AS (Catalunya)

El Madrid tiene una misión

Los blancos elevan su espectacul­ar racha ACB a horas de jugarse su futuro europeo ● Garuba logra cuatro 2+1

- RICARDO GONZÁLEZ

El Madrid tiene una misión en la ACB: no permitirse ni un solo despiste contra rivales en teoría inferiores y llegar al playoff como primer clasificad­o. Luego, ya se verá. De momento, su temporada liguera es espectacul­ar (25 de 26), muy por encima de las expectativ­as pese a la pila de inconvenie­ntes que amontona. La victoria ante el Monbus Obradoiro fue una más de mérito en un momento inoportuno. Los blancos empezaron pletóricos, con el vigor de Garuba y el acierto de Laprovitto­la; se desinflaro­n algo frente a los cambios defensivos locales y el empuje de Enoch y Robertson; y acabaron con un fuerte demarraje donde antes habían fallado, en el triple. Causeur (17 puntos) y Carroll (12 en 12 minutos) protagoniz­aron un buen cierre de función.

El Madrid no necesita levantar la cabeza para ver lo que se le viene encima en clave Euroliga en las próximas horas: básicament­e, vivir o morir. Siente la presión por la cita de mañana en la cancha del Villeurban­ne. De ahí que el duelo de ayer fuese como una china en mitad del camino. El riesgo de que se le metiera en el zapato y le hiciera rozadura era elevado, por eso salió a darle un puntapié para despejar el camino. Tan bien lo hizo de salida, que casi pareció que lo resolvería en un acto. En el minuto 6, un triple de Laprovitto­la, después de otro de Deck y del segundo 2+1 de Garuba (¡acabó con cuatro!), ponía el +16: 4-20. Lapro hacía y deshacía a su antojo, Garuba era un factor decisivo atrás y Taylor neutraliza­ba a Robertson.

El Obra no podía causarle menos daño al líder, así que tocaba rendición o reacción. Y vimos lo segundo, sobre todo, por la entrada de Steven Enoch (pasaporte armenio), un pívot físico recién salido de la universida­d y que venía de hacerle 24 puntos y 34 de valoración al Unicaja. En sus primeros 11 minutos, acumuló 10 tantos y 17 créditos. Su fuerza cerca del aro dio un empujón a Robertson. Ambos se retroalime­ntaron: gran zancada del Obradoiro (29-34).

La piedrecita amenazaba de nuevo con colarse en el zapato blanco. Laso trataba de repartir los minutos, de no sobrecarga­r a ningún jugador, en especial a Thompkins y Tavares, aunque ambos volvieron a coincidir en el asalto decisivo (tres minutos, los que tardó Edy en cometer su cuarta falta). Con 56-60, el Real giró una vuelta la llave defensiva y pasó de viajar con un paupérrimo 4 de 21 en triples a descerraja­r 7 de 8, cuatro de cuatro de Carroll y otros dos de Causeur sin mácula. Un jaque mate de ajedrecist­a grande.

Los 64 puntos al descanso del Barça (su mejor anotación desde la temporada 89-90) dan buena muestra de por qué derroteros transcurri­ó el partido, con los azulgrana en unos porcentaje­s de tiro altísimos y el Estudiante­s con una defensa demasiado permisiva. Decidieron los madrileños jugar a ver quién tenía más acierto, y en eso el Barça siempre es un mal rival. Con una calidad altísima, con poco que tengan el día son casi imparables. Y así fue.

El duelo arrancó con un Estudiante­s sostenido por Barea, pero dando ya signos de los males que le lastraron todo el partido. El primero, la poca intensidad defensiva, que permitió muchos puntos del Barça. Este factor influyó también en el rebote, azulgrana, que dio aún más opciones de tiro a los de Jasikevici­us. Con sus tiradores exteriores acertados (Mirotic incluido) la diferencia en el marcador se iba agrandando. El Barça no paró y siguió haciendo hueco, rotando el banquillo y dando muchos minutos a jugadores menos habituales. Estaban insultante­mente cómodos.

Con una ventaja por encima de los 30 puntos, los minutos finales de duelo fueron un mero trámite en el que el único objetivo visitante fue evitar un mal mayor. El Barça se divirtió.

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Usman Garuba, pívot del Real Madrid, se lanza al suelo para intentar quitarle el balón a Kassius Robertson, escolta del Monbus Obradoiro. Los dos jugaron un buen partido.

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