AS (Catalunya)

Unai Simón persiste en la equivocaci­ón

Al portero del Athletic le atrapa la desconfian­za

- JAVIER SILLÉS

La última secuencia de partidos deja en duda a Unai Simón. Jorge Molina reivindica su período de madurez y Arrasate le gana la mano a Emery. Bajo sospecha.

La temporada más importante de Unai Simón (23 años) escenifica el frágil equilibrio de la portería. Titular en el Athletic y en la Selección, no se termina de alejar de la duda. Siempre expuestos, los porteros son víctimas propicias para el error por la singularid­ad de su puesto. Pueden parar y mucho, pero cualquier equívoco puntual tira por tierra las actuacione­s más notorias. El principal problema de Unai Simón, al que no se pueden negar sus grandes condicione­s, radica en que está fallando en exceso. Es el portero de LaLiga que lidera el parámetro de Opta de errores de gol con cinco. Figura así en un Athletic que resulta ser el segundo equipo al que menos disparan —sólo por detrás de la Real Sociedad—, con un promedio de paradas no demasiado alto (61%). No se le ve seguro en casi ninguna de sus intervenci­ones. La próxima final de Copa y el sueño de la Eurocopa, si Luis Enrique mantiene su confianza en él, son estaciones para transforma­r la incertidum­bre en certezas. A tiempo está de todo.

Goles para siempre.

El trazo épico de la campaña del Granada tuvo un capítulo más en Valladolid. Entre medias de la eliminator­ia histórica contra el Manchester United, tan en contra ahora sin merecerlo, se dio el gustazo de remontar en Pucela en un acto de fe final. Y de fútbol. Diego Martínez apostó por una doble punta para dar la vuelta al partido ante un rival absorbido por el miedo perder. Justo lo que nunca ha tenido Jorge Molina (38 años), delantero de por vida.

La jugada del 1-1 expone su capacidad de giro, asociación y sabiduría para moverse en los metros finales. Mientras todos atacaban el área pequeña, él se quedó quieto para esperar el centro atrás de Foulquier. El secreto de su eterna reivindica­ción.

Entrenador de categoría.

El impulso de

Osasuna frente al Villarreal parece definitivo. Cuando ocupaba zona de descenso durante tantas jornadas, se intuía que debía salir por pura convicción en el mensaje de Arrasate. Existe cierto grado de injusticia en la crítica sobre el técnico rojillo, un entrenador que ha dado un vuelco por completo a la trayectori­a de Osasuna y que se ha ganado a pulso una mayor considerac­ión nacional. La victoria ante el Villarreal se empezó a fraguar en la alineación de Javi Martínez, tan pendiente en la presión sobre Parejo, para hacer frente al juego interior amarillo. La entrada de Manu Sánchez después aportó centros al área (cinco) y la profundida­d suficiente en la izquierda —picos de 45% de ataques por este costado del 60’ al 90’— en la búsqueda de un triunfo que pone a Osasuna en una situación muy dulce para afrontar el final de campaña.

La forma de vencer.

Cuanto más se hace menos queda por hacer, aunque a veces con poco es bastante. Suele ocurrir con el Cádiz, cuya etiqueta competitiv­a le acerca siempre al éxito. En sus tres últimos triunfos contra Eibar, Valencia y Getafe, la estadístic­a predictiva, a través del índice de goles esperados —asigna una probabilid­ad de que una ocasión sea gol—, dictó que debería haber perdido. En el Coliseum sólo tuvo 0,5 goles esperados por los 2,5 del Getafe. Este es el Cádiz. La liturgia de sus partidos pretende que sucedan pocas cosas. Y así está ya a nueve puntos del descenso.

Ganar El Cádiz se aleja del descenso pese a la estadístic­a predictiva

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Unai Simón.
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