Benzema sería su mentor
Será por mi lado esotérico (totalmente asumido) pero creo firmemente en los signos, en estas cosas raras que te llaman la atención. Un día Zinedine Zidane me dijo: “Sé que no tengo una vida normal, que estoy protegido por una estrella allí arriba”. Me acordé de esta frase cuando el pasado sábado por la tarde Erling Haaland marcó el primer gol de la vuelta a la vida del fútbol mundial. Lo vieron mil millones de personas. Y fue él porque tenía que ser él, y ningún otro. El destino señala a los elegidos y sin duda el noruego es uno de ellos. Así que entiendo perfectamente que los madridistas vean en Haaland un jugador nacido para jugar en el Madrid. Y que le quieran vestir de blanco ya, para la próxima temporada.
Pero surge una pregunta: ¿Qué sería de Karim Benzema, el ahora imprescindible delantero centro del equipo merengue? Pues nada más sencillo, e inteligente, que imaginar a los dos convivir juntos en la misma plantilla. Ambos podrían perfectamente jugar en el mismo once, tal y cómo los hicieron en varias ocasiones Higuaín y el francés, con Mourinho en el banquillo. Veríamos a Haaland en punta y a Karim un poco escorado a la derecha y con esa libertad de movimientos que tanto le gusta. “Soy un nueve con alma de diez”, comentó una noche el ex del Lyon. Seguro que se adaptaría rápidamente y sin ningún reparo a una nueva situación.
Sin olvidar, por supuesto, que mi compatriota, que cumplirá 33 años el próximo mes de diciembre, necesitará rotar cada vez más. Además, y eso me parece casi lo más importante, no habría mejor profesor para el joven Haaland que el muy experimentado Benzema (tercer capitán del Madrid). Un futbolista que se siente responsable de los demás y a quien le encanta ayudar a los nuevos con sus consejos. Ya lo está haciendo con Vinicius y Rodrygo...
Sin fans no hay fútbol. Es un eslogan muy certero para protestar contra los horarios irreconciliables con la vida o los precios de estrella Michelín de las entradas. Pero será que estoy yonki perdido que hasta le encuentro atractivo adicional a las gradas vacías.
Hace 20 años fui a ver un entrenamiento del Real Madrid. Era en la antigua Ciudad Deportiva de La Castellana donde todo era auténtico. Entrenaban en dos campos separados por vallas metálicas. Se escuchaban los gritos y las bromas, el silbato del entrenador y hasta la respiración de los jugadores. En el partidillo me impresionó el sonido de los tacos de Fernando Hierro rasgando el césped. Sin duda era el que más fuerte entrenaba, en las entradas, en los disparos y en los pases largos que ensayaba una y otra vez. Fue como ver un rodaje de Hollywood y aprendí que los futbolistas son deportistas de verdad, no lejanos dibujos animados.
PHay futbolistas que juegan buscando las reacciones de la grada, que saben sacar provecho de su público, presionar al árbitro, buscar un revulsivo en sus compañeros. Eso no lo veremos. Pero disfrutaremos del fútbol al desnudo y quizá nos sorprendan algunos jugadores que funcionen mejor despresurizados. Un ejemplo pasado fue aquel Real Madrid-Nápoles con el Bernabéu vacío en el que Chendo se creció tanto que le tiró un caño a Maradona. “Los pajaritos dispararon a las escopetas”, comentó Jorge Valdano en la tele.
or eso la puerta cerrada tiene también algo de verdad, de deporte olímpico. El sudor, la hierba cortada, los latiguillos (¡Arbi!, ¡solo!, ¡voy!) o el sonido salvaje de un balonazo al poste. Me apetece ver el fútbol desnudo aunque sea por obligación y por un rato. Estoy con el síndrome del mendigo de Eduardo Galeano: “No soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo, sombrero en mano, y en los estadios suplico una linda jugadita por amor de Dios. Cuando ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece”.
En un Bernabéu vacío Chendo se creció tanto que le tiró un caño a Maradona