El ‘pichichi’ alevín del Espanyol que no daba el salto
Fue perico cuatro temporadas
Menudo y con una punta de velocidad que convertía en su mayor virtud. Contrario al arquetipo de futbolista mulato o de raza negra que se desarrolla físicamente antes que sus compañeros. Así recuerdan a Mariano Díaz (Premià de Mar, 01-08-1993) en el Espanyol, donde entró en edad benjamín, en 2002, para permanecer cuatro años en los que no acabó de dar el salto. Aunque sería durante su etapa blanquiazul cuando el Real Madrid lo apuntó en su agenda, de la mano del entonces ojeador blanco Manolo Romero. Ya no lo borrarían.
Su mejor momento como jugador del Espanyol, al menos en cuanto a rendimiento en una etapa donde lo importante es la formación, data de la temporada 2002-03, en el Alevín B, con Lluís Planagumà como entrenador. Sus 41 goles lo convirtieron en ‘pichichi’ de su equipo y en merecedor del premio que otorgaba la firma Aigua del Montseny en colaboración con AS. Sonriente, Mariano recogía el galardón. Además de sonriente, el Mariano del Espanyol era “muy educado y reservado, no daba nunca problemas y hacía grupo”.
Así lo evoca Albert Villarroya, quien lo entrenó la temporada 2004-05, su segundo año de alevín, en que fue campeón catalán y finalista del célebre Torneo de Brunete. “No despuntaba mucho, no era de los que más destacaba”, asegura quien fuera su técnico, “pero goles marcaba. Y por eso le dimos continuidad”. Sin embargo, su paso al Infantil B sería traumático.
Mariano apenas jugaba 15 minutos por partido, según su entorno, que niega la versión instaurada de que prescindieron de él por su estatura. Así que su padre decidió llevárselo en 2006 a la Fundación Sánchez Llibre, un club que, ironías del destino, dirigía el presidente del Espanyol. Hasta aquí, sería la historia de tantos chavales que no llegan. “De cadete lo vimos en el Badalona y seguía sin despuntar demasiado”, admite Villarroya. Porque Mariano explotó tarde. En edad juvenil. Y se lo llevó el Real Madrid. El resto ya lo conocen.