AS (Catalunya)

La burbuja es azul

El San Pablo Burgos tumba al Madrid y sueña con las semifinale­s ● McFadden, Pablo Aguilar y Jasiel Rivero, decisivos

- RICARDO GONZÁLEZ

La primera gran campanada de esta fase final (excepciona­l, como dice la promoción) llegó al cuarto día. Menos de 48 horas antes habíamos visto los latigazos ofensivos del Madrid ante el Gran Canaria y pocos hubiéramos pronostica­do la gesta del San Pablo Burgos, que pone a los blancos contra las cuerdas, obligados a ganar mañana al Valencia para no depender de terceros. Pero su juego nos convenció, igual que la fe en sus posibilida­des. Por primera vez, el club castellano­leonés, que hace solo tres veranos completaba por fin el ascenso de la ciudad a la ACB, tumba al Real Madrid.

Una proeza que construyó desde los cimientos con pasos cortos y firmes, con mucha concentrac­ión, pelea constante, un gran nivel reboteador (41 a 33), buena circulació­n, eficacia cerca del aro, defensas de ajustes que descolocar­on al rival y una zancada al frente de varios jugadores cuando tocaba, en especial McFadden en la segunda parte, pero también Pablo Aguilar, Jasiel Rivero, Bassas…

Para el Madrid, el segundo partido tras el parón pareció el primero. Se le vieron más las costuras. Mérito del San Pablo, que ya dominó ante el Zaragoza. Y mandó de nuevo pese a la arrancada en tromba de los de Laso, que amagaban con calcar el fulgurante inicio del jueves. Esta vez no hubo 37 puntos en el primer cuarto porque la concentrac­ión y el acierto (2-12) dejaron paso al toma y daca descontrol­ado en el que el Burgos firmó un 16-2 en cuatro minutos. Tavares era la piedra angular del juego blanco (Campazzo, poco lúcido, había salido de titular). Randolph andaba extraviado y la mala selección en el tiro era moneda común.

La entrada de Llull y de Laprovitto­la no trajeron cambios significat­ivos. En el San Pablo, Peñarroya hacía una magnífica labor dando brillo a su juego interior pese a la fuga de Clark. Bien Apic, y admirables Aguilar y Rivero abriendo el campo.

Lo mejor para el Burgos andaba por llegar. A casi todo lo anterior añadió un estirón de McFadden en individual y cinco triples en el tercer cuarto. La brecha se abrió: 65-55. Quedaban 12 minutos, un cuarto NBA. La cosa se ponía seria para el campeón. Tavares no podía dejar la cancha, exigido en pleno colapso, y Laso recurrió a sus clásicos, a Llull (11 tantos entonces), Carroll y Rudy (5), que se exprimiero­n. Y metió a Deck otra vez de interior. En seis minutos, la tortilla había volado y caído del lado contrario: 72-74.

Un respiro de alivio, que siempre trae relajación, y un “no especulamo­s” a viva voz en el corrillo burgalés que les sirvió para darse otro impulso (7974). Y aún restaba el definitivo, después de que Campazzo igualara a 81. El Real no volvió a traspasar el aro. El Burgos cargó con todo, era ahora o nunca, y derribó definitiva­mente la muralla blanca. Victoria histórica, las semifinale­s no son una utopía. El triunfo de un proyecto recién nacido, apenas tres años de vida en la élite, se celebró con dedicación a su hinchada, la que llena día sí y día también el Coliseum. Así se crece. La burbuja en Valencia es azul.

El Valencia Basket se pone líder de su grupo, en la fase final de la Liga Endesa, tras superar al Casademont Zaragoza en un duelo donde no lo tuvo fácil. Los aragoneses mandaron durante toda la primera mitad gracias a un acierto exterior espectacul­ar. Incluso en el último cuarto, con 67-67, tuvieron tiro para ponerse por delante. Pero se encallaron en ese punto, exactament­e, y los taronjas, con un Tobey en plan abusón, acabaron ganando holgadamen­te.

Como sucedió ante el Andorra, el Valencia sustentó su triunfo en la superiorid­ad en la pintura y en el rebote (43-25). No fue casualidad que Tobey, otra vez en dobles figuras (17 puntos y 11 rebotes para 24 de valoración), y Dubljevic (11+9) fueran las mejores piezas del grupo de Ponsarnau.

El anfitrión arrancó con acierto y los aragoneses fríos, pero una antideport­iva de Van Rossom les metió en faena al igual que la zona 2-3 planteada por Fisac. Y escalaron: 20-15 al final del primer cuarto, con dos triplazos del Benzing. Dos canastas de Dubljevic y Loyd parecían poner las cosas en su sitio, pero el Zaragoza tenía otros planes. Y eran ametrallar a los taronjas desde el 6,75: 5 de 8 triples en el segundo periodo les lanzaron en el marcador. Ese acierto desconcert­ó a los valenciano­s y un tiro exterior de Brussino puso la máxima (30-43).

Los taronjas apretaron filas en defensa tras el descanso. La fórmula funciono: dejó a su rival en 10 puntos (59-50 antes del último periodo). En zona e individual ahogaron a los de Fisac, que se encontraba­n desacertad­os, con un Radovic empequeñec­ido por su amigo Dubi. San Emeterio sacaba petróleo hasta poner a su equipo en +7 (67-60), que se esfumó en nada. Pero en ese momento, se evaporaron los aragoneses. Dos buenas defensas que acabaron en contraataq­ue, lanzaron al Valencia(72-67, min. 36). Y de ahí hasta el 16-0 que mandó a la lona a los de Fiscac definitiva­mente.

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