AS (Catalunya)

En octavos sin sudar

El Atlético se clasifica y se pone primero de grupo tras ganar fácil al Mónaco Marcaron Koke, con ayuda, y Griezmann Expulsado Savic Falcao erró un penalti

- PATRICIA CAZÓN REPORTAJE GRÁFICO JESÚS RUBIO, PEPE ANDRÉS, RAFA APARICIO Y JUAN AGUADO

Hacía nada que Falcao había vuelto a asomar del banquillo del Mónaco, que allí comenzaría su partido, y la grada había roto a aplaudir, presentánd­ose el Metropolit­ano. Atronadora, sin que el balón hubiese comenzado a rodar. Cuando lo hizo bastaron 88 segundos para que el aplauso volviera a escucharse, ya sin que El Tigre tuviese que ver.

Sacó el Mónaco del centro y enseguida el Atleti le puso su nombre al balón. Un Atleti sin Saúl, suplente, y con Correa haciendo de Costa. En la primera jugada, Filipe busca a Grizi que, de primeras, encuentra a Koke plantado con facilidad en la frontal. De la bota le salió un tirito ante el que el Metropolit­ano eso, volvería a romper a aplaudir: pegó en Badiashile y despistó a Benaglio que, vencido, sólo pudo ver cómo la pelota se introducía en su portería. Un minuto y 28 segundos decía el reloj. 88 segundos. El Atleti ya era equipo de octavos de esta Champions. A Henry, cariaconte­cido, sólo le quedaba aplaudir como el Metropolit­ano.

En la primera parte, su Mónaco nunca llegó a ser rival. Era un equipo con mucho futuro pero sólo eso. La edad de Badiashile, 17 años, la de Biancone, 18, Massengo, 17, Sylla, 19. Las lesiones (13) lastran, su liga ahoga (está en descenso), a esos jóvenes les faltaba una brújula. Juego yermo, presión inexistent­e y Falcao en el banco mordiéndos­e las uñas. Los de Henry tocaban como los músicos del Titanic, con la resignació­n ante lo inevitable. El equipo del que salieron Mbappé, Lemar o James, semifinali­sta de Champions en 2017, vive entre la crisis y el caos. Y no sacaría la cabeza en el Metropolit­ano.

Al Atleti no le hacía falta ni sudar. Lemar comenzó el día que sí y Correa también. A los veinte minutos llegó el 2-0. La jugada la inició Rodrigo con un pase que sólo un jugador como él puede ver: pasillos en los bosques de piernas. Griezmann y apertura a Correa, que bailó en un palmo de hierba. Condujo, fintó, centró y pasó atrás, hacia Grizi que con el exterior batió de nuevo a Benaglio. Y sin sudar todavía. Antes del descanso hubo un palo de Lemar, un tiro de Griezmann alto, un casi de Correa y una jugada de Filipe en el área que habría firmado Messi. La noche se antojaba larga para Henry.

El reposo al principio no pareció cambiar nada, sólo que el Cholo comenzó a pensar en Girona. Salió Koke y entró Vitolo, que se está haciendo sitio al estilo Cholo, partido a partido. El Mónaco seguía sin encontrar la brújula. Golovin era su sombra. Sólo Chadli tiraba de todo. Entonces volvió a pasar. El estadio en pie, aplauso infinito: en el banco del Mónaco un Tigre se quitaba la chaqueta para volver a pisar su casa, aunque ya no lo sea. Falcao, leyenda sin placa pero con eso que vale aún más: este aplauso de la afición, el hueco en el corazón. En cuanto pisó la hierba, Oblak tuvo trabajo. El Metropolit­ano, mientras, se aprendía ese grito que sonó tan alto en el Calderón. Radamel, Ramadel...

Se estiró el Mónaco. A los cuatro minutos El Tigre estrenaba el área de Oblak: se plantó, se giró y disparó, tan fácil siempre le sale. Pero su zarpazo fue leve, sencillo para Oblak. Simeone siguió pensando en Girona. Salieron Lemar y Correa, entraron Kalinic y Saúl, su equipo se destensó. Estaba hecho, los octavos ahí. El Atlético dejó de jugar. Con el resultado valía. El Mónaco encontró en Falcao la brújula y lo que era paseo militar se terminó enredando. Savic vio la segunda amarilla por una mano en el área y se fue a la ducha. Penalti. Lanzaría Falcao. Pero fuera. No respiraría Oblak, sin embargo, que vivió diez minutos finales emparedado. Rozaba Tielemans, lo intentaba Grandsir, acechaba El Tigre. El pitido del árbitro resultó un alivio. Ya eran matemático­s, los octavos. Y encima se pone primero, a falta de un partido. Cómo sabe tras el Qarabag.

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