AS (Catalunya)

Un biscotto de manual

Francia, líder, y Dinamarca, segunda, firman el 0-0

- JUAN JIMÉNEZ

Francia, líder de grupo, y Dinamarca, segunda, firmaron un armisticio de manual en el grandioso Luzhnikí, como si la magnificen­cia moscovita fuera necesaria para darle carta de naturaleza a un acuerdo de libro. El 0-0, no obstante, generó mucho descontent­o entre la afición neutral, que sintió que le robaban una buena porción del partido desde que llegaron las noticias del 0-2 de Guerrero en Sochi. Por entonces, Dinamarca podía atacar el primer puesto, que habría obtenido de ganar a Francia. Pero a los de Hareide no les pareció una buena idea después de la polémica que había acompañado la previa del partido. Un empate se puede pretender o puede convenir y eso fue lo que pasó. No hubo quien se tragase el partido porque fue soporífero y lo único que permite respetar la honorabili­dad de las dos seleccione­s es que en ningún momento perjudicar­on a una tercera porque Australia no había hecho su trabajo. Eso salvó el fair play.

Del partido sería mejor no hablar, pero no queda otro remedio, así que habrá que apuntar que Varane hizo de capitán de Francia con 25 años y que Deschamps, que mira este Mundial con las luces largas y tiene fe en llegar a las rondas finales, puso un equipo de meritorios que estuvo bastante soso. Kimpembe se demostró como un buen central izquierdo (se diría que más en forma que Umtiti), Nzonzi estuvo neutro; Lemar, intrascend­ente; y Dembélé, otra vez equívoco. A Griezmann y Giroud le llegó poco juego y el peligro fue mansamente controlado por Kasper Schmeichel, al que su padre Peter veía desde un palco con Lothar Matthäus.

Dinamarca es Eriksen. Hareide, que recibiría con felicidad el pacto de no agresión de los franceses, retocó el sistema, pero todo lo que produjo la Dinamita Roja no fue por los matices tácticos sino por el talento del futbolista del Tottenham.

Un disparo de Eriksen que asustó a Mandanda fue la orden definitiva para que no pasase nada más. A quien no le gustó nada la película fue a la afición. Franceses, daneses y neutrales le pusieron guasa gaditana coreando entre olés los pases de los dos equipos y pitando la falta de ambición de los jugadores. Deschamps y Hareide lo sabían, pero había que aceptar los reproches, mantener las formas y el pacto no firmado y pensar en el futuro. La final es en Moscú. Ya habrá tiempo de saldar cuentas con el espectácul­o, pensarían Griezmann y compañía.

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 ??  ?? SE QUEDAN. Los franceses apoyaron a su selección en Moscú y quieren seguir en Luzhnikí hasta la final.
SE QUEDAN. Los franceses apoyaron a su selección en Moscú y quieren seguir en Luzhnikí hasta la final.
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