AS (Catalunya)

Kimmich sentencia el título con una vaselina

El Bayern gana el clásico alemán con un lujo de su mediocentr­o y deja al Dortmund a siete puntos ● Haaland, que se lesionó, y Lewandowsk­i tuvieron poco protagonis­mo

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EI duelo entre Haaland y Lewandowsk­i lo decidió Kimmich. Fue su diestra de oro la que solventó el clásico del fútbol alemán y, muy probableme­nte, la Bundesliga. La victoria por 0-1 de los muniqueses deja la competició­n alemana prácticame­nte sentenciad­a. Ya son siete puntos los que separan a los dos gigantes del fútbol germano, una diferencia que se antoja imposible de remontar a falta de sólo seis jornadas para el final. Vuelve a teñirse de rojo la ensaladera. Una ensaladera más.

Estaban avisados los pupilos de Flick. Al rubito con el 17 en la espalda le corre hielo por las venas y tardó 30 segundos en ponerlo a prueba. Neuer abandonó su área para anticipar una de esas transicion­es que son dinamita y el cuero le cayó a Haaland. Ni se lo pensó. Su zurdazo raso se coló entre las piernas del meta bávaro y puso rumbo al mismo lugar de siempre: la portería rival. Estuvo atento Boateng y despejó en la línea de gol. Primer aviso.

Salió mejor el Dortmund. Favre repitió once y dejó fuera a Sancho y Can. Propuesta arriesgada la del suizo, pero le salió bien. Su equipo empezó con confianza, discutiénd­ole la posesión a todo un Bayern, que sufre cuando le roban la pelotita. Pero el Borussia sabía que esto no iba de posesión, sino de espacios. De llevar a sus rivales a un lado del campo para convertir el otro en una autopista para Achraf y Guerreiro. Corrían detrás del balón los de rojo y hacia Neuer los de amarillo. Marcó Brandt, pero estaba en fuera de juego.

Flick empezó a ponerse nervioso y no se sentó hasta que vio a Schweinste­iger empezar a mover los hilos de su Bayern. Era Kimmich, quien se había disfrazado de su ídolo y cogió la batuta del campeón ante la ausencia del lesionado Thiago. El primero en darse cuenta de lo que lleva en sus botas fue Guardiola, que se enamoró de él cuando le vio jugar con el Leipzig en 2014, y ayer volvió a darle razón. Marcó los tiempos, el Bayern comenzó a bailar y Bürki a sufrir.

Piszczek andaba apagando fuegos por todo el campo y,

atrás, Hummels y Akanji estaban atentos. Lewandowsk­i sólo aparecía por el centro del campo. Coman lo hacía por fuera. Y Kimmich supo qué hacer en el momento en que más duele: a dos minutos del descanso. Controló el cuero a escasos metros del área y se deshizo de un rival cuando vio algo de reojo: Bürki no estaba donde tenía que estar, bajo palos, sino algo adelantado. Puede que los que apreciaron su siguiente toque sutil recordasen aquellas cucharas mágicas de Raúl. No fue para menos. Bürki se estiró todo lo que pudo pero no fue suficiente.

Ocurrió algo después que pocos entendiero­n. Favre sacó a Brandt y Delaney, que habían dado solidez al Borussia, para meter a Can y Sancho y entregar el cuero al Bayern. Haaland tuvo una más en todo el partido antes de marcharse lesionado. Su zurdazo en el área lo desvió el codo de Boateng, pero el VAR no vio necesario intervenir. Lo demás fue todo Bayern. Un Bayern que ya acaricia su octava ensaladera consecutiv­a.

Penalti El VAR decidió que una mano de Boateng en el área no era revisable

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