AS (Catalunya)

Otra gran segunda parte de los Hispanos decantó la victoria

- ENRIQUE OJEDA

Era necesario un punto. Pues dos. Así, con solvencia, España se mete en las semifinale­s del fin de semana en Estocolmo (quintas seguidas en un Europeo), convirtien­do el partido de mañana ante Croacia en un choque sin tanta tensión. Aunque se jugarán quién queda primero (los rivales serían Noruega o Eslovenia) y, sobre todo, el orgullo personal entre un equipo crecido, el croata, y otro que lleva años en la élite continenta­l, el español. Y esto pasó tras media hora de angustia ante Bielorrusi­a (17-16), para acabar arrollando: 37-28.

El partido tuvo muchas aristas. La primera, con España alternando las defensas, entre el 5-1 y el 6-0, constantem­ente, con poca fortuna en el lanzamient­o exterior, pero con los extremos en racha. Y con mucha atención al grandote Kulesh y al pivote Karalek, aunque con tanta atención era el extremo Vailupau quien hacía daño tras un pobre arranque español. Momento clave, la segunda exclusión de Karalek, que en su pelea personal con Aginagalde, compañero en el Kielce y el futuro titular de los polacos, perdió el duelo, y acabó expulsado al sufrir su tercera exclusión a los 42 minutos. Antes ya había estado mucho tiempo sentado, lo que permitió a los Hispanos marcar sus objetivos. Sólo quedó Kulesh para inquietar, y ya no era para tanto.

Es decir, tras treinta minutos de incertidum­bre porque no había manera de romper el partido, llegó otra media hora para disfrutar por el acierto en la portería (Gonzalo

Pérez hizo un 40 por ciento de acierto en este periodo) y porque Bielorrusi­a tuvo que jugar a la desesperad­a porque necesitaba ganar para no irse a casa.

De su suerte también dependía la de Alemania, cuya afición en Viena fue menguando a medida que caían los minutos y se mantenía la actuación coral de los españoles, con especial aportación de los zurdos, porque entre Maqueda, Álex Dujsebaev, Gómez y Solé aportaron 23 tantos. Y se encontraro­n con la ayuda ofensiva de un soberbio Ángel Fernández, con siete goles en siete lanzamient­os, y siempre atrapando balones sin dueño que solo encuentra él. El cántabro es una especie de asesino silencioso, de los que no llaman la atención hasta que se miran los números, porque tampoco es explosivo.

Debutó Goñi, lateral izquierdo, para dar descanso a Cañellas y Entrerríos, que son los que se rotan. Defiende, lo que es un plus, y ataca, marcando un gol en su único lanzamient­o para disfrute de sus compañeros, que lo celebraron casi como si fuese el tanto del partido. Era una especie de bienvenida para un compañero que nunca se había ido, que estaba con ellos desde el primer día y que participa en esta carrera para mantener el oro de 2018 de una España invicta.

Solvencia

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