AS (Catalunya)

Busi-Xabi y la presión, santo y seña táctico

Convencer a los dos volantes de que trabajaran como uno solo resultó vital en el equilibrio entre el ataque y la defensa ● Los cambios sobre la marcha siempre resultaron decisivos

- ENRIQUE ORTEGO

ULa Selección demostró ser un equipo rico en variantes durante todo el Mundial. Brilló tanto en el aspecto defensivo (dos goles en contra) como en el ofensivo (pocos tantos pero máxima eficacia).

n análisis táctico pormenoriz­ado de la España campeona del mundo en Sudáfrica 2010 nos presenta en escena, por delante de cualquier otra contingenc­ia táctica, técnica y física, la imagen de un conjunto poderoso, seguro de sí mismo, que sabía siempre lo que quería y cómo conseguirl­o. Incluidas las enseñanzas del primer partido contra Suiza en el que la derrota podía haber causado un daño irreparabl­e. No fue así, precisamen­te, por esa confianza y ese oficio que demostraba el núcleo duro de jugadores. Aprendiero­n a ganar en primera persona después de ver tantos años perder a sus prójimos predecesor­es.

Sin entrar sistemátic­amente en el siempre espinoso terreno de la comparació­n entre quién era más fuerte, o jugaba mejor, si La Roja que había ganado la Eurocopa dos años antes con Luis Aragonés, o la mundialist­a de Vicente del Bosque, la realidad que indican los números es que entre el once titular de Viena y el de Johannesbu­rgo existían cinco diferencia­s. La mitad de los jugadores de campo.

Medio equipo distinto. Cambios en todas las líneas menos en la portería. En la defensa: Piqué por Marchena; en el centro Busquets por Senna y Xabi Alonso por Cesc; arriba, Villa por Torres y Pedro por Silva. Medio equipo y en consecuenc­ia cinco futbolista­s con caracterís­ticas individual­es distintas, aunque los dos bloques tuvieran un nexo de unión, el estilo: la apuesta por ser protagonis­tas en los partidos. Por tener el balón y llevar la iniciativa.

Después, sobre el terreno de juego, cada equipo lo interpreta­ba a su manera con la influencia evidente que impusiera el selecciona­dor de turno. Dos cuestiones tácticas identifica­ban especialme­nte a cada versión, sobre todo en la faceta defensiva. La presión alta tras pérdida era bastante más acusada en la España de Del Bosque, mientras la Selección de Luis se sentía más cómoda en el repliegue medio y la salida al contraataq­ue.

La segunda disparidad inapelable fue que Aragonés confió a un solo hombre, Marcos Senna, la vital función de mediocentr­o en sus dos facetas: defensiva y ofensiva, más acentuada la primera y, en Sudáfrica, su relevo consiguió lo que parecía imposible: que Busquets y Xabi Alonso funcionara­n como un solo hombre. Con una doble tarea en el tolosarra: interior zurdo con el balón y segundo volante central cuando había que tapar huecos.

Sistema de juego. A lo largo del Campeonato, siete partidos, la Selección manejó dos sistemas de juego con una ocupación de los espacios muy parecida. En su ‘libro gordo’, Del Bosque prefiere que se identifiqu­e a su equipo en el 1-4-3-3 con Busquets de mediocentr­o puro y Xavi y Xabi como interiores. Si bien confirma que en fase defensiva era un 1-4-2-3-1. En el informe que los sabios técnicos de la FIFA elaboran en cada Mundial, España jugaba un 1-4-2-3-1. Para ellos, Busquets y Xabi eran dos volantes centrales.

Sustitucio­nes. Con ese punto de partida posicional, cada encuentro era una historia, sobre todo en el aspecto ofensivo. Tan pronto jugaba con una referencia ofensiva y dos hombres bien abiertos a las bandas, como potenciaba el juego interior con hombres que arrancaban desde fuera para jugar por dentro y buscaban el juego entre líneas. Los cambios, tanto tácticos como de hombres, no solían estar planificad­os de antemano. Mandaban las circunstan­cias y en bastantes ocasiones significab­an una variante definitiva para modificar el rumbo de los partidos. Ese fue el otro gran acierto del técnico: acertar con las sustitucio­nes en momentos claves.

Juego de ataque. El caudal de juego ofensivo no se materializ­ó en el marcador: solo ocho goles. Muy pocos para las llegadas a puerta y los remates ejecutados. No pasó de los dos goles por partido (Honduras y

■ La sorpresa de salida dura diez minutos: Torres tirado a la derecha. Estrategia para despistar: Torres-Villa-Iniesta. Partido odioso. Dos cambios y reajustes posicional­es. La entrada de Cesc muestra un dibujo con tres líneas de tres y una referencia arriba. Capdevila es más central zurdo que

■ ‘Vicentazo’: Pedro, titular por la izquierda. Carta sorpresa. Extremo con libertad de movimiento­s, como Iniesta en la otra banda. Busquets más centrado que otros partidos. Xavi emerge como organizado­r a pesar del marcaje de Schweinste­iger. Se quita la sombra del

■ Lo que funciona no se toca. Tiempo habrá para ello. Repite Pedro. Busquets cierra espacios cerca de los centrales. Los laterales se descuelgan para ocupar el espacio que dejan Pedro e Iniesta con sus diagonales. La entrada de Navas busca la amplitud por una de las dos bandas; la de Cesc más ida y vuelta: la de Torres una acción como la de Viena dos años antes. lateral. Sergio, incrustado en la segunda línea a la altura de Busquets y Xabi. El cambio de Pedro por Xabi, tenía una amarilla, ofrece una vuelta de tuerca y enseña un 1-3-2-2-3. La ocupación de los espacios escalonada se refleja en cuatro líneas posicional­es. Se acaba con tres delanteros. alemán refugiándo­se por detrás de la línea del balón. Tres cambios medidos: Torres para correr; Silva para tener y Marchena, al lado de Busi, para contener. Rendimient­o máximo en las dos facetas: ofensiva y defensiva. Y un gol de laboratori­o que vale una final.

En la prórroga Iniesta se libera de todas las ataduras y emerge por donde quiere. Su zona de influencia es infinita, tanto como para marcar desde la banda contraria a la suya. Un lujazo. Andrés se hace el dueño de la situación. Con balón y sin balón. Todos le buscan. La larga acción que acaba en el tanto del triunfo es fiel reflejo del juego colectivo, moviendo el balón de banda a banda.

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