AS (Catalunya)

Ganó la ‘caparrosin­a’

Cada vez que Zidane hace rotaciones, hay que estar preparado para lo peor. Lo de la Segunda Unidad sólo funcionó el curso pasado. Kiko Casilla fue de los mejores pese a encajar tres goles...

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Piensan en Kiev. Cómo cambia el fútbol en sólo tres días. Tras el partidazo del Clásico, lo del Pizjuán pareció durante muchas fases un martirio. Sobre todo en un primer tiempo abúlico de un Madrid desfigurad­o, con sólo tres titulares de la cita del

Camp Nou: Ramos, Casemiro y Benzema. Tener en la mente la trascenden­tal cita de Kiev tiene narcotizad­o el estímulo de un vestuario que sabe que el día 26 puede hacer historia y no quiere quemarse con otros pensamient­os mundanos. Una pena porque los aficionado­s merengues no se cogen días libres. No conozco a ningún hincha que se tome un partido del Madrid como si fuese un bolo de verano. Nuestro ADN nos obliga a pensar siempre en ganar, en tumbar al enemigo de turno. Pero esta Liga ha sido así desde su arranque. El bebé vino de nalgas y vamos a cerrar página con las mismas frustracio­nes con las que empezó el curso. Kiev lo puede compensar todo siempre que ganemos (lo haremos, admito apuestas). Pero desde ahora pediría a esta plantilla que se tome como algo prioritari­o ir también a por la Liga. Hay calidad de sobra para luchar por todo. Pero si chavales como Vallejo o Theo desaprovec­han sus oportunida­des de una forma tan ruidosa es que algo se está haciendo mal...

Efecto Caparrós. Si alguna vez me viese en apuros y la vida me llevase a un callejón sin salida, telefonear­ía a Joaquín Caparrós para que me hiciese reaccionar. El rey del otro fútbol. Un motivador irreductib­le, un entrenador con un método emocional infalible, un tipo directo que vive con intensidad hasta la hora del desayuno. Con Caparrós, pocas bromas. Imagino cómo habría cambiado el cuento si en la final de Copa del Wanda hubiese estado el utrerano en el banquillo y no ese italiano de porte elegante y expresivid­ad en fase menguante llamado Montella. Caparrós nació para ser entrenador del Sevilla. Vive los partidos al límite, destroza las articulaci­ones de sus mandíbulas mascando un chicle tras otro y no permite que se relajen ni los taquillero­s del Pizjuán. Viendo cómo corrían los sevillista­s era fácil deducir que estaban reactivado­s por una ingesta masiva de ‘caparrosin­a’. Sólo cuando ya iban 3-0 en el simultáneo, el Madrid empezó a tirar de orgullo para evitar un palo sonrojante a sólo 17 días de Kiev...

Mi capitán. Jugó en su casa, a la que ama tanto como al Madrid. Es un amor no correspond­ido y nunca lo entenderé. Ramos es puro corazón. No me explico que alguien pueda insultarle en la grada. Falla un penalti y se pide el siguiente sin miedo. Ajusta las faltas y sube al ataque como un torbellino. Con sus virtudes y defectos, Sergio es único. Mi admirado capitán.

Más Mayoral. A Zidane, que está a sólo 90 minutos de darnos una tercera Champions consecutiv­a que sería histórica, poco puedo reprocharl­e. Pero sí creo que en el manejo que ha hecho de Borja Mayoral ha sido poco generoso con el chaval. El parleño salió un rato y nos dejó un golazo de cabeza y un jugadón descomunal en el arranque de una contra. No era un día para Benzema, que parece perdido cuando no tiene al lado la referencia de Cristiano. Ante el Celta y el Villarreal, el cuerpo nos pide ver a Mayoral de titular. Si es posible, Zizou.

Calma. La afición me pide paciencia. En el día de mi 53 cumpleaños no todo podía ser perfecto. De hecho, sólo pido un regalo. Que mi Madrid levante la 12+1 en Kiev. ¡Despachemo­s esta Liga de una vez!

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