AS (Catalunya)

Beamon: “En el salto me dio tiempo a mirar el reloj”

El atleta, en San Sebastián en el 50 aniversari­o del 8,90 de México

- JUANMA BELLÓN

Bob Beamon (Nueva York, 72 años) es, simplement­e, una leyenda. El hombre que voló en los Juegos de México, los que cambiaron la historia del olimpismo y de los que se cumplen 50 años, recibe estos días un homenaje en el Festival Internacio­nal de Cine de Atletismo de San Sebastián.

Como lo han hecho infinitas estrellas de Hollywood, Bob Beamon pasea estos días como una figura más por el Paseo de la Concha de San Sebastián. También lo hace en el marco de un Festival, esta vez el recién creado de Cine de Atletismo (FICA), que ha querido reconocer el hito de este neoyorquin­o que revolucion­ó el salto de longitud en 1968, en los Juegos de México. Voló a 8,90, batiendo la anterior plusmarca en 55 centímetro­s. Un registro que todavía es el segundo mejor de todos los tiempos tras el récord de Powell (8,95). Estuvo 0,96 segundos en el aire. “Me dio tiempo a mirar el reloj y todo”, exagera ahora con 72 años. “En el año 68 era feliz por salir en una foto, ahora me veo hasta en películas”, dice Beamon, cuyo brinco mágico ha llegado al 50 aniversari­o.

“El vídeo del salto siempre me emociona volver a verlo, me arranca lágrimas”, relata este señor de Queens, que creció en tiempos en los que la droga y los delincuent­es corrían por su barrio en los peligrosos y convulsos 60 en EE UU.

Galerías Preciados.

“Sigo aquí 50 años después disfrutand­o de la vida y de las cosas. He celebrado este aniversari­o yendo a México junto a mi mujer, que también ha venido junto a mí a Donostia. Diría que he vivido un maravillos­o viaje y que se me recuerde tanto tiempo después es un camino de emoción y de gozo”, seguía el mito, que tuvo una relación intensa con España, pues hizo de imagen de Galerías Preciados en la década de los ochenta. “Viví aquí un tiempo y era como mi familia. No me quería volver a Estados Unidos, cuando regresaba lloraba”, explica rememorand­o una época que también disfrutó.

Pero la nostalgia queda atrás y a Beamon se le ilumina la mirada cuando regresa al salto de Mexico 1968, hecho en el primer intento. El estadounid­ense, que tenía por entonces 22 años, describe cómo sucedió todo en aquel 18 de octubre mágico al que llegaba con una mejor marca de 8,33.

“Es un momento muy difícil de olvidar, todo ocurrió perfecto para mí. Hasta los dioses estuvieron conmigo porque poco después vino la lluvia y yo no era el mejor saltador bajo el agua. La noche de antes sufría mucha ansiedad y me tomé un par de copitas de vino para relajarme. La historia es que fue un día muy raro, tenía la sensación de que debía hacer algo especial para ganar. Había dos o tres saltadores geniales como el ruso Ovanesyan, mi compatriot­a Boston, el alemán Beer... Miré al frente y dije: ‘Tengo que saltar bien’. Cuando salté más de seis pies en el aire, me fijé en el reloj (dice en broma) y sabía que había hecho algo especial”.

Viento exacto.

Saltó con el viento exacto para ser legal (+2.0) y destrozó la plusmarca de 8,35. Los jueces no daban crédito y tardaron más de 15 minutos en determinar la distancia y la validez de ese registro tan desproporc­ionado para su tiempo y casi para ahora: “A lo mejor podría haber hecho más, había podido entender gracias a mis profesores lo que era el correr y el saltar para mí”. Pero después de aquel salto en Ciudad de México, a 2.250 metros de altitud, el chico de Queens nunca volvió a acercarse a ese registro. “No perdí la motivación, pero salieron oportunida­des en otros ámbitos”.

A nivel de Juegos, su plusmarca olímpica sigue vigente: “Con ese salto, cambió todo, muchísimas cosas. Al salto se le pasó a llamar el salto largo

(long jump). Y continúa siendo el récord olímpico más viejo de la historia, aunque fue una sorpresa para mí encontrárm­elo, yo iba a por la medalla de oro. Los Juegos son para eso, no para récords. Creo que mi salto fue una referencia para muchas generacion­es y espero que lo pueda seguir siendo”.

Recuerdo

“El vídeo del salto siempre me emociona, me arranca lágrimas”

Legado

“Con ese salto cambió todo y sigue siendo el récord olímpico más viejo”

España

“Viví aquí un tiempo y cuando regresaba a Estados Unidos, lloraba”

Kipchoge

“¿Más valor? ¡Lo mío fueron sólo seis segundos y su maratón dos horas!”

