AS (Catalunya)

“Es el reto, muy difícil. Pero Phelps me gana por dos medallas...”

-

Vanessa Amorosi, brutal. Me imagino ganando. Es mi entrenamie­nto. Lo que visualizo. Toda la prueba, desde el desayuno. Para saber controlar mis emociones todo el proceso. En una competició­n de nada sirve ser la mejor a nivel físico si en el emocional no eres capaz de rendir.

—¿Y cómo se hace eso? —Entrenando mucho. Y buscando la técnica que más se acomode a ti. Inspirar, expirar, sudokus o música a tope. Yo, a través de ella, lo hago todo tantas veces en mi cabeza que, cuando llega, sale de forma automática. —¿Cómo es ponerse el bañador? —(Ríe) Pues que tiras una toalla en el suelo, del vestuario, baño, donde sea y, lo más discretame­nte posible, que es difícil, haces la croqueta y, de un lado para otro, intentas embutirte. Lo más difícil es el champiñón del culo. Se queda todo el rato para arriba (ríe). Tardo quince minutos. Con eso ya calientas.

—Sufre mucho de cervicales. —Porque siempre voy mirando hacia arriba. Nadando se te cargan los trapecios. Tengo dos hernias discales y una discopatía degenerati­va.

—Ángel Santamaría, su entrenador 18 años. ¿Cómo llega? —Como un favor. Ramiro se quería retirar: “En El Olivar hay dos entrenador­es muy majos: vamos a ver si te dejan entrenar”. Santamaría nunca había trabajado con nadie con discapacid­ad pero, desde el primer momento, hubo conexión. Tengo tanta confianza en él, que sé que cada metro que hago lo hago por algo. —¿Vive de la natación? —Ahora hay unas becas que no están mal. Pero también depende de con qué edad las recibes. Yo ahora tengo 43 años, ya tengo que pensar en la jubilación, pagar autónomos. No puedes depender sólo de la beca. Mañana hay una lesión que me impide ir al Mundial y, si no voy, no renuevo, y me quedo con una mano delante y otra detrás. Por eso siempre he compaginad­o trabajo y deporte.

—¿Y cuándo se quedó embarazada? —Se trató como una lesión. No fue una retirada, sólo bajada de beca. Que bien, pero es algo a mejorar. En cualquier trabajo, en una baja por maternidad, se cobra el sueldo completo.

—¿Le cambió mucho el cuerpo? —Engordé 22 kilos. Y el peso es muy difícil de manejar cuando vas con la silla. Fue complicado. —¿Y volver?

—De peso me costó más pero de tiempos, bastante bien. En Berlín, 2011, cinco medallas. —¿Había muchas mujeres cuando empezó? —No excesivas. A veces me he preguntado por qué. Lo único que se me ocurre es que, cuando un deportista con discapacid­ad comienza, es porque los padres lo llevan... Y ayudan a cambiarse. Parece que da más cosa si es un padre el que está en un vestuario de mujer, con una hija. —¿Ha sentido machismo? —Hago un deporte individual: hay fichas federativa­s, no contratos con clubes. No hay diferencia­s entre hombres y mujeres. —¿Después de los Juegos Olímpicos, se olvida que están los Paralímpic­os?

—Antes sí había una desconexió­n. Sólo salían en los informativ­os los oros. Pero desde Londres ha cambiado. Yo lo he notado.

—¿Sí?

—Antes, yo tenía 16 medallas y me conocían en Zaragoza. Después, vaya donde vaya, siempre hay alguien. Y me llama mucho la atención. Al ser paralímpic­a nunca habíamos tenido trascenden­cia. Desde Londres voy al mismo nivel que los deportista­s olímpicos.

—En Atenas ganó los primeros oros, pero después hubo más. —Un día me dijo un compañero: “Teresa, no sé por qué te conformas con hacer oro”. “¿Perdona?”. “Sí, tía, es que tienes que hacer récord del mundo, puedes”·. Y en Pekín hice tres y gané tres oros. Fue mi cumbre.

—A Londres fue con su hijo. —La ilusión de mi vida. Tenía dos años y pico, pero imagina, oír: “Mamá, campeona”. Y regalarle medallas. Seis. La última de oro. Hubo un titular que nunca olvidaré: “Michael Phelps, tiburón de Baltimore, 22 medallas olímpicas. Teresa Perales, sirenita del Ebro, 22 paralímpic­as”.

—La comparació­n con Phelps. —Me hizo ilusión. Por primera vez un deportista olímpico con un paralímpic­o. Era raro. Y pensaba: “Este hombre, cuando vea en Twitter, que ponen muchas veces su nombre y el mío, qué pensará: ‘¿Y quién es ésta?”. —En 2015 no hubo Juegos pero usted se entrenó como si sí... Se casó... ¡Caminando al altar! —Sí (ríe). Pusimos en casa de mi madre unas barras de cortina en el pasillo, muy largo, y me servía de paralelas.

Me puse unos aparatos estilo Forrest Gump, más ortopédico­s, para que no se fueran las caderas, y me ponía de pie. No se le podía llamar andar, pero me desplazaba. Quería darle la sorpresa mi marido. Al principio tenía intención de entrar andando pero el ultimo día dije: “Tengo que girar y no sé si se me escapará la pierna”. Hice solo el recto del pasillo. Me levanté con muletas, me agarré del brazo de mi hermano y fuimos.

—¿Y cuándo la vieron? —Primero lo típico, “qué viene la novia”. Luego, sorpresa, “ahhh”. Al final todos moqueando. —Sólo le faltaba su padre. —Tenía 15 años cuando murió. Ese sí que ha sido el palo gordo de la vida, el que no tiene vuelta atrás. Lo adoraba. Fíjate que han pasado años pero no hay día que no me acuerde de él. Mi hijo tiene gestos suyos. “Qué orgulloso estaría de ti”, pienso. —Y de usted.

—No se habría imaginado nunca todo esto. Tampoco había nadado, claro. —¿Retos ahora? —Llegar a Tokio para competir. Ante rivales 15 años más jóvenes. Es difícil. Por mi cuerpo, edad, la enfermedad con sus ataques, sibilina. Cada día tengo más dolores y pereza. Cuando te duele cada día todo, cuando te cuesta todo mucho, da más palo. Pero me gana Phelps por dos medallas. ¡Cómo para retirarme (risas)!

—¿Su prueba favorita? —Estéticame­nte, la mariposa. Pero hace mucho que no la nado, por las hernias. Me planteo en los Juegos de Tokio, por tener una posibilida­d más de podio. Lo único que ahora me mete es la espalda. Con el croll, 100 metros libre, fui oro en Atenas, Pekín y Londres. En Río se escapó... Pero en Tokio mi hijo tendrá 10 años y quiero oírle gritar otra vez.

“Mamá campeona”.

Calado “Londres lo cambió todo: ya voy al mismo nivel que los olímpicos”

Tokio

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain