AS (Catalunya)

Raúl de Tomás apunta a una cesión a la fuerza

En enero parecía un chollo, hoy es casi una condena

- I. M., A. M. / BARCELONA

Sacaban pecho en el Espanyol, y parecía que no era para menos, cuando en enero se materializ­ó el fichaje de Raúl de Tomás. Medio año después, lo que se antojaba una bicoca ha desembocad­o en una condena. Lo saben en la entidad, y por eso a Francisco Joaquín Pérez Rufete le enerva que hayan trascendid­o detalles de su contrato.

A pesar de que se consideró poco menos que una ganga desde la entidad, lo cierto es que Raúl de Tomás se convirtió nada más llegar en el fichaje más caro en la historia del Espanyol. 20 millones fijos que han acabado siendo 2,5 más. El primer millón extra lo tuvo que especifica­r el Benfica, que al cotizar en Bolsa ni esconde la informació­n ni por ello monta en cólera: se atribuye al mecanismo de solidarida­d de la FIFA, la compensaci­ón por la formación del futbolista, y mayoritari­amente ha ido a parar al Real Madrid.

500.000 euros se marcharon cuando el 9 de febrero anotaba su quinto gol oficial… Que ha acabado siendo el último. Y el millón restante lo debe abonar al Espanyol porque RdT ha disputado diez o más partidos con la blanquiazu­l; concretame­nte, lleva 14, que eran nueve (y por tanto, un millón menos) hasta la llegada de Rufete al banquillo.

Sí se han ahorrado en Cornellà-El Prat otro millón variable, que correspond­ía a la permanenci­a, y que curiosamen­te es el que hubieran pagado más alegrement­e.

El descenso del Espanyol comporta la salida prácticame­nte segura del madrileño, al menos para la próxima temporada. Difícilmen­te se produzca una venta, ya que su cláusula de rescisión si se mantiene en los 60 millones de euros estipulado­s (70 en el caso de que debute con la Selección española), pero sí que tiene todos los números para salir cedido.

Como explicó Esports Cope, está obligado el Espanyol a cederlo si un club sufraga el importe íntegro de su ficha, que ronda los seis millones brutos. Un importe elevadísim­o para un equipo de Segunda pero asumible para un Primera potente, máxime teniendo en cuenta que se habrán ahorrado traspaso y amortizaci­ón, que sí seguirá pagando el club. Su contrato no expira hasta 2026.

Obligados Se irá si un club iguala los seis millones brutos de su ficha

El objetivo de un entrenador debe trascender los resultados y devenir un mensaje

Yo no obedezco a Dios, comparto su opinión”. La sentencia es de Séneca y yo se la leí a Emmanuel Carrère, en El Reino. Fue el verano pasado, con la temporada terminada y el consabido baile de nombres de responsabl­es en los banquillos. Inmediatam­ente, pensé en la figura del entrenador y su relación con los jugadores —y sus egos—, que se mueve entre los polos de la tensión, la jerarquía, la amistad y la devoción. También pensé en cómo se le ve al míster desde la grada. No es labor fácil su labor: debe a un mismo tiempo ordenar a los jugadores —en los dos sentidos de la palabra— y convencer a propios y extraños del valor de su mensaje.

Un conocido me dijo un día que el objetivo de un jefe debe ser que se hable mal de él mientras ejerce y bien cuando ya no está. Debo aclarar que ya no es jefe y sus exsubordin­ados siguen poniéndolo a caer de un burro. Pero tenía algo de razón. No pasa nada porque la estrella mire al suelo con rabia, como un niño reprendido, cuando el míster le recuerda desde la banda que ha perdido su posición. Tampoco cuando el público protesta un cambio. Al contrario, al entrenador, como a los creadores, a veces le hace más daño el elogio que la crítica. Cito una camiseta que regalaron a mi hijo en París: el arte es un trabajo sucio, pero alguien ha de hacerlo.

Con la temporada concluyend­o, todos giran la cabeza hacia el banquillo, que deviene de los acusados. Entre los descendido­s y aquellos que moran la zona inane de la tabla, quienes creyeron en el nuevo entrenador y propagaron su fe, matizan ahora como Iván Karamazov que no reniegan de Dios, sino de su obra. En el lado de los victorioso­s, los hinchas adoran ídolos que, tarde o temprano, harán caer. Porque en el deporte se gana o se pierde, pero siempre pierde al final. Por eso, el objetivo de un entrenador debe trascender los resultados, como la fe traspasa los hechos, y devenir un mensaje. Su legado ha de ser la palabra. Palabra que hinchas y jugadores observen como Séneca decía recibir las órdenes de Dios. Solo así su nombre perdurará.

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Raúl de Tomás levanta la mano durante uno de sus últimos partidos en el RCDE Stadium.

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