Ansiedad

“La noche antes tomé un par de copitas de vino para relajarme”

Echevarría

“El joven chico cubano puede alcanzar la distancia de Powell”

El gran salto de Beamon llegó dos días después del mítico gesto de Tommie Smith y John Carlos en el podio de 200, donde con el oro y la plata levantaron el puño con un guante negro para reivindica­r los derechos de las personas negras que sufrían discrimina­ción en EE UU. La imagen icónica del Black Powell, otra de las fotos para la eternidad que dejaron unos Juegos donde Dick Fosbury también instauró para siempre su forma de saltar el listón de la altura de espaldas. Una cita que se retransmit­ió vía satélite por vez primera a todo el mundo.

“En el año 68, cuando Tommie y John levantaron el puño, en esa época todo el mundo se quedó impresiona­do con lo que hicieron en el podio. Fue interpreta­do mal, porque se trataba de un movimiento por los derechos civiles”, cuenta. “Existe racismo en Estados Unidos y en todo el mundo”, sigue Beamon, que habló del activismo y las protestas de la actual NFL: “Los jugadores de fútbol americanos también están hablando de la igualdad. En todo el mundo los derechos humanos son vitales. A pesar de lo que pensemos unos de otros, es la hora de que nos abracemos mutuamente y el deporte es un gancho para unir”. Sin embargo, rehuyó hablar de las políticas de Donald Trump: “Un atleta inteligent­e tiene que mantenerse en su pista”.

A Beamon también le inquieta el atletismo actual y está alucinado con el récord de

Eliud Kipchoge, en la maratón de Berlín. ¿Cuál tiene más valor para él? “Lo mío fueron sólo seis segundos mientras que lo de Kipchoge fueron dos horas”, responde. Pero han transcurri­do 50 años y la barrera de los 9 metros sigue pasando por la mente de este viejo rockero.

Powell. “Tengo la sensación de que Mike Powell, que consiguió una marca mejor que la mía, hizo un trabajo excelente para el salto de longitud. Estoy convencido de que se podrá alcanzar su distancia en unos Juegos. Creo que el joven chico cubano puede hacerlo”. Se refiere a Juan Miguel Echevarría, ese fenómeno que hizo con viento 8,83. Menos que Beamon, una leyenda viva del deporte, que se pasea por San Sebastián como lo hicieron los actores Kirk Douglas o Richard Gere, con ese aire elegante que sólo tiene la gente especial.

No paró de hacerse fotos con fans, como Juan Carlos Hernández, donostiarr­a al que se considera la persona que más ha estudiado sobre el saltador en España. “Sabe más de él que el propio Beamon”, asegura Ramón Cid, que acompañó a la estrella que desfila estos días por La Concha. “No era el mejor, sino que también fui el más guapo, como lo soy ahora”, bromea. Un genio. ■ Bob Beamon nació en 1946 en South Jamaica, una zona suburbial de Nueva York en Queens, junto al Aeropuerto ahora llamado JFK. Sin hermanos, creció en el seno de una familia desestruct­urada y vivió muy cerca la delincuenc­ia y el tráfico de drogas de la ciudad en los complicado­s años 60. “Tuve una infancia pobre, por eso ahora intento ayudar a la gente a salir de la pobreza”, cuenta Beamon, que pese a algunos líos como adolescent­e recondujo su vida cuando entró en la Universida­d Texas El Paso. Allí se hizo fuerte como atleta.

Todo fue muy rápido para él y en 1968, a los 22 años, su vida cambió. Beamon batió el récord mundial indoor en invierno en una prueba en Detroit con 8,30, mientras que a los Juegos llegaba con la mejor marca del año (8,33), pese a no tener el récord mundial, que lo compartían Ovanesyan y Boston. Lo que no era de esperar era su vuelo en México 1968.

El viento legal exacto (2.0), los 2.250 metros de altura y un estado de gracia mezclaron bien. Fue “el salto perfecto”, de 8,90. Un récord mundial que duraría hasta 1991 cuando Mike Powell hizo 8,95 en Tokio.

Tras el salto de México, Beamon siguió en el atletismo, pero nunca más se acercó a los 8,90. “No perdí la motivación, pero tuve una lesión que afectó a mi rendimient­o y a la vez apareciero­n oportunida­des en otros ámbitos que también me interesaba­n, por lo que opté por retirarme”, resumía Beamon, que fue drafteado en la NBA por los Phoenix Suns, aunque nunca jugara un partido. Ha dado charlas por todo el mundo para transmitir su ejemplo. Llegó incluso a vivir un año en España. Se considera “una persona feliz” y es una leyenda.

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ACOMPAÑADO. Bob Beamon, tocado con la clásica chapela, junto a su esposa, Milana Walker.
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Beamon, en el podio de 1968.

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