Orriols dictará s
Mucha igualdad y respeto en el partido de ida de las semifin ● Melero adelantó al Levante con un gol que vale oro ●Í
Frente al descalabro azulgrana y ese Sevilla al que parece faltarle solo el meñique para plantarse en la final de Copa, en la otra parte del cuadro, la cosa tiene miga. A estas alturas nadie podría apostar ni medio euro a si Athletic o Levante serán los que se planten en La Cartuja a mediados de abril. Cada uno sigue con su sueño intacto. Los leones, con el del triplete entre ceja y ceja tras el supercampeonato y el derbi de coronación aplazado en 2020. Y los granotas, con la idea de su primera final en más un siglo de vida. Orriols decidirá. El tanteo inicial provocó un combate nulo. Un tiempo para cada uno. El primero, con un Levante descarado y dominador. Y el segundo, gobernado con mano de hierro por los bilbaínos, que coleccionaron ocasiones. Tendrán que marcar en campo enemigo si quieren pasar. La tensión fue palpable y ninguno se acercó a su mejor versión. Los argumentos futbolísticos fueron incompletos.
Paco López venía distinguiendo en su equipo entre una facción liguera y otra copera. Esta vez, en un momento tan señalado para la posteridad, solo dejó a Cárdenas en la meta y Coke en el lateral derecho como vestigios del segundo grupo. Y no se abonó a ese 4-4-2 que es como la Biblia para Marcelino, un credo que no abandona ni en un naufragio. Puso el técnico granota un 4-1-4-1, con Radoja por delante de la defensa y Roger como referencia en punta. Así que diseñó una madeja de cinco jugadores en medio campo y salió dominando en esa olla donde se cuece el fútbol. En fase defensiva, el jugador serbio se incrustaba como tercer central, con lo que hacían trizas por superioridad a Raúl García y Williams.
El Levante no entiende de sumisiones por orden de la historia, ni de regalar el preciado el balón a alguien que se autodenomina supercampeón de España. Salió a jugar en campo enemigo con una alegría contagiosa e hizo correr a los leones detrás de la pelota y de las sombras que proyectaban sus jugadores sobre el césped. Dominó todas las facetas del juego, mientras que el Athletic estaba sin ritmo, se precipitaba ansioso y no digería bien lo que tenía que hacer para contrarrestar semejante abuso.
El gol llegó por pura inercia. Un balón a la banda al omnipresente De Frutos y este tuvo tiempo para meter un gran centro. Melero estaba abanicándose en el área, más solo que el sheriff en una película de forajidos. Vencedor, jugador de clase que representa parte del futuro de la entidad, no fue a cubrir ese hueco. El fallo del centrocampista madrileño a la hora de echar el lazo fue curiosamente un control perfecto. Tuvo tiempo para armar el disparo silbando y fusiló a Unai Simón. Después acabó lesionado.
El Athletic llegaba tarde a todo. Si le avisaban que salía el AVE para la final, podría pensarse que esperaba al siguiente tren. Nunca echa el candado a su portería. Siempre