El día después
El Espanyol estrena su condición de nuevo equipo de Segunda ante un Eibar que persigue la salvación
Existen dos maneras de acabar con el sufrimiento. Pongamos que es el dolor de una extremidad. Una, la que experimentó el Espanyol en el Camp Nou, consiste en arrancarla de cuajo: el dolor, aunque más intenso, se sofoca antes, si bien la extremidad ya no la recuperarás. El otro modo es el del Eibar, que propone curas y un tratamiento conservador, que prolongará la agonía pero que seguramente llegará a buen puerto. La permanencia.
En esta Liga rara, en verano, sin público, estrenan los pericos hoy otra condición anómala, la de conjunto de Segunda, ante una escuadra armera que estará muy cerca de seguir un año más en Primera en caso de victoria. Es curioso cómo el que durante tantos años fuera un clásico de la categoría de plata puede mantenerse un curso más en la élite a costa del quinto equipo más histórico en las nueve décadas de LaLiga.
Tras seis derrotas seguidas, las dos que heredó de Abelardo y las cuatro que le pertenecen, tratará Rufete de rescatar un amargo premio de consolación a la hinchada del Espanyol, en forma de victoria que haga viable el único y lamentable objetivo que le queda a los blanquiazules (eludir el farolillo rojo) y que, de paso, maquille el desastroso historial del alicantino como técnico. Inmerso en su rueda de sancionados, recupera a Calleri y pierde a Lozano.
También de cumplir castigo regresa Sergio Álvarez en un Eibar que recupera al experico Arbilla y que desde hace 12 días no cuenta ni con Escalante ni con Orellana. Y el gol se resiente. En caso de victoria, los de Mendilibar se situarán a siete puntos del descenso a la espera del Sevilla-Mallorca de esta noche. Los armeros apuntan alto, los pericos ya están desarmados.