AS (Catalunya)

Nagelsmann deslizó que tuvo una riña con Simeone

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■ Nagelsmann, técnico del Atlético, dejó caer tras el encuentro que tuvo un ligero encontrona­zo con Simeone durante el descanso del Leipzig-Atlético. Primero lo comentó para Sky Sports, preguntado por ese duelo intenso que habían vivido en la banda: “Excepto en el descanso, todo estuvo bien. Ahí mostró brevemente que es un ganador y que quiere ganar todo el tiempo. No te voy a contar ahora en detalle. Pero hay cámaras...”. Ante la cuestión directa de si fue algo antideport­ivo, el entrenador alemán zanjó con un “Yo no lo hubiera hecho”.

El míster del Leipzig no quiso dar mayor importanci­a a lo ocurrido y luego se explicó en la conferenci­a de prensa, en la que incluyó elogios hacia el Cholo: “Me ha felicitado, fue muy sincero, me ha dicho que hemos hecho un buen partido y que la victoria fue merecida. En el descanso hubo una pequeña riña sin importanci­a. Es un ganador increíble, que quiere vencer incluso en el descanso. Pero eso no es malo. Yo le he dicho que es fantástico conocer a un entrenador con su carácter. Le he felicitado por su personalid­ad”. La tensión del encuentro y el temperamen­to de ambos técnicos provocaron chispas, pero la cosa no pasó a mayores en el José Alvalade.

Pintaba todo tan bien que la sola idea de mostrarse prudente era patética

El hostiazo es una decepción muy particular, y muy futbolísti­ca. Naturalmen­te, es anterior al fútbol. No existiría el fútbol y nos estaríamos llevando hostiazos todo el tiempo. No son más que una forma inevitable de abrirse paso en la vida. En ese sentido, podemos estar tranquilos. Siempre habrá alguien con motivos de sobra para sentir alegría, porque sus planes van a salir bien, y que de pronto esté hundido en la miseria, ya que nada salió como lo había planeado, y toda la alegría, al repasarla, se reduce a disgusto. No lo vio venir. No quiso. Pintaba todo tan bien que la sola idea de mostrarse prudente era patética. Esas son las condicione­s ideales para que se produzca el hostiazo, que es algo más que un desengaño, o, en todo caso, un desengaño que no se te pasa por la cabeza.

Yasí cayó el Atlético ante el Leipzig. Fue un hostiazo modélico. El equipo estaba a dos partidos de presentars­e en otra final de Champions y los rivales que iban a salirle al paso, después de eliminar al Liverpool al más puro estilo inexplicab­le, invitaban a la alegría, aunque no fueses demasiado partidario de ella, por todo lo bueno que tiene en sí misma, como cuando el cómico Oscar Levant, para evitar la felicidad, dio la espalda a la bebida alegando que no le gustaba porque “me hace sentir bien”.

No es que el sorteo le deparase el Leipzig en cuartos. Es que, si pasaba esa eliminator­ia, a continuaci­ón no iba encontrars­e ni al Bayern, ni al City, ni al Barça.

Y lo mejor de todo, si llegaba a la final no estaría esperándol­o el Madrid. Era el escenario perfecto. Pensar en un horizonte aún más beneficios­o te hacía sentirte un abusón. Te podías ver a ti mismo diciendo, como en su día Guardiola, aquello de que “no me gusta ganar porque sí”. En fin, en el simple acto de prever el modo en que podrían salir las cosas se concentrab­a un gran júbilo. Y entonces llegó el hostiazo. Su sonido, su fuerza, todo te resultó demasiado familiar, porque al fin y al cabo solo era un hostiazo más. Ni hostia te pareció.

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Simeone, en un momento del partido ante el Leipzig.
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Nagelsmann.

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