AS (Galicia)

De Balón de Oro a equipo de oro

Un Madrid que atacó en manada hizo trizas al Granada ● Doblete y partidazo de Isco ● Casemiro, 21º jugador que marca en el curso ● Brilló Marcelo

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JESÚS AGUILERA, CHEMA DÍAZ, JAVIER GANDUL Y EMILIO COBOS

Fue un partido masaje, pero también una prueba más de que no hay quien tosa a este Madrid desatado. Con un ataque a gran escala igualó el récord de encuentros sin perder de Luis Enrique en un partido que fue de toda la tribu. Se pasó de la ceremonia del Balón de Oro de Cristiano a la consagraci­ón del equipo de oro, en el que el portugués ya es la parte y no el todo. El Granada no discutió la matanza. Un monstruo vino a verle y se lo llevó por delante.

El equipo de Alcaraz llegó penúltimo, descompues­to por las bajas y con sus esperanzas en el mercado y no en el Bernabéu, pero se adivina un proceso de optimizaci­ón colectiva en el Madrid a lomos de una gran racha de resultados. Como ante el Sevilla, elevó su presión hasta tres cuartos de campo, con el mérito añadido de que esa vez le exigió esa maniobra de desgaste a Isco, Benzema y Cristiano y no a los meritorios. Samper cayó en la primera emboscada y ahí se marchó por el desagüe el Granada, rematado por un gol en fuera de juego de Benzema.

Modric, los laterales e Isco fueron la santísima trinidad a costa de un adversario fantasma. El croata es un estupendo jefe de filas: dirige, quita, asiste, marca el paso. El jugador de esta Liga. El cuarto gol le canoniza: acudió a la presión, robó la pelota y se la puso a Isco. Carvajal y Marcelo le evitan los extremos a Zidane. Son los propulsore­s del juego y permiten al técnico ahorrarse jugadores por los costados y asociar el talento por dentro. Marcelo le regaló el tercer gol a Cristiano con la habilidad y el temple en el centro de un exterior clásico. Y completó el triángulo Isco, verso libre, que tocó todos los instrument­os: se retrasó, afinó entre líneas, fue el socio de todos y el rematador de guardia. Un jugador asombroso del que el Madrid no puede desprender­se.

Con esa biodiversi­dad y la potencia de fuego de Benzema y Cristiano, aunque a un nivel por debajo del equipo, el Madrid construyó un partido perfecto, con sentido de grupo, solidario en el quite y en la creación, en el que se aburrieron sus centrales y apenas se le exigió a Casemiro, que tan ocioso se vio que cruzó la frontera para convertirs­e en el jugador número 21 de la plantilla que marca esta temporada. Abundaron los minutos de fútbol de salón, con el balón circulando a una velocidad fuera del alcance del desmoviliz­ado Granada. Cada combinació­n del Madrid acabó en Ochoa, superadas las dos líneas defensivas andaluzas, que resultaron imaginaria­s.

Luego Zidane aseó el ambiente y activó medidas de prevención. Retiró a Kroos, en peligro de suspensión, y a Marcelo, clamorosam­ente ovacionado, premio a su década prodigiosa, y metió a James, en proceso de rehabilita­ción. Un mensaje de que quien siembra, recoge. El colombiano dejó su décima asistencia del curso. Otra vez está en el tren. Un tren de altísima velocidad.

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