AS (Catalunya)

La imborrable huella de Aduriz

Fuerte, agresivo, listo en los desmarques, certero en el área, cabeceador imponente ● Un jugador de época

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La pandemia evitará la clamorosa despedida de Aritz Aduriz ante su gente, en la final de Copa frente a la Real, final soñada para un jugador que nació y creció en Donostia, pero es ídolo por derecho propio en el Athletic. Aduriz no podrá disputar ese partido sin fecha fija aún. No puede exigir más a su cuerpo, desgastado en mil combates desde que comenzó su trayectori­a en el Bilbao Athletic, antes de que comenzara este siglo, hasta su sufrida contribuci­ón en la temporada del virus endemoniad­o.

El adiós de Aduriz simboliza la crueldad de este momento, donde son tan frecuentes y desoladora­s las despedidas de los seres queridos, sin compañía y sin el consuelo de un último abrazo. No podrá recibir el emocionado tributo de una hinchada que le adora, y el dolor será mutuo. Aduriz merece como pocos el homenaje de la gente del Athletic. Tanto como el jugador lo necesitan los aficionado­s.

El vínculo de Aduriz con la hinchada bilbaína es tan potente y genuino como el de la hinchada con este delantero admirable, autor de una trayectori­a sembrada de obstáculos. Superó todos, en condicione­s que le exigieron la misma fortaleza mental, la misma fiebre competitiv­a y los mismos grandes recursos futbolísti­cos que demostró en su segundo regreso al Athletic, con 31 años, en el inquietant­e momento del acuerdo de Fernando Llorente con la Juve. Quienes temieron un vacío irreparabl­e se encontraro­n con la respuesta de un jugador de época, delantero para cualquier equipo, pero hecho a la medida del Athletic.

El caso de Aduriz obliga a un inciso necesario: ¿cómo es posible que no recibiera en sus años de plenitud el reconocimi­ento adecuado? Todo lo que hizo antes de su gran trayectori­a final estuvo presidido por el éxito y por la obligación de salvar obstáculos que para otros serían insuperabl­es. Salió del Bilbao Athletic para jugar en el Burgos y después en el Valladolid, y en los dos equipos fue un fenomenal delantero: fuerte, agresivo, listo en los desmarques, ganador en las fricciones, imponente cabeceador y certero en el área. Su técnica era económica y eficaz, traducida en grandes controles y una inteligenc­ia reseñable para utilizar el cuerpo como arma ganadora.

Todo eso se adivinaba desde el principio, pero tardó 10 años en lograr la estabilida­d necesaria. Regresó pronto a un Athletic lastimado por los resultados y las finanzas. Eran los últimos días de Urzaize y los primeros de Llorente. Las penurias económicas del club derivaron en su traspaso al Mallorca, donde completó un año tan sensaciona­l que le llevó al Valencia, donde compitió con la mejor versión de Soldado. Hasta su definitivo regreso al Athletic, siempre le tocó batirse con delanteros de renombre, bien considerad­os en sus clubes. No es fácil salir victorioso de tantos y tan duros desafíos.

Aduriz superó cada prueba porque disponía de un arsenal de recursos. Desde sus primeros días en el Antiguoko, el equipo donostiarr­a donde coincidió con Andoni Iraola, Xabi Alonso y Mikel Arteta, impresionó como atleta –se decía que era una gran promesa del esquí de fondo– y por una personalid­ad evidente. Competitiv­o hasta la médula, no dejó que las dificultad­es le abatieran. Volvió por segunda vez al Athletic y nadie le paró. Marcelo Bielsa comentó en alguna ocasión que las cualidades de Aduriz eran tan buenas o mejores que la de los grandes delanteros argentinos que había dirigido.

Coronada por su inolvidabl­e gol al Barça en el primer partido de esta temporada, la contribuci­ón estadístic­a de Aduriz ha sido notable (172 goles con la casaca rojiblanca en todas las competicio­nes), pero no explica ni de lejos la profunda huella que deja en el Athletic, entre sus compañeros y en el corazón de la hinchada. Más pronto que tarde, se producirá el abrazo que la pandemia impide pero que el sentimient­o preservará hasta que lleguen días mejores.

Hinchada Su vínculo con ella es potente, superó todos los obstáculos

Números Notable contribuci­ón estadístic­a al club rojiblanco: 172 goles

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