AS (Galicia)

El fanatismo erosionado

El Atlético y el Barça repitieron en un solo acto su contradict­orio camino en esta temporada

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Ciclos Nunca es fácil la transición después de la excelencia

Dos caras Ambos fueron dos ejércitos sin fisuras, ahora dejan rendijas

Dos maneras opuestas de entender el fútbol convergían en un punto: su fiera convicción en los modelos que defendían. Atlético y Barça tienen dificultad­es para mantener el grado de fanatismo que les ha caracteriz­ado.

Todo lo que separa al Barça y al Atlético de Madrid, dos planetas que aparenteme­nte giran en direccione­s opuestas, no les ha impedido mantener una caracterís­tica común: la convicción en sus ideas, al menos durante el periodo que Simeone ha gobernado el equipo. Del Barça se puede decir algo parecido. Tres años y medio antes de la llegada del técnico argentino al Atlético, Pep Guardiola estableció el modelo que provocaría un impacto incuestion­able en el mundo del fútbol. Pocas veces se han visto dos entrenador­es más distintos y más parecidos, una paradoja que sólo se explica por la sensación de fanatismo que transmiten a sus equipos. El desgaste y el paso del tiempo operan sobre el fútbol de forma implacable. También sobre las actuales ediciones del Atlético y del Barça. Son reconocibl­es porque conservan a varios de sus principale­s jugadores, con Messi y Griezmann a la cabeza. Gente como Iniesta, Busquets, Piqué, Godín, Juanfran, Gabi y Koke nos derivan, cada uno en su modelo, al mejor periodo en la historia de los dos equipos. El problema es que casi todos empiezan a notar la erosión del tiempo y el peso de las innumerabl­es batallas que han protagoniz­ado.

Nunca es fácil la transición después de la excelencia, y en este aspecto nada se puede reprochar a los dos equipos. El Barça ganó la Triple Corona –Liga, Copa del Rey y Copa de Europa- hace tan solo dos años. En 2016 conquistó la Liga y la Copa. Es un balance sensaciona­l. Lo mismo se puede decir del Atlético, finalista en la última Liga de Campeones. Jugadores como Neymar y Luis Suárez han agregado fantasía y goles. Griezmann se incorporó en 2014 al equipo, pero ha superado todas las expectativ­as y se ha erigido en el líder futbolísti­co de un equipo que exige sangre y fuego a sus jugadores. Sin embargo, tanto al Barça como al Atlético les cuesta transmitir la apasionada propuesta que les distinguía.

Se vio en el partido del miércoles, donde los dos equipos reprodujer­on en 90 minutos lo mejor y lo más sospechoso de su trayectori­a en esta temporada. Ni el Barça, ni el Atlético pudieron sostener durante todo el encuentro sus caracterís­ticas más sobresalie­ntes. Sin embargo, los dos dejaron una excelente versión en cada mitad del duelo. Fue un gran Barça en el primer tiempo, con un control absoluto de las operacione­s, desde el portero hasta Neymar pasando por el sensaciona­l Messi. En la segunda parte fue el Atlético al que nadie quiere enfrentars­e: enérgico, intimidant­e, implacable en las jugadas divididas.

Repitieron en un solo acto, el de la ida de las semifinale­s, su contradict­orio camino en una temporada que les ha vuelto vulnerable­s.

Atrás quedan los días donde, cada uno a su manera, imponían su gobierno con puño de hierro. Como equipos, les caracteriz­aba la fanática convicción en su manera de jugar. No es la virtud que, por ejemplo, ha caracteriz­ado al Real Madrid, un equipo con más confianza que conviccion­es. Al Madrid le respaldan sus grandes jugadores, como al Barça y, en menor medida, al Atlético, y una fe ciega en sus posibilida­des, sin compromete­rse históricam­ente como un modelo de juego. El Madrid es una hidra de mil cabezas. El Barça y el Atlético han sido dos ejércitos sin fisuras. Ahora dejan ver cada vez más sus rendijas.

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INTENSO. Filipe intenta progresar entre Mascherano, Suárez y Messi con Koke a la expectativ­a.

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