AS (Catalunya)

El jerarca llegó de puntillas

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Casemiro, el impagable jugador de equipo, se reservó todos los focos para brindar una actuación que la hinchada grabará en el recuerdo. Aunque ha acudido con puntualida­d a muchos momentos decisivos del Real Madrid —el gol en la final de Cardiff es uno de ellos—, nunca se le asocia con el papel estelar de las estrellas. No es su estilo, ni son sus condicione­s. Es un medio centro clásico, a la manera de otros grandes especialis­tas brasileños, fuertes, silencioso­s, eficaces, imprescind­ibles por su laboriosa generosida­d y su inteligenc­ia para explotar sus cualidades y desestimar los defectos.

Su impronta en el campo recuerda cada vez más a la de Mauro Silva, el artista defensivo de aquel fenomenal Depor, pero con el valor añadido de la cuenta de goles. Al Sevilla le marcó dos en un partido que cobró doble importanci­a por la derrota del Atlético en Eibar. Dos rivales menos en la lucha por el campeonato, que apunta al Madrid como principal favorito.

El encuentro fue táctico y tenso, casi nunca brillante. Pesó la trascenden­cia del resultado y algunas carencias en los dos equipos, además del factor desconcert­ante del VAR, un sistema dispuesto para empequeñec­er el fútbol, privarlo de naturalida­d, llenarlo de normas y circulares y ofender a los espectador­es que acuden a los estadios, convertido­s en figurantes sin derecho a la informació­n.

Al Sevilla le faltó Ocampos para amenazar con su potencia y el Madrid apenas tuvo dentadura en el ataque, hasta que Casemiro marcó el segundo gol y entró Vinicius, que saltó todas las formalidad­es y rompió la línea defensiva con su velocidad y optimismo. Comienza a recuperar el crédito que injustamen­te le había retirado una buena parte de la afición.

Cualquier matiz del partido quedó sepultado por el aplastante peso que adquirió Casemiro, ubicuo en todo el campo. Acreditó su estadístic­a como mejor recuperado­r de la Liga con 12 quites, soportó con su rigor táctico los peores

Martínez se empeñó en ficharle en el mercado de invierno de la temporada 2012-2013. Costó 5,5 millones de euros. Empezó en el Castilla y debutó en abril. Cedido con opción de compra al Oporto en el verano de 2014, regresó un año después. Siete millones y medio de euros.

Ese origen sin envoltorio couché le penalizó en su retorno. Siempre se le asociará al debate que se produjo antes del partido con el Barça, donde Benítez se adscribió a la opinión que se insinuaba desde el club, a pesar de su predilecci­ón por Casemiro. Eligió a Kroos como medio centro y no le alineó. Poco después, Benítez fue despedido.

Tanto tiempo después, Casemiro es tan imprescind­ible que ha alcanzado una posición que sólo estaba al alcance de Sergio Ramos. Estamos ante un líder que trasciende el juego. Ha cobrado una estatura institucio­nal, la que se asocia a unos pocos futbolista­s que definen el alma de un club. Es el gigantesco salto de un jugador admirable por su inteligenc­ia, rendimient­o y capacidad para aprovechar cada ocasión que el fútbol y el Real Madrid le han brindado.

Referente Su impronta en el campo recuerda cada vez más a Mauro Silva

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