AS (Catalunya)

México tumba a Alemania

El vigente campeón perdió en su debut ● Lozano, autor de un gol histórico ● Rafa Márquez tuvo minutos y entró en la historia de los Mundiales

- EDUARD LÓPEZ

l partido más grande en la historia del fútbol mexicano. La catarsis del Tri, que expulsó a sus fantasmas y derrotó a su bestia negra, pintó de verde a Moscú, Rusia, México, EEUU y cualquier lugar donde habite un mexicano. El gol de Hirving Lozano, que causó un seísmo en la capital del país, ya es leyenda. Y Alemania, campeón aturdido, cayó por primera vez desde 1982 en su estreno mundialist­a. Historia.

México salió a inmolarse ante un Luzhniki enloquecid­o, una sucursal moscovita del Estadio Azteca en sus mejores galas. El primer aviso de Lozano, que apareció a las espaldas de Kimmich y golpeó ante la barrida de Boateng, fue una premonició­n. Las ocasiones cayeron en tormenta, pues México descorchó a Vela y Lozano por los carriles y Alemania cayó en la provocació­n. Neuer detuvo los obuses desde la frontal de Herrera, Layún, y el cabezazo a bocajarro de Moreno; en el polo opuesto, Ochoa no atajó el disparo suave de Kroos ni la media vuelta de Werner, pero tuvo suerte de que ambas ocasiones se perdieran por la línea de fondo.

Alemania se estrelló con el muro de Osorio. Con Salcedo y Moreno como patrullero­s, Herrera tomó la batuta, desplegó las partituras y ordenó la interpreta­ción del acto IV del Lago de los Cisnes de Tchaikovsk­y. Entonces, Herrera birló la pelota a Khedira, Chicharito descargó sobre Guardado, la devolución lo citó con Boateng, Lozano despegó por la izquierda, petrificó a Özil, y fulminó a Neuer con un cañonazo bajo, impulsado por el grito de 40,000 mexicanos en Luzhniki y 120 millones en el país.

Alemania se sacudió la morriña con un colosal tiro libre de Kroos que estremeció el travesaño, rasguño previo de Ochoa. Entonces, México fue un huracán. Una sucesión de acordes de Rachmanino­ff. La curva zurda de Vela fue el epílogo de una primera mitad antológica del Tri.

Aún con Alemania rota, Chicharito y Vela atacaron, como escuadrón de la muerte, a un Hummels desguarnec­ido. Si el pie de Hernández fuera más fino, Vela se habría encarado con Neuer. Y México se habría ahorrado el suplicio final. Osorio ordenó la retirada y llamó a filas a Vela y Lozano, sus mejores centinelas, una decisión en el límite de la genialidad y la demencia. En su lugar, entraron Álvarez y Jiménez. Löw entendió el repliegue y ordenó el bombardeo. Una tras otra: el tiro colocado de Kroos, los puntillazo­s de Werner, la chilena estilo Bale de Kimmich que se meció sobre las redes. En pleno martirio, Rafael Márquez inscribió su nombre en el selecto club en el que sólo están Matthäus y Carbajal. Con el balón en sus pies, México respiró y se encomendó a las cabalgatas de Layún, cuyos misiles se perdieron a un suspiro de los postes de Neuer. Al bombazo de Brandt, que sacó astillas al palo derecho, le prosiguió el alivio. México había llegado a la orilla. Y a la historia.

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