Todocaminos que apuntan hacia el asfalto
La inmensa mayoría de los conductores de un SUV no abandonará jamás el asfalto. Es una realidad contrastada y que ha llevado a los fabricