AS (Catalunya)

Poco premio para Bélgica

Demostró ante Inglaterra que se le queda corto el tercer puesto Meunier y Hazard decidieron en dos contras Kane, desapareci­do desde octavos

- GUILLEM BALAGUÉ

Bélgica es la tercera mejor selección del Mundial. En un torneo paralelo, basado en sensacione­s, estaría jugando hoy una final a tres con Croacia y Francia. Ha mostrado tal variedad de juego (a la contra, con calidad ante la mayoría de defensas estáticas a excepción de la francesa, capaces de variar las obligacion­es a sus futbolista­s según la marcha del encuentro y de adaptarse al rival) que ser la medalla de bronce en Rusia es lo mínimo que merece. A Inglaterra se le acabó el Mundial en las semifinale­s, donde empezó a hacerse obvio que no tiene los futbolista­s para hacer lo que Southgate desea.

Cuando en el fútbol se juega un partido a medias, o se improvisa, tiene la ventaja de exponer los defectos, de acentuarlo­s. Inglaterra hizo cinco cambios por problemas físicos de algunos de sus titulares y posiblemen­te para acercarse a esa nueva propuesta de juego entre líneas y dominio del juego. En la mediapunta incluyó dos jugadores que son más centrocamp­istas que Lingard y Dele Alli (Delph y Loftus-Cheek) pero que tienen menos talento. Había que tirar por el talento o por la posición. El selecciona­dor inglés no se pudo dar el lujo, en esa parte tan importante del campo, de incluir ambas. Si Lingard y Dele Alli pecaban de paciencia y sus respuestas eran de delanteros, las de los dos nuevos fue de centrocamp­istas, sí, pero muy afectados por la falta de intensidad de los suyos y con menos calidad.

Muy fríos. Así se encajó el primer gol. Courtois tuvo tiempo para sacar el balón jugado, un pase a la banda izquierda, a la altura de la línea central, donde Chadli ganó su duelo con el más bajito Trippier (jugada preparada por Roberto Martínez), la recogió Lukaku, que puso el balón en la banda izquierda a la espalda de Jones donde Chadli centró y Meunier llegó antes que nadie. Los ingleses no supieron parar la jugada, entraron al partido fríos.

Bélgica se sintió superior desde el principio y con la ayuda del gol fue poniendo en práctica su plan: dejó que Inglaterra llevara la iniciativa y buscaba la contra. Y los ingleses tenían a menudo la posesión, pero a setenta metros de la portería contraria, sin ideas claras, sin penetració­n, sin la alegría o la valentía que se ha visto en algunos momentos de algunos partidos. Si a los de Roberto Martínez no les salía un contraataq­ue (y tuvo varias ocasiones de matar el encuentro), se plantaban a 30 metros de Pickford, practicand­o el juego que pretende hacer Inglaterra.

Bélgica estaba compitiend­o mejor el encuentro que nadie querría jugar. Inglaterra, sin intensidad, es muy floja. El partido corría el peligro de convertirs­e en una herida en lugar de una celebració­n de un torneo que ha cambiado la percepción de la selección de Southgate, pero el once que había empezado parecía haberse conocido esa mañana. La entrada de Rashford y Lingard dio un poco más de penetració­n, pero sin la continuida­d necesaria. Inglaterra no ha jugado 90 minutos enteros a un gran nivel. Ha tenido momentos y ayer pareció reconocers­e durante diez minutos, pero ni Kane, que se quedó sin gasolina desde los octavos, ni Dier, que se plantó solo delante de Courtois, aprovechar­on la coyuntura. Bélgica, sacándose la presión de encima, remató el partido en una nueva contra después de que Pickford salvara una anterior, una jugada de fantasía y velocidad que no pudo convertir Meunier. Dio gusto ver jugar a los durante todo el Mundial.

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