River Plate y un gesto de grandeza
Tengo 60 años y crecí escuchando los partidos de River Plate desde que tengo memoria de mi existencia. Lo hacía gracias a una radio de madera que tenía mi padre al lado de su cama. Captaba ondas cortas y largas. Y crecí sufriendo dieciocho años hasta salir campeón en 1975 con la idea de vivir ese día en el Monumental. Y ocurrió.
Luego ya vi a mi equipo favorito cuantas veces quise, pero hoy, después de todo lo acontecido en la previa de la final River-Boca por la Copa Libertadores, estoy dispuesto a renunciar. Si River no tiene el gesto de grandeza de no jugar el segundo encuentro y concederle el título a Boca, renuncio a mi equipo.
¿Qué me motiva a expresar esto? Pues es sencillo. La vergüenza que me da ver al equipo de mis amores presa de delincuentes. ¿Acaso no sabían los dirigentes millonarios lo de la reventa de entradas? ¿Cómo puede ser que dos barrabravas tengan en su poder tanto dinero y 300 entradas como les fueron encontradas en los allanamientos? ¿Cómo llegaron a manos de esta gente las entradas? ¿Acaso los dirigentes no sabían nada de esto?
River, te amo tanto como te desconozco. Ya no eres la institución que amé desde que abrí mis ojos a la vida. ¿Sabe usted señor Rodolfo D’Onofrio, y también el resto de integrantes de la comisión directiva, la imagen que están transmitiendo? Su actitud es la de un simple ladronzuelo que robó un teléfono móvil y, antes de ser detenido, arrojó el aparato por encima de la pared de un vecino.
Te desconozco River de mis amores y así siento que pierdo mi identidad. Solo un gesto de grandeza puede significar el inicio de un nuevo amanecer para el fútbol argentino y el destierro de la violencia.
S. M. Tucumán (Argentina)