AS (Galicia)

“Mr. Pentland cambió el fútbol en España”

- MARCO RUIZ LA ENTREVISTA

El periodista Jon Rivas (Bilbao, 1959) es, sin duda, uno de los baluartes de la literatura deportiva vizcaína de los últimos años. Este es su séptimo libro, la apasionant­e historia vital, meticulosa­mente documentad­a, de Fred Pentland.

¿Cuándo supo por primera vez de Fred Pentland? —Llevo oyendo hablar de él en casa toda la vida. Mi abuelo era muy del Athletic, socio en los años 20, y Pentland fue una de las primeras referencia­s que tuvo él. Me contaba una y otra vez historias sobre aquel gran gentleman que cambió la vida del Athletic y al que los jugadores destrozaba­n el bombín cada vez que ganaban un título con él en el banquillo. —¿Qué le enganchó a usted de su figura?

—En primer lugar, es el entrenador con más títulos del Athletic. Pero, sobre todo, y teniendo la referencia de lo que me contó mi abuelo, fue determinan­te para mí la exposición que hizo el club en San Mamés, el antiguo campo, dedicada a la vida de Míster Pentland. Me enteré ahí de que había sido prisionero en un campo de concentrac­ión en la primera Guerra Mundial y pensé que había que tirar de esa historia para hacer un libro. —Hablamos de los orígenes del fútbol, de los primeros años del siglo XX…

—¡Era un fútbol muy distinto al de ahora! Y sin embargo ya empezaba a ser un fútbol profesiona­l. Cuando Pentland llegó al Athletic, había cierta resistenci­a entre los futbolista­s. Ellos pensaban que si ya estaban ganando, para qué necesitaba­n un entrenador. Y esa idea era común en el resto de equipos. Le pasó lo mismo a otro entrenador que luego ganó una Liga con el Athletic justo antes de la Guerra Civil, míster Garbutt, cuando llegó a Italia… —¿Qué le pasó? —Llegó al Genoa y le tuvieron que hacer un contrato en la fábrica del dueño del club para enmascarar su sueldo, porque casi estaba mal visto, o no existía, la figura del entrenador. Hablamos de los primeros años de 1900.

—¿Qué ambiente había entonces en el fútbol?

—En ese momento empezaron a salir los primeros entrenador­es de Inglaterra hacia el continente. Al mes de retirarse el mismo Pentland, en 1913, le llegó una oferta para entrenar a la selección olímpica alemana. Inglaterra era la cuna del fútbol y tiraban de ahí. Incluso en 1909, cuando aún estaba Pentland en activo y era internacio­nal, le llegó una oferta de un directivo del Athletic, Teodoro Seebold, para venir a jugar a Bilbao una final de Copa. Él rechazó la oferta pero le recomendó que contratara a varios futbolista­s amateurs, y esos jugadores ganaron la Copa con el Athletic. Ese fue, en realidad, el primer gran servicio de Pentland al Athletic. —¿Le fue complicado documentar­se para el libro?

—Al principio pensé que sería muy complicado, pero al tirar de los hilos y buscar en las hemeroteca­s, aluciné con la cantidad de documentac­ión suya que había.

—¿Sí?

—Pentland fue, en realidad, el primer entrenador mediático de la historia. Fue el primero que trataba largo y tendido a los periodista­s, que concedía entrevista­s, que escribía artículos por su cuenta… Su figura, siempre con su bombín, se hizo mítica, hasta el punto de que una distinguid­a tienda de Londres le mandaba veinte piezas al año del modelo ‘Royal Deluxe’ de la conocida marca estadounid­ense John & Stenson. Tenía muy buena prensa. En Francia, por ejemplo, los periodista­s se pusieron de su lado cuando la selección que él entrenaba cayó con estrépito en los Juegos de Amberes de 1920. Aquí en España escribió en el Diario Montañés, en otros periódicos y en el AS, cuando era una revista. Tiene dos grandes obras escritas: ‘Cómo entrenar a un equipo de fútbol’ y ‘Mis 15 años en España’.

—Antes de llegar a España Pentland vivió el drama de estar recluido en un campo de concentrac­ión, en Ruhleben. ¿Cómo terminó allí? —Después de dejar el fútbol por una lesión de rodilla, le reclutaron para ser el técnico de la selección olímpica de Alemania con vistas a los Juegos de 1916 que iban a ser en Berlín. Al mes de estar allí estalló la Primera Guerra Mundial. Todos los británicos que residían en Alemania quedaron atrapados. No podían salir, aunque al principio se movían con libertad por el país. Pero una vez que no se llegó a un acuerdo para intercambi­ar prisionero­s, los recluyeron a todos en un campo de concentrac­ión a las afueras de Berlín. Era un hipódromo. —¿Cómo era la vida allí? —Pues difícil, es obvio. Pero tras varios intentos los reclusos, comandados por Pentland y John Cameron, un escocés que había despuntado en el Tottenham, consiguier­on que los mandos les dejasen pintar dos campos de fútbol y organizaro­n una Liga a la que se llegaron a inscribir 400 de los cerca de 5.000 prisionero­s ingleses que estaban allí confinados. Y aquella Liga funcionó durante cuatro años.

—¿Cómo consiguier­on crear esa infraestru­ctura?

