La calma necesaria del portero
Gorka Iraizoz volvió a tener minutos en LaLiga. Entró por Bounou cuando quedaban 20 minutos más el añadido. Curiosamente, su última aparición había sido en el Wanda Metropolitano el 20 de enero y también por causa de fuerza mayor. Tanto aquel día como el pasado domingo, Gorka demostró qué se espera de un portero suplente de 37 años. Sin casi haber calentado, en un partido que estaba caliente, tiró de reflejos para desviar un tiro a quemarropa de Saúl a poco de haber entrado y minutos más tarde salvó con el pie otro de Gelson
Martins. Como hace casi un año en el Wanda, el cambio de meta no se notó. Los que nunca han jugado de portero no saben lo difícil que es eso. Desconocen cómo de fácil se pierden las referencias o la comunicación con la defensa. Cómo de fina es la línea que separa una tarde de gloria de estar en el centro de la diana. Por eso, a la hora de valorarles, no tienen término medio. G
orka fue el primer fichaje del Girona en
Primera y toda una declaración de intenciones. Un meta con muchas horas de vuelo en una portería delicada como la del Athletic apostaba por un recién ascendido. Machín le entregó la titularidad y alternó actuaciones excelentes con otras de mejorables. Como todos. El técnico decidió cambiar en la jornada 9 y el crecimiento de Bounou a partir de ahí es historia conocida. Y ahí ha estado Gorka. Apretándole en los entrenos, siendo el primero en felicitarle y cumplir cuando se requiere. No sé si es el rol que esperaba. No sé qué pasará cuando expire su contrato, pero a tipos así los quiero siempre en mi equipo.