Tocados, ¿pero también hundidos?

Quien más, quien menos, todo seguidor que se precie del Espanyol se planteaba el partido del pasado domingo ante Osasuna como una final. Ya lo había sido el de la semana anterior contra el Getafe, pero aquel 1-1 incluso le daba más carácter de última oportunidad a la visita de los rojillos a Cornellà-El Prat, ya que de algún modo para hacer bueno aquel empate se antojaba imprescindible sumar una victoria (la primera de la temporada) en casa frente a Osasuna. Pero las finales a estas alturas de temporada tienen precisamente estas cosas, que desvirtúan a las que lo son de verdad, las que se juegan cuando no queda otro margen que ganar para seguir vivo. Y el Espanyol a día de hoy no está en Segunda. Otra historia es que el doloroso 2-4 que sufrimos en casa, por inesperado y por cómo sucedió, suponga dar no un paso adelante, como era de esperar y casi obligado, sino tres hacia atrás. Queda muy tocado el equipo, y el entorno, por la imagen vista ante Osasuna.

Lo peor de esa derrota, y a expensas de lo que pueda acaecer mañana en el Bernabéu, es que se ha perdido buena parte de la confianza que había sobre Machín y ha decaído aún más la que quedaba sobre los jugadores. Pero no queda otra que mirar hacia adelante. Sin ninguna duda, y aislando la visita al Real Madrid, los partidos contra Betis y Leganés serán la prueba no solo de la confianza, sino de si podemos llegar o no vivos a la segunda vuelta de esta espinosa Liga.