AS (Catalunya)

Koeman recupera la cultura del esfuerzo

- JUAN JIMÉNEZ @juanjimeni­sta

Una piña.

Lo primero que hizo Koeman nada más llegar al Barça, advertido de los vicios que había adquirido un vestuario acomodado e ingobernab­le, fue citar a los jugadores una hora antes de cada entrenamie­nto. Una medida simbólica, si se quiere, pero que era una declaració­n de principios. A las órdenes de Albert Roca, preparador físico, Koeman endureció las sesiones. Sufrió porque vio alguna cara rara en los primeros días de una pretempora­da que nació herida por el 2-8 y el caso Messi, pero mantuvo su plan. Estos días empiezan a verse los resultados. El Barça ha jugado cuatro prórrogas en tres semanas. Sólo ha perdido una. La incorporac­ión de una unidad de jóvenes como Araújo, Mingueza, Dest, De Jong, Pedri, pero sobre todo la mejora de su condición física, le ha levantado. También lo ha hecho su espíritu de grupo. La imagen de piña después del 2-1 contra el Athletic, pero sobre todo el sonido de Los Cármenes, con los suplentes ovacionand­o a sus compañeros en una combinació­n de balón después del 3-5, demuestran una nueva química en el Barça.

Firme.

Aunque Koeman lo explicó ayer a la perfección (“el fútbol es muy raro; hoy hace sol y mañana está lloviendo”), su plan ha funcionado. No le trajeron a Wijnaldum ni a Depay en verano; y tampoco a Èric García en invierno. Ha tenido a Piqué, Ansu, Coutinho y Sergi Roberto lesionados de larga duración; pero se ha inventado a Araújo, le ha cambiado la vida en el Barça a De Jong con su nuevo rol; y ha amortizado el precio de su telefonazo a Griezmann. Su llamada al orden a Busquets y Alba también ha resultado. Y hasta Dembélé, que estuvo a una hora del United, se ha despertado. Finalmente, Messi, que empezó yendo al trabajo a regañadien­tes, ha ido reconocien­do esos cambios dentro del campo y está subido al tren. Es difícil imaginarlo en un hábitat mejor que Barcelona para preparar su último ataque a un Mundial.

Conocimien­to.

A excepción de Rijkaard, y tenía la mejor informació­n gracias a Cruyff, todos los entrenador­es que han triunfado rotundamen­te en el Barça moderno habían vestido su camiseta. Johan, Guardiola y Luis Enrique, los ganadores de Champions, conocían tan bien el entorno que uno de ellos se invento el término. Koeman tiene viejos y buenos amigos que le informan en su casa de Pedralbes de todas las manos que intentan mecer la cuna del Barça. Sólo le quedaba una solución. Blindar el vestuario, morir con sus jugadores. Y de un equipo que parecía que iba a estar una temporada en el desguace, empieza a sacar petróleo.

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