Es un equipo de fútbol, no un reloj suizo
Muchos aficionados del Girona estaban contrariados por no haber podido ganar a la Real y puesto tierra de por medio con el descenso. Debían pensar que el salto mortal dado para pasar de perder ante el colista a ganarle al multicampeón de Europa en su estadio era la cosa más normal del mundo y que la lógica subvertida iba a convertirse en norma. Contra la Real, el Girona estuvo correcto y solo decepcionó a los que no quisieron ver que, en el Bernabéu, se encontró a un rival con un punto de indolencia, sin timón en el centro del campo y con una bicoca en la banda izquierda. No le estoy restando mérito a ese triunfo. Había que saber leer la situación, tocar la tecla adecuada y que el potencial de pegada blanco no lo echara todo al traste. Ante un equipo más ordenado, sin embargo, se vio que la mejora no es completa; es mucho más evidente en defensa que en ataque.
Incluso diezmado, la Real dominó el centro del campo y el mérito del Girona fue que, ni así, le llegara a crear peligro. Por primera vez Bounou dejó la puerta a cero sin tener que salir a hombros. Pero tuvo menos el balón de lo que quiere Eusebio. No se puede recuperar en dos semanas lo perdido en dos meses. A Stuani le siguen llegando pocos balones. La efectividad del principio no era normal. A Portu le sigue costando fabricarse los espacios y, si están en condiciones, no se puede prescindir de Pere Pons, Porro o Borja García. Ni de Roberts. Decía Pons que lo importante es que la reacción ya está en marcha y yo le añadiría que esto es un equipo de fútbol, no un reloj suizo. Paciencia.