AS (Galicia)

Se soñó, que no es poco

- DESDE LA GRADA JOSÉ Mª LÓPEZ

Casta. El himno de El Arrebato grabó a fuego en el ADN sevillista el “dicen que nunca se rinde”, pero el himno clásico de la entidad califica al club de Nervión como el de “la casta y el coraje”. Eso fue lo que demostraro­n los de Sampaoli durante todo el encuentro, pero el sueño se rompió con la carrera de Asensio en el 47’. Metió el miedo en el cuerpo al Real Madrid e hizo todo aquello que se esperó en la ida pero no apareció. Había que obrar el milagro y, al menos, el Sánchez Pizjuán soñó en una primera parte primorosa.

Once. El once de Sampaoli dejó claro desde que fue oficial que el argentino pensaba en la Liga más que en la remontada. Sólo cuatro de los titulares que golearon a la Real el pasado fin de semana repitieron: Rami, Mercado, Escudero y Ben Yedder. Mariano, Nzonzi y Franco Vázquez ni se vistieron de corto. Y hasta en la portería hubo rotación. Sin embargo, la actitud, orgullo e intensidad de los menos habituales borró cualquier atisbo de duda. La camiseta del Sevilla exige compromiso. Y lo hubo a cantidades industrial­es.

Esfuerzo. El caso es que tras el empate del Real Madrid el Sevilla siguió dándolo todo, sin regular ningún tipo de esfuerzo. De hecho, Sampaoli sacó al césped a dos intocables que ayer descansaba­n en el banquillo: Vitolo y Nasri. Y el Sevilla se fue a por la portería de Casilla como si nada hubiera pasado, como una forma de redimirse ante su parroquia por lo de la ida. Y Nervión lo reconoció, no fue para menos. Queda por ver si ese esfuerzo pasa factura pasado mañana.

Debuts. Fue la noche de los estrenos como sevillista­s de Lenglet y Jovetic. El joven central francés partió como titular e hizo gala de su mejor virtud: una salida de balón notable. Pero también se fajó con los delanteros madridista­s y salió victorioso de la mayoría de los duelos. Jovetic, por su parte, entró en el descuento de la primera mitad por lesión de Correa. En la segunda, en la primera ocasión que tuvo, se estrenó como goleador con una genial volea a pase de Escudero. Habrá que verlos todavía a ambos pero todo indica que Monchi ha vuelto a hacerlo.

Arbitraje. Iba a ser mirado con lupa Undiano Mallenco tras el arbitraje de Mateu en la ida y, a pesar de que Sampaoli pidió que la afición estuviera más encima del equipo que del colegiado, el sevillismo estuvo de uñas con el navarro todo el encuentro. Se protestó absolutame­nte todo, con más o menos razón, y el penalti de Kranevitte­r a Casemiro colmó el vaso de la paciencia.

Racha. Se hablará mucho de que la racha del Real Madrid de Zidane continúa intacta pero al sevillista lo que le importa es que 13 eliminator­ias consecutiv­as después, el Sevilla vuelve a quedar eliminado. El subcampeón se despidió de la competició­n con mucha honra, pero dijo adiós, que es lo que cuenta. Algún aficionado, con cierta guasa, comentaba a la salida del estadio que el empate de Benzema en el descuento era una buena noticia, puesto que ganarle dos partidos seguidos al Real Madrid en tres días hubiera sido misión imposible y que ahora hay más opciones en Liga.

Y Ramos. La relación entre Sergio Ramos y el Sevilla es complicada por mucho que ambos hayan puesto de su parte para normalizar­lo. Un sector de la afición sigue sin perdonarle aquella traición del verano de 2005 y con ella se encaró Ramos tras convertir su penalti a lo Panenka. El caso es que provocó que todo el campo se volviera contra él por mucho que pidiera perdón. El domingo le espera un infierno.

El Sevilla metió el miedo en el cuerpo al Real Madrid en una primera parte primorosa. Había que obrar el milagro pero, al menos, el Sánchez Pizjuán se permitió el lujo de soñar con la remontada.

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