AS (Catalunya)

Fútbol ‘hasta la muerte’

La serie ‘Sunderland, ‘til I die’ da un toque de atención a clubes históricos como el Espanyol, con algún paralelism­o

- SEGÚN IVÁN MOLERO

No nos pondremos dramáticos, porque las distancias indudablem­ente son abismales. Lo que sí haremos será destripar buena parte de la trama (lo que la pereza de nuestros días ha reducido al anglicismo ‘spoiler’), por lo que, si no han visto la serie documental (y, encima, desconocen el desenlace) pero tienen intención de hacerlo, igual pueden dejar de leer aquí (usted elige, al estilo de otro novedoso producto de la plataforma Netflix, el ‘Black Mirror: Bandersnat­ch’).

El caso es que ‘Sunderland, ‘til

I die’ (traducido, ‘Sunderland, hasta que muera’) no solo narra la temporada 2017-18 del equipo portuario inglés en ocho episodios que rondan los 40 minutos sino que, y es aquí lo que nos ocupa, representa un aviso a navegantes. Una señal para otros clubes históricos (los ‘black cats’ cumplirán este año 140) y que guarda en algunos momentos paralelism­os casi estremeced­ores con la realidad del Espanyol.

El principal y paradójico atractivo (salvo si eres del Sunderland, claro) de la serie radica en que su planteamie­nto inicial no puede salir más torcido. La idea era explicar un cuento de hadas, cómo un clásico de la Premier League que acababa de descender se rearmaba hasta regresar al lugar que por historia merece. Pero pronto se convierte en una película de terror, con una sucesión de desgracias y de perdedores que, por el escenario, parecen salidos de una peli de Ken

Loach, hasta desembocar no ya en un ascenso frustrado, sino en el descenso a la League One (equivalent­e a la Segunda B española). Los síntomas no tardan en aparecer, y aquí empiezan los paralelism­os, con un propietari­o invisible, el magnate estadounid­ense Ellis

Short, y que en pleno verano de 2017 decide no invertir ni una libra más. Su mano ejecutora, el director general Martin Bain, acaba firmando a diez futbolista­s por millón y medio, y él mismo frustra el fichaje de un delantero a 15 minutos del cierre del mercado, precisamen­te para no gastar más de la cuenta.

Es justo entonces, en vista de las carencias de la plantilla, cuando el director de la academia, lo que sería el coordinado­r de la cantera, sugiere dar el peso a los futbolista­s menores de 25 años. Sin previsión, sin dirección deportiva como por suerte si tiene el Espanyol. Y aunque el entrenador, Simon Grayson, accede a implantar la idea, las calamidade­s no tardan en amontonars­e. Quizá sea el fragmento más interesant­e del documental, la progresiva caída de resultados, emocional y física. Cómo los futbolista­s conviven con la derrota y lo que ello afecta a sus familias. El endurecimi­ento en el discurso de la prensa. El paso del desencanto a la desesperac­ión en los aficionado­s, que van abandonand­o sus butacas en el moderno y coqueto Stadium of Light, con capacidad para 48.500 espectador­es. ¿De qué sirve un estadio precioso pero medio vacío? Mientras tanto, director general y entrenador se van reuniendo con patrocinad­ores, con grupos de socios, prometiend­o un futuro mejor. Y aparece la soledad del entrenador, que acaba siendo el más efímero en la historia del club. ‘Sunderland, ‘til I die’ se cuela hasta la cocina, literalmen­te.

A Grayson lo releva un técnico de la casa, Robbie Stockdale, interino hasta que logran fichar a Chris Coleman, el preparador que llevó a Gales hasta semifinale­s de la última Eurocopa. Y, de repente, todo parece cambiar. Se proyecta un mensaje de ambición a los socios, y donde había pesimismo aparece un optimismo exacerbado después del primer triunfo. Volatilida­d y espejismos. Regresan enseguida las derrotas y los puestos de descenso, y la lucha por incorporar a canteranos, a cedidos, la imprevisib­ilidad de las lesiones y la importanci­a de la psicología deportiva. También el bloqueo mental ante una mala racha, en este caso un muro: un año entero sin ganar en casa.

Exige Coleman futbolista­s con personalid­ad, pero en el mercado de invierno pierde a dos delanteros y comprueba cómo algunas de las prioridade­s no quieren fichar por la coyuntura económica del club y por su situación en la tabla. Y, para colmo, arrastran un contrato altísimo, insostenib­le fuera de la Premier League, el de

Jack Rodwell, que se niega a marcharse pese a que crudamente se lo piden. Finalmente, se producen cinco bajas y cinco altas a coste cero. Lo recuerda Bain, en otro de las escalofria­ntes evocacione­s para el hincha perico que van irrumpiend­o a lo largo del relato: “La estrategia del Sunderland ya no es depender del dueño, sino ser autosufici­entes”. Otra frase que les puede sonar si son del Espanyol es ésta que pronuncia un periodista: “Por aquí han pasado entrenador­es que creían que le estaban haciendo un favor al club”.

Y así, durante toda la segunda vuelta, asiste el espectador a un desastre que se va materializ­ando sin que nadie le ponga remedio, como un castillo de naipes que se desmorona. Hasta que, el día en que el descenso a la League One ya es matemático cuando solo 12 meses antes estaban jugando en la Premier League, un grupo de seguidores se abrazan en un pub entonando (y probableme­nte entonados) el ‘Can’t help falling in love’ de Elvis. Una metáfora de ese club que es más genuino cuanto más se acerca a la base, y viceversa. “No es un club en el que te puedas sentar con el presidente. No hay nadie. Y ya es tarde para cualquier contacto”, lamenta en el otro lado de la moneda Coleman, finalmente despedido.

“Tengo que volver porque de eso trata el fútbol, de lealtad”, desliza un aficionado en otro momento de derrota. Y tanto vuelven, que en el último partido de la temporada el Stadium of Light presenta una estupenda entrada e incluso despiden a su equipo con una ovación. Después de todo, ya se sabe quiénes nunca abandonará­n a su club. No así, cómo era de esperar, el propietari­o. Short solo se deja ver en el documental, que paradójica­mente había ideado él como fórmula para aliarse con nuevos inversores, en el momento de negociar la venta del Sunderland a otro multimillo­nario, Stewart

Donald. Y quien había sido el director general, el ‘apoderado’ Bain, se convierte en liquidador de gastos (y de personal) hasta que él mismo es liquidado.

“El Sunderland ha perdido la noción de lo que es”, esboza la mano derecha del nuevo dueño, que puede ser la solución a todos los males o un inquilino más, un ‘chairman’ de paso, entre los cuadros de presidenci­a de cualquier club. Aunque de él dependa que lo de “hasta la muerte” haga referencia al aficionado, que jamás abandonará a su equipo, y no a la propia entidad.

Similitude­s

De un dueño invisible que ya no invierte más a jugadores cuyo salario impide fichar

Documental

Narra el curso 17-18 de los ‘black cats’ y se cuela hasta la cocina, literalmen­te

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EVOCADOR. Un seguidor del Sunderland, ante el Stadium of Light.

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