y el Espanyol, incapaces ambos de encauzar sus caminos, con ocho jornadas cainitas que restan por delante.

- A. MARTÍNEZ

Jornadas cainitas. Todas las reacciones del Espanyol en LaLiga y sus buenas rachas acaban convirtién­dose en espejismos. El último se constató ayer por la noche lluviosa de Sevilla, una contradicc­ión como la que ha trazado el equipo de Quique Sánchez Flores en una temporada para olvidar, en la que es difícil rescatar algo bueno más allá de esas victorias antes los grandes. Los divorcios acostumbra­n a ser traumático­s, y así parece que será el de Quique y el Espanyol, incapaces ambos de encauzar sus caminos, con ocho jornadas cainitas por delante.

La Londres de Quique. El partido del equipo perico fue triste, acorde con el clima lluvioso, lo que a su entrenador le recordaría a su querida Londres.

Y a los espectador­es blanquiazu­les seguro que les rememoró a las peores épocas anteriores, víctimas en esta ocasión de un Betis majestuoso, que con otra propuesta dominó el partido de principio a fin y se colocó séptimo. Setién le dio una lección a Quique, con una propuesta alegre y unos jugadores que creen en lo que hacen y que superaron el 70% de posesión. Los caramelos no alimentan, pero siempre apetecen si son dulces. Eso es el Betis. El Espanyol, en cambio, es un áspero jarabe para la tos.

Surrealism­o. Más que un partido de fútbol, la primera parte dio imágenes propias de un cuadro de Dalí. Un Benito Villamarín a oscuras por dos apagones, las aspersores derramando agua segundos antes del saque de una falta y mojando a los futbolista­s de ambos equipos, Adán recogiendo un paraguas que se le había llevado el viento de la grada al césped o Pau sin poder atajar un remate de Júnior ante la que será su nueva afición la próxima temporada. Un surrealism­o que prosiguió en la segunda parte, y en este caso con fenómenos paranormal­es que llegaron de los blanquiazu­les, incapaces de darle la vuelta al partido, enterrados unos metros más ante el baile verdiblanc­o.

Ni de cantera. Un Betis con cuajo y atractivo, justo lo que no ha logrado el Espanyol. Un Betis, además, que el curso próximo contará con Pau, gris como sus compañeros. Otra Ley de Murphy típica de la idiosincra­sia perica: el día que todos los focos estarían alumbrando al meta, este disputó su peor partido. El día que Navarro y Aarón querían demostrar el poder de la Generación Chen, Francis y Junior, dos canteranos del Betis y también canteranos, se estrenan como goleadores. Ya ni de cantera se puede sacar pecho.

Golpe duro. Con el Espanyol sin progresar, sin confirmar sus buenos momentos y con palos como el de anoche, el club haría bien en dejar a un lado el silencio en el que está inmerso y empezar a explicar cómo será la próxima temporada porque aquí, en el Espanyol, lo que parece que cuenta es que Qui dia passa, any empeny.

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