No importa cuándo lo leas
Interior - Día. Sobre la mesa, zumo, café, pastas dulces y mini-bocadillos. Presidiendo el acto, una pantalla por la que van desfilando páginas de ‘powerpoint.’ La secuencia de guion que se repite cada cierto tiempo en el Espanyol comienza por un alto ejecutivo celebrando los recientes logros y continúa por prometer estabilización y crecimiento. Y por fijarse objetivos como el saneamiento, los 100 millones largos de ingresos a unos cinco años vista, el ‘naming right’ del estadio y hasta unas hábiles promociones de fidelización en escuelas o con un bus. Y jamás falta la joya de la corona de los propósitos: se jugará regularmente en Europa. Todo ello, conjugado con que el club no está obligado a vender jugadores, mientras presupuesta 19 millones en esa partida ya en la ejercicio en curso. Y la guinda: el Espanyol no está en venta.
No importa cuándo leas esto. Cambiará el ponente, Marcó, Morlanes, Robert o Guasch.
E incluso variará la coyuntura, pues el Espanyol de Chen está infinitamente más estabilizado que el de Dani aunque sea a costa de deberle decenas de millones a corto plazo, y de unos ingresos televisivos sin los que el club igualmente estaría arruinado. Como sí lo está una masa social que cae bruscamente, en la primera campaña de la historia del fútbol en que voluntariamente un club perseguía una bajada de abonados, y que ha deparado números propios de la última época de Sarrià. Las luces largas a veces deslumbran. Y entrañan, en base a la experiencia, una mera cuestión de fe, que se sostiene sobre milagros inesperados. Como lo fue la llegada de Chen. Como lo es ahora Rubi. Y así, hasta el siguiente ‘powerpoint.’