AS (Catalunya)

“El viaje ha sido inolvidabl­e” Aritz Aduriz

- ALFONSO HERRÁN

Aduriz no quiso despedirse a través de un ordenador instalado en casa y el Athletic movió una pesada maquinaria para montar una rueda de prensa presencial, la primera en el mundo del deporte en dos meses y medio. Tras recibir los permisos de las autoridade­s sanitarias y LaLiga, montó un estricto operativo durante una hora, con rigurosas medidas de control a los asistentes. Un total de 20 periodista­s fueron testigos de un momento histórico.

—¿Le da pena este final? —Hay que aceptarlo. Me duele más perderme el día a día con esta cuadrilla (apuntando al equipo) que quedarme sin la posibilida­d de la Gabarra. No necesito un hueco en la Gabarra, solo que la saquen de nuevo. El lugar no es lo importante, ya lo celebrarem­os. —¿Le queda esa espinita? —La espinita será la que ojalá puedan conseguir ellos, cuando sea. Ojalá podamos celebrar todos esa ansiada Copa y poder subir a esa Gabarra. —Le toca ver los toros desde la barrera.

—A partir de ahora seré un aficionado más de esta cuadrilla que está compitiend­o contra el resto del mundo. Ella hace que el Athletic sea un club especial.

—¿Cree que podría haber llegado a la final si se hubiera disputado este verano? —Creo que no hubiese podido aguantar ni hasta verano. Hay un límite. Físicament­e no hubiese podido, y además creo que es mejor que yo no esté, porque el equipo es mejor sin mí en este momento. A pesar de que he seguido peleando con la lesión, la cadera ya no da más de sí. —Ha sido duro, por tanto.

—Esa pelea entre el cuerpo y la cabeza la llevaba durante bastante tiempo y más o menos podía soportarla, pero después de este confinamie­nto y tanto tiempo en casa, ha sido totalmente definitivo. La cadera ha desequilib­rado esa pelea y no había nada que hacer.

—¿No le duele no tener esta despedida ante sus 50.000 fieles?

—Esto es mucho más de lo que creo que merecía, muchísimo más. Ni te cuento lo que sería tener a 50.000 personas aquí, no creo que tenga ninguna necesidad de eso.

He tenido un montón de homenajes, he disfrutado muchísimo en San Mamés y no siento que me tengan que despedir, ni mucho menos. He tenido tantos homenajes los domingos, que es mucho más de lo que hubiese imaginado. Doy las gracias a todos, el viaje ha sido maravillos­o e inolvidabl­e. —¿Cuándo se opera?

—El sábado día 30. Espero estar lo antes posible en Lezama para iniciar la recuperaci­ón y poder acompañar al equipo y estar lo más cerca posible de mis compañeros hasta el final de la temporada. —¿El mejor gol de su carrera? —Pues el último, ante el Barça, quizás porque es el más reciente, por el momento en el que fue y porque mis hijas están creciendo y eran más consciente­s de ver a su aita (padre) aquí. Probableme­nte haya sido el momento más especial, porque les veía celebrar el gol. —¿Y de sus 407 partidos como león, con cuál se queda?

—Los dos de la Supercopa de 2015. Con el tiempo la hemos ido valorando todos un poco más. En ese momento pareció que fue algo fácil, entre comillas, pero hay que darle mérito. ¡Ganamos al Barça de Messi a doble partido!

—¿Qué recuerdo dejará en el vestuario?

—He sido un poco tocapelota­s y esta despedida es un buen momento para pedir perdón a esos compañeros que en alguna ocasión les he fallado o he sido duro con alguna palabra o algún gesto.

—¿Cómo le gustaría ser recordado?

—Como alguien que siempre intentó hacerlo lo mejor que supo y que ha hecho todo lo que ha podido, sobre todo, para vestir esta camiseta lo más dignamente posible. —¿Seguirá vinculado al fútbol? —Es difícil hacer planes de futuro. Estamos aplazando partidos, perdiendo a mucha gente querida... Hacer planes es complicado. No sé qué haré, pero cuando se cierra una puerta se abren otras muchas y tengo muchas inquietude­s y ganas de emprender la siguiente etapa. Estoy muy ilusionado con recuperar tiempo perdido en familia, intentar ser marido y padre un poco más. Con eso, ya va bien.

Anhelo “No necesito un hueco en la Gabarra, solo que la saquen de nuevo”

Copa “No habría llegado ni a este verano; el equipo es mejor sin mí”

La retirada de Aduriz es el último capítulo de una historia triste. De todas las historias de la Historia del fútbol, la historia del nueve que se retira es la más triste de todas. Un drama para los que no sabemos vivir sin ariete. El ocaso del centrodela­ntero lo vislumbrab­a Vicente Verdú hacia 1980 en su glorioso ensayo El Fútbol: mitos, ritos y símbolos. “Se desnutren en labores que enferman su naturaleza”, decía el sabio.

Pero el nueve empezó a joderse cuando Di Stéfano descubrió que era tan bueno que podía liarla por todo el campo como nueve organizado­r, siguió con aquellas seleccione­s brasileñas modernas desde finales de los 70 que jugaban sin portero y pasaban del delantero centro (¿alguien recuerda a Serginho en España 82?), continuó con aquellos nueves de entrenador matándose a correr con los centrales (trabajo de equipo, se decía), sustituido­s en el minuto 60 y con tres goles por temporada, y lo ha acabado de joder el superpoder goleador de Messi. Matamos al nueve cuando empezamos a añadirle adjetivos. Fue sinónimo de gol hasta que empezó a ser nueve falso, nueve trabajador, nueve que cae a bandas, nueve y medio.

Lo saben bien en el Real Madrid, donde miran a Haaland soñando en realidad con otro siete (Mbappé), después de minusvalor­ar la ausencia de un nueve al pensar que entre los demás gambeteado­res compensarí­an la marcha de Cristiano Ronaldo, que no era nueve, es cierto, pero era un 7.9.11: un siete, un nueve y un once cubriendo todo el frente de ataque.

La realidad es tozuda. Cuando un nueve se va, siempre se lleva sus goles con él

El gol ya llegará, piensan mientras se celebra a esos futbolista­s que dicen preferir un pase de gol a marcarlo (casi siempre porque se les hace de noche ante la portería) y se ensalza lo accesorio. En un mundo con cada vez menos centros al área, el centrodela­ntero se difumina y está obligado a transforma­rse. Es tiempo de dieces, de medias puntas, de centrocamp­istas de posesión y de centrales sobrepreci­ados con buena salida de balón. Pero la realidad es tozuda. Cuando un nueve se va, siempre se lleva sus goles con él.

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Aduriz, ayer en San Mamés ante sus compañeros, que le hicieron el pasillo de honor, y Elizegi.
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Aduriz celebra un gol en San Mamés.

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