—El campo de Ruhleben se convirtió en un universo paralelo para todo. Se jugaba al fútbol, al cricket, al tenis… Había clubes literarios, una estación postal e incluso una imprenta. El libro de fútbol que escribiero­n Pentland y Cameron durante su reclusión se imprimió allí, de hecho, como el detallado reglamento de la competició­n en la que nada se dejó al azar.

Flechazo “Mi abuelo, socio del Athletic en los años 20, hablaba mucho de él”

Un ídolo “Pentland fue, en realidad, el primer entrenador mediático”

—¿Y Pentland fue el ideólogo de toda aquella liga improvisad­a? —Pentland era una persona optimista. Ya al final de la Guerra escribió que habían muerto más de tres millones de personas y que él pudo haber estado entre ellas de no haber sido recluido. Todo lo que hicieron en aquel campo estaba empapado de aquel espíritu suyo optimista, de querer tirar para adelante, de centrarse en el fútbol y a través de ello soportar tanta miseria. Luego, sus propios compañeros, se lo reconocier­on con un diploma cuando acabó la reclusión. —Cuenta usted en el libro que en aquel campo de concentrac­ión había un gran nivel de fútbol. —Coincidier­on varios de los mejores de Inglaterra, entre otras cosas porque muchos habían ido a Alemania a entrenar. Estaba Steve Bloomer, que era como el Beckham de la época, que entrenaba a un equipo de Berlín. Había jugado con Pentland en el Middlesbro­ugh y tras la Gran Guerra, por medio de éste, entrenó al

Real Unión de Irún.

Estaba Cameron… No sé, había muchos, y descubrier­on allí a muchos talentos más. —¿Cómo acabó Míster Pentland entrenando en España? —Fueron determinan­tes los Juegos de Amberes en los que España fue plata. En aquella Francia a la que Pentland entrenaba estaba Rene Petit, que militaba en el Real Unión de Irún y que, por cierto, fue un fenómeno, porque luego fue ingeniero de caminos y construyó el pantano de Yesa, en Navarra, o el puente del Arenal, en Bilbao… —¿Y qué pasó en Amberes?

—Pues que allí los jugadores, no sólo los españoles, sino los de muchas seleccione­s, salían muchísimo por las noches, de juerga. Y René Petit, Míster Pentland y Pagaza, un jugador español que militaba en el Racing, se quedaban en el hotel, pasando largas veladas conversand­o. Y fue Pagaza quien mediaría, a la postre, para que llegara por primera vez a España a entrenar, al Racing. —¿Por qué dice que Pentland cambió la historia del Athletic? —Primero porque contribuyó a que se profesiona­lizara.

Hasta unos años antes de que llegara los jugadores eran amateurs, y en el Barça o el Madrid ya los había que cobraban, Samitier o Zamora, por ejemplo. Cuando Pentland fichó por el Athletic en su segunda época le pidieron que hiciera una lista con los jugadores a los que se podía profesiona­lizar. Y el Athletic dedicó ese año ciento y pico mil pesetas para que algunos de ellos se dedicaran en cuerpo y alma al fútbol. Y no sólo eso, sino que Pentland cambió el estilo del fútbol es España. —¿Cree que lo hizo?

—Ante los éxitos del Athletic,

otros equipos, como el Barça, decidieron adoptar el método Pentland, su sistema. —¿Y cuál era ese método? —Fundamenta­lmente el no tener un sistema rígido, sino dejando libertad a los futbolista­s, aprovechar sus cualidades. Él decía de Gorostiza, por ejemplo, que cómo le iba a decir lo que tenía que hacer siendo como era el mejor extremo del mundo. —¿Fue Pentland también el primer entrenador bien pagado?

—La verdad es que cobraba un pastón. En su primera etapa, 1.500 pesetas al mes. Tenga en cuenta que un obrero ganaba 3.000 al año en aquella época. En su primera etapa en el Athletic Pentland ganó la Copa y luego estuvo dos años más sin ganar nada. La segunda fue la más brillante de la historia del Athletic. Ganó dos Ligas y cuatro Copas consecutiv­as. Entonces, la Copa era incluso más importante que la Liga, y tenía más espacio en los periódicos. —Tendría buena plantilla...

—Y muy joven, con una media de edad de 23 años. Estaban los Chirri, Blasco, Urquizu, Beta, Iraragorri, Gorostiza, Lafuente…. —¿Cómo le fue en los otros equipos que estuvo? —Al Athletic de Madrid lo subió a Primera, pero no llegaron a ganar la Liga. —¿Por qué terminó tan pronto su carrera como entrenador?

—Yo creo que él hubiera vuelto a España para seguir, pero sobrevino la Guerra Civil que casi se encadenó con la Segunda Guerra Mundial, y él dio por terminada su carrera. Volvió a Bilbao en el año 59. El Athletic jugó con el Chelsea en Londres y a la vuelta lo trajeron con él y le hicieron un partido de homenaje en San Mamés en febrero. —¿Qué imagen le gustaría que le quedara al lector de Pentland tras leer su libro? —Él cambió el fútbol en España, la verdad. Y viendo su trayectori­a vital, se podría decir que trascendió al fútbol. Al final, fue un héroe de guerra. El fútbol no era lo que ahora. Al morir dejó 230 libras en herencia a su hija Ángela. Alguien que ganara ahora dos Ligas y cinco Copas con el Athletic, tendría para vivir toda una vida... o dos.

Ruhleben “Estuvo recluido allí y creó una Liga de fútbol con 400 inscritos”

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“Viendo su trayectori­a se podría decir que fue un héroe de guerra”

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