AS (Catalunya)

Simeone, siete años inalcanzab­les para cualquier otro entrenador

- CARLOS MATALLANAS Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este artículo con las pupilas.

Juventus

El gesto de Nedved en el sorteo lo decía todo. Les ha salido un grano

Identidad

El Cholo ha demostrado cuál es su camino. Y los atajos son inútiles

SILENCIO,SE JUEGA El Atleti de Simeone sigue arriba, preparado para asaltar el Olimpo al primer error de los verdaderam­ente poderosos. La distancia sigue siendo enorme con Real Madrid y Barcelona.

Es una exageració­n afirmar que se podía haber hecho mejor. Y, sin embargo, alrededor del éxito de Diego Pablo Simeone al frente del Atlético de Madrid, se escucha sin cesar esa cantinela. Críticos en prensa y protestone­s en la grada no dejan pasar la ocasión para señalar la supuesta falta de ambición del estilo del Cholo. Están en su legítimo derecho, faltaría más, pero también lo estamos aquellos que pensamos que esta etapa es, sencillame­nte, inalcanzab­le para cualquier otro entrenador.

Es menester acotar los parámetros de la comparació­n. Puestos a hacer fútbol-ficción, todo valdría, hasta imaginar a Simeone con el ideario de Pep

Guardiola, como algunos pretenden. Pero es, cuanto menos, una pérdida de tiempo. Conviene comparar cada proyecto, a cada entrenador, con su propio bagaje, atendiendo a sus circunstan­cias, a las cualidades demostrada­s y a las expectativ­as creadas y cumplidas. Y ahí el Cholo no tiene rival en la actualidad. Un entrenador, como en general cualquier deportista, sólo fracasa respecto a sí mismo. Lo demás, insisto, es un ejercicio de pasatiempo­s entre colegas o en la barra del bar.

Este jueves el propio Simeone recordó en un tuit las palabras más significat­ivas de su presentaci­ón, de la que se acaban de cumplir justamente siete años: “Nos gusta un equipo agresivo, un equipo fuerte, aguerrido, contragolp­eador. Lo que nos llevó a los Atléticos a identifica­rnos con esta gloriosa camiseta”. Reivindica­ba la todavía vigencia del mensaje. Quienes asistimos a aquel ya lejano acto, tenemos mayor facilidad para entender que estas premisas, aplicadas en el corazón del club (el vestuario), han sido la única razón que explica toda la fascinante transforma­ción que ha sufrido la entidad. Cambios inimaginab­les, impensable­s, una auténtica locura hace una década, por más que fuera el eterno deseo de los atléticos del cambio de siglo.

En 2011 la deuda era más que peligrosa en pleno apogeo de la crisis económica mundial. En la segunda temporada, volver a la

Champions era prácticame­nte una obligación económica. Y se logró con una Copa del

Rey en el Santiago Bernabéu de propina. La tercera temporada es, así de contundent­e, la mejor en los 115 años del club. Una

Liga ganada a los dos gigantes del Planeta Fútbol, que le obligaron a hacer ¡90 puntos! Dato que conviene no olvidar jamás. Y faltaron segundos para levantar la primera Champions. Aquella noche de

Lisboa no sólo no hundió el proyecto, sino que espoleó la eterna y singular rebeldía de su entrenador. Aquella que se aplica con fervor en la exigencia diaria, pero no demasiado caliente como para perder en una noche delirante todo el trabajo hecho durante meses, y a la vez no tan fría y cerebral que despoje de grandes momentos de pasión a una afición que vive enganchada a ella.

Este término medio, esta rebeldía por fascículos, que configura el estilo del Atleti del Cholo, es lo que le cuesta asimilar a veces a los que, desde dentro y desde fuera, exigen más bonito, más ambición, menos contemplac­ión, más ataque, más superiorid­ad. Todos hemos pensado en momentos puntuales que nosotros habríamos tomado otra decisión. Pero Simeone ya ha demostrado cuál es el camino. Su camino. Y los atajos, a veces, son inútiles, cuando no directamen­te una traición.

Hubo una segunda intentona en Milán, y el eterno rival volvió a ganar. Todo tembló, pero nada se rompió. Ha sido constante la regularida­d en Liga, esa que ahora el Valencia conoce lo que cuesta conseguir, y se sigue optando a todo. A todo, cada año.

Esto es algo que no se valora cuando se da por hecho, cuando se afirma a la ligera que el club rojiblanco ya está a la altura de Real Madrid y Barcelona. Es la barbaridad que más desvirtúa el debate. La distancia sigue siendo enorme. Aunque se ha recortado, está quedando patente con los apuros económicos que supone la nueva ficha de Griezmann, que obliga a tener una plantilla muy corta, compromete las renovacion­es de los pesos pesados (que lo son tras revaloriza­rse gracias al propio proyecto), y permite que la venta millonaria de un canterano no sólo sea casi inevitable, sino que hasta se vea como un alivio para las arcas de la entidad.

Pues aun así, el Atleti de Simeone sigue arriba, preparado para asaltar el Olimpo al primer error de los verdaderam­ente poderosos. Por eso, cuando se conoció el emparejami­ento de octavos de Champions, el gesto de Nedved, representa­nte de la

Juve, lo decía prácticame­nte todo. El equipo más en forma del continente sabe que tiene que preocupars­e porque le ha salido un grano donde ustedes ya saben. Al mismo tiempo, en

Majadahond­a se excitaron ante un reto mayúsculo. Lo afrontan valientes, sin miedos. Pero lo jugarán con aparente extrema cautela. Y si sale como esperan, harán vibrar a los suyos con otro triunfo histórico. Siete años después, todo sigue igual.

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