El Madrid irá sin respiro a la final de Granada
Las matemáticas para celebrar el título de Liga, la que sería la 34ª en el palmarés blanco, se aclaran para el Real Madrid. Los de Zidane tendrán que esperar al menos hasta el jueves para entonar el alirón, después de que el Barcelona haya cumplido en sus dos compromisos de esta semana contra Espanyol y Valladolid. El Madrid tenía opciones de asegurarse el campeonato mañana en Granada o incluso ayer mismo sin jugar, pero estaba supeditado a uno o dos pinchazos de los azulgranas que no se han producido.
Que no pueda sellar allí el título, no resta dificultad al desafío en el Nuevo Los Cármenes. El calendario, que parecía benévolo para el Madrid después de superar la semana pasada dos duros exámenes contra Getafe y Athletic, vuelve a endurecerse. Mañana espera un Granada que ha encontrado el punto de forma tras un regreso titubeante y se juega mantener viva la ilusión de entrar en Europa por primera vez en su historia. La victoria en Anoeta ha dejado a los de Diego
Martínez a un punto de la séptima plaza, que da acceso a la Europa League, y en la primera vuelta, pese a la vitoria local (4-2), ya pusieron en apuros a los blancos en el Bernabéu.
El Madrid viaja con otro enemigo: el cansancio. El Barça cumplió ayer con su compromiso de la 36ª jornada menos de 24 horas después de que los blancos finiquitaran el suyo todavía de la 35ª. Los de Zidane han tenido un respiro esta semana, con cuatro días de reposo (126 horas en total desde que acabó el partido de San Mamés) antes de que se enfrentaran el viernes al Alavés.
Pero fue un espejismo antes de un final de Liga con cuatro partidos de “pura locura” (Zidane dixit) condensados en diez días, tres en una semana: 70 horas entre partido y partido. Además, el de Granada será el sexto de los nueve duelos disputados en los que los de Zidane hayan dispuesto de menos tiempo de descanso que su rival. El técnico, poco dado a las excusas, lamentaba tras vencer al Alavés la fatiga en sus futbolistas: “El problema es que jugamos ya el lunes. Vamos a ver. Los jugadores ahora están cansados”.
Cuentas. Después de Granada asoman dos rivales que puede que no se jueguen nada: un Villarreal que quizás llegue al Di Stéfano con la plaza de Europa League en el bolsillo y sin opciones de Champions y un Leganés con papeletas para estar ya dramáticamente sentenciado. El Barça, por su parte, recibirá a un Osasuna prácticamente en tierra de nadie y visitará a un Alavés con la vida en juego.
La Liga no se decidirá, al menos, hasta el jueves, cuando se disputa en horario unificado (21:00 h.) la jornada 37. El Madrid depende de sí mismo para resolver el título esa noche. Le vale con hacer buena la ‘doctrina Zidane’: los 11 partidos de la reanudación son 11 finales que hay que ganar para ser campeón. Un pinchazo del Barcelona ante Osasuna también daría el título al Madrid el jueves con una victoria y un resultado similar al del Barça en el otro partido. Incluso le valdrían dos empates si los de Setién perdieran.
Por ahora, el Madrid cumple la tesis de su técnico: ocho victorias de ocho. Quedan tres finales y con ganar dos partidos el Madrid será campeón. Al actual líder le vale un triunfo y dos empates para alcanzar el objetivo final, pero Zizou ha instalado la idea en el vestuario de que hay que salir a por la victoria, sin especular. El título exige un último esfuerzo. El premio de la Liga les espera.
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Es precioso cuando el fútbol nos quita la razón. Cuando algún jugador avanza parsimonioso, dejando cadáveres por el camino como Terminator. A menudo lo olvidamos pero en este invento todo es cuestión de talento, repetición y paciencia. Lo sabe muy bien Luka Modric, que se ha dedicado en los últimos partidos a lo mismo que durante toda su carrera: reventar pronósticos. El croata está imponiéndose al calendario exigente, a la feroz competencia interna y al reloj biológico. Ha vuelto a los campos insultando al calendario. Recordando que, en plena explosión de Fede Valverde, su fútbol matemático sigue mejorando el centro del campo blanco. Si el Real Madrid gana esta liga Modric será una de las explicaciones. Fresco de piernas y cerebro, el veterano se está exprimiendo cada tres días como el cachorro más pujante de la cantera.
Con Modric siempre ha sido sencillo equivocarse. Recuerdo bien lo que yo mismo escribí cuando llegó al Bernabéu hace ocho años. Me entregué rápido a su calidad, pero en esas primeras apariciones suyas sostuve que fichaban tan solo a un genio inconstante. A un talento indefinido, demasiado débil para explotar la banda e irregular para sostener el ritmo del partido en el centro. La cagada no fue como cuando creí que Cassano expiaría todos sus pecados en Madrid hasta marcar una época pero casi. Desde aquello, Modric ha regalado golazos impensables, ha dominado el centro del campo con un vigor admirable y, en general, se ha dedicado a dejarnos en evidencia a los visionarios.
Sigue haciéndolo. Contra el Alavés volvió a destapar ese rasgo tan contestatario de su personalidad. Modric mejora cada jugada a la que le invitan y su fútbol preciso explica una de las mejores virtudes del actual Real Madrid: el respeto al juego. Conocer tus virtudes y tus defectos. A falta del fuego ofensivo de antaño, Zidane ha armado un equipo escrupuloso en cada acción defensiva. Esa virtud comienza en el triángulo formado por los centrales y Casemiro, pero prosigue en una salida de balón limpísima para no permitir el contragolpe rival. El conocimiento de Modric para aclarar la jugada le está permitiendo al Madrid aplicar un concepto muy sencillo pero que puede valer una Liga.
Está imponiéndose al calendario exigente, la feroz competencia interna y el reloj biológico