AS (Catalunya)

Falló la pegada y acertó el VAR

Decidió un gol de Asensio, anulado por Mateu y legalizado por el videoarbit­raje ● El Madrid, de más a menos ● El larguero impidió el empate del Espanyol

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO FELIPE SEVILLANO, JAVIER GANDUL, JESÚS A. ORIHUELA Y JUAN AGUADO

El Madrid bajó el volumen y acabó pidiendo la hora ante un Espanyol irreductib­le, organizado y ambicioso a su manera. El equipo de Lopetegui, sin Carvajal, Marcelo, Kroos ni Bale, fue cansándose de su dominio sin pólvora y acabó refugiado en el gol que le negó Mateu y le concedió el VAR, el Supremo de los tiempos que corren.

Lopetegui ha traído al Madrid la virtud de la insistenci­a, muy apreciable en un equipo propenso a gandulear en cuanto se fabricaba la primera ventaja. Ahora no existen recesos, roba pronto, va y va, de los laterales a los centrocamp­istas, de Casemiro a los interiores, de los titulares a los suplentes, algunos de los cuales tuvieron una compensaci­ón ante el Espanyol. Eso le gusta al Bernabéu, como le gustó Odriozola, un lateral de repetición que carga de kilómetros y de alegría a su banda aunque aún es mejorable su temple en el centro. Y esa dedicación le da al Madrid peso en los partidos, incluso en este, donde guardándos­e a Bale y Mariano quedó demasiada infantería para tan poca artillería, pero aún falta alargar el carrete hasta los 90 minutos. Ayer le faltó cuerda.

No fue un partido para coleccioni­stas como el del Roma, en parte porque este Espanyol no salió camino del paredón, sino que fue un equipo escrupulos­o sin la pelota, un zarzal del centro del campo hacia atrás. Y con cierto peligro arriba. Rubi cambió sus bandas y los recién llegados, Piatti y Hernán Pérez, casi hacen fortuna a costa de los desarreglo­s tras pérdida de los blancos. A Lopetegui no le ha dado en 100 días para remediarlo.

Pero a salvo de esas incursione­s espaciadas que hablan bien de un Espanyol con instruccio­nes de acabar las jugadas, el partido fue del Madrid. Ceballos no le da al juego la limpieza de Kroos, liberado esta vez, pero es hiperactiv­o e insistente. Y tiene buenas ocurrencia­s. Con él, Modric, Isco y Asensio, el juego del Madrid tiene ahora mejor literatura. Ellos dirigieron el asedio al Espanyol, que acabó rendido por el VAR. Porque Mateu, un punto entrometid­o y más permisivo con la dureza que con las reclamacio­nes (“las protestas son para él y las patadas no”, sugirió alguien), anuló sin indicación del asistente el tanto de Asensio al filo del descanso por fuera de juego inexistent­e. De Burgos, desde su pecera, le sacó del error y premió el empeño no siempre brillante del Madrid.

Luego llegaron la caída de tensión (Lopetegui tiró de Lucas Vázquez y Mariano y prescindió de Benzema, que ha empezado a ralentizar­se) y un error grosero de Sergio Ramos, que por irse tanto de fiesta al área ajena se traspapeló en la propia. Borja Iglesias estrelló ese remate regalado en el larguero. Los cambios resultaron mejor en el Espanyol que en el Madrid, quizá cansado de lanzar manos al aire y de la juerga ante el Roma. Cundió la inquietud, lo que dio ocasión al debut de Marcos Llorente, al que Lopetegui puso junto a Casemiro. Doble ración de cemento para ganar un partido que iba para festín y casi acaba en disgusto.

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