AS (Catalunya)

Una pregunta incómoda en Can Barça

- JUAN JIMÉNEZ @juanjimeni­sta

Utilizado.

Messi ha acabado haciendo lo que siempre negó. Poniendo (quitando en este caso) presidente­s. De los entrenador­es algo se sabía ya. Supimos de sus mensajes y sus desavenenc­ias con Guardiola (“nos acabaremos haciendo daño”), con Martino (“sé que si usted llama al presidente me despiden esta tarde, pero no hace falta que me lo recuerde cada día”, cuentan que le dijo el Tata en un entrenamie­nto) y de su pulso en las alturas con Luis Enrique. Messi sabe que su marcha es la sentencia final de Bartomeu, pero lo que peor le debe sentar, si es que su pretensión de verdad nunca fue esa, es que Font, Rousaud o Laporta lo estén utilizando a cara descubiert­a como un arma electoral. Porque si realmente la prioridad de los tres precandida­tos fuese el Barça, lo que deberían estar haciendo es trabajar su renovación consiguien­do que el futbolista, si es que como proclamó tiene un compromiso de amor con el club más allá de lo que diga una firma, soportase seis meses más a Bartomeu como ha hecho seis años. ¿O es que acaso les interesa a todos, y no sólo a Bartomeu para cuadrar las cuentas, que el ciclo se termine aquí y empezar uno nuevo con las manos limpias en 2021?

Antimessis­tas.

Después de los kubalistas, los suaristas, los nuñistas o los cruyffista­s, el famoso burofax ha dividido a la afición en lo único que había estado de acuerdo en los últimos quince años. El modo de comportami­ento del argentino ha hecho brotar antimessis­tas. El otro bando, más numeroso segurament­e, sigue pensando que a Messi lo ha acabado echando la incapacida­d del presidente. En todo caso, su continuida­d, si por alguna casualidad el argentino terminase siguiendo, resultaría tóxica porque haría florecer un nuevo guerracivi­lismo en el avispero de Can Barça. Aunque es muy probable que ese enfrentami­ento vaya a desencaden­arse en los próximos tiempos incluso con el argentino fuera.

Lección.

Si algún aprendizaj­e dejará el final de Messi en las oficinas del Barça, es que ningún jugador y su séquito puede alcanzar ese poder supremo. Este ha sido el comentario más escuchado estos días en el club. El Barça ha carecido de una figura de director ejecutivo, ese Jerry Krause de los Bulls de Jordan, que impida que la cadena de poder se ponga boca abajo. Nadie los ha podido contener. Y en eso, como en tantas otras cosas, sí que no hay más responsabl­e que Bartomeu. El final de esta historia estaba escrito hace años. Era cuestión de tiempo. Ahora, es mejor que no haya marcha atrás. ¿Acaso no es lo que les interesa a todos?

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