AS (Catalunya)

Entre Kiev y Babia

El Sevilla volvió a plaza europea ante un Madrid B que procuró no molestar Ramos falló un penalti, marcó otro y se hizo un autogol Mayoral entró tarde

- LUIS NIETO

Hay ligas en que es mejor no levantarse de la cama. El Madrid se fue a dormir, con la conciencia intranquil­a, a 18 puntos del Barcelona, distancia que en fútbol se mide en años luz. Ni siquiera se esforzó en teatraliza­r su interés en el partido ni en esmerarse para cazar al Atlético para dar conversaci­ón a la capital. El Sevilla quiso ganar y ganó, bajó el patrón de Caparrós, con uniforme de combate y con un delantero que ha pasado más tiempo en el banquillo de lo explicable: Ben Yedder. No pareció un equipo que se prepara para una mudanza. Vuelve a estar en plaza europea.

El tiempo pasa muy lento para el Madrid en esta Liga. Para los titulares y para los que salieron en Nervión, la mayoría de los cuales no jugarán en Kiev pero que se comportaro­n como si fueran a hacerlo. El Madrid, con Ramos, Casemiro y Benzema como adornos de su plan B, compareció sin molestar. El atracón de banquillo no ha mejorado a casi nadie y pónganse Mayoral y el que pueda a salvo. Fue el choque de un equipo en ruta turística y otro, el Sevilla, a la bayoneta calada.

Para este juego de patriotas vino Caparrós, cuya pretensión es que medirse al Sevilla esté a la altura de desembarca­r en Normandía, que en el partido participen desde El Arrebato a los recogepelo­tas. Quedó un partido sin lírica pero muy inclinado hacia quien más se jugaba. El Sevilla dobló su ataque con Muriel y Ben Yedder, sus dos mejores goleadores, que le encontraro­n todos los achaques al rival.

El Madrid se encomendó a los efectos anestésico­s de su rondo inicial, porque el Sevilla no se le tiró al cuello, sino que esperó el error, que vista la diferencia de intensidad de uno y otro, se produciría pronto. Sucedió. A un pelotazo largo llegó antes Muriel que Vallejo y al toque de este, Ben Yedder que Ramos. El francés, afiladísim­o, superó por bajo a Casilla. Antes, el Madrid apenas había dejado huella: un taconazo de Asensio y un disparo de Kovacic. Tampoco hubo respuesta al gol. El partido era de Pizarro y Vázquez y el peligro de Ben Yedder, que en otra arrancada preparó el segundo. Se lo apuntó Layún tras un rebote amable con Nzonzi y una buena asistencia de este. Todo tolerado por una defensa traslúcida.

El sainete del Madrid se alargó tras el descanso. Quiso justificar­se con un punto de atrevimien­to pero quedó a la intemperie de las contras. Casilla salvó dos remates de Ben Yedder y Muriel. Y el penalti a Lucas Vázquez que pudo meterle a tiempo en el partido lo pidió, otra vez, Ramos para topar con el larguero. Ahí acabó todo, aunque continuase la acción. Ramos enturbió aún más su noche con un autogol. Luego Mayoral, que mereció el trato de jugar desde el inicio, alivió el castigo y en el descuento Ramos lanzó (y transformó) un segundo penalti, que espera que condone sus deudas. Tan cerca de Kiev, se admiten los cuidados intensivos a los titulares como si fueran porcelana china. Pero una cosa es perder una Liga y otra perder las formas.

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