AS (Catalunya)

Victoria histórica de Alonso y Toyota

El asturiano logró por primera vez el triunfo en las 24 Horas de Le Mans pilotando junto a Buemi y Nakajima el coche ‘8’ y mostrando su mejor nivel en la madrugada. El circuito, repleto de público

- M. FRANCO /

Noche

Fernando recortó 96 segundos al Toyota 8 en su segundo ‘stint’

ra la una y media de la madrugada, noche cerrada en La Sarthe, por los suelos algunos dormían sin remedio, otros aún miraban el asfalto y se emocionaba­n con el rojo de los frenos en Mulsanne, los crepes de Nutella se mezclaban con el olor residual de las barbacoas y el sonido de los coches inundaba

la escena. “Ese que pasa es el Corvette de Antonio García y ese que casi no suena, el Toyota de Alonso”, adivinaban una pareja de aficionado­s españoles llegados de

Nerja. Una esperanza. ¿Sería capaz Alonso? ¿Podría construir en apenas un par de horas una obra de arte, un recuerdo para siempre? En esas 43 vueltas el astur dejó atrás años de decepcione­s en F1, de coches rotos y abandonos, de ver a Hamilton o Vettel sonreír en lo más alto del podio mientras el mejor de los mejores se iba antes de tiempo. De tantas frustracio­nes injustas.

O de dejar atrás acusacione­s de fraude antes de iniciarse el juego. Todo estaba preparado para la victoria de Alonso, decían. Fernando a los mandos. Tenía que hacerlo. Porque una serie de fatalidade­s habían dejado el liderato que consiguió en su primera tanda convertido en más de dos minutos de desventaja con respecto al otro Toyota. Primero Kobayashi recuperand­o a Nakajima, después un slow zone (zona en la que hay que ir más despacio por algún peligro en pista) que benefició al otro coche para finalizar con una penalizaci­ón de stop and go de un minuto a

Buemi por sobrepasar la velocidad permitida en esas zonas. Dos minutos y 20 segundos.

Alonso salió a cazar en la noche de Le Mans en una carrera contra el reloj. Era la vuelta 170 y empezó a volar, primero contra Conway, después contra Pechito López, ambos sin un solo fallo. Pero era, es Alonso. Sin experienci­a en la noche, en su primera vez. El

Nano volvió, entro en éxtasis, arrebatado, loco total. A las cuatro de la madrugada dejaba su puesto a Nakajima después de recortar 96 segundos, minuto y medio en la pista, a dos especialis­tas.

A partir de ahí, su compañero japonés, Michelin nuevas, se lanzó a por su compatriot­a Kobayashi, le dejó en dos segundos, y aunque el orgulloso Kamui se rehízo, no le duró mucho. El Toyota ocho con los reglajes del asturiano era más rápido y a las seis y media de la mañana le pasó para abrazar el liderato como el que recupera a un hijo perdido. Después, sanción de un minuto a los dos Toyota que veían fantasmas en la neblina del amanecer, más

slow zone acelerada, y turno de Buemi que aumentó la ventaja y a las nueve y media de la mañana regresaba Alonso. Más de un minuto. Tranquilo, controland­o y de ahí al último

stint. Rumores de sanción, problemas para el Toyota 7. Nervios. Emoción. Dos sanciones para el otro coche. Ganador con dos vueltas de ventaja. Y todo porque él no se conformó. Alonso, uno de los más grandes de siempre, sonriendo al fin. Libre.

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LOS CAMPEONES. Alonso, Buemi y Nakajima (dentro del coche).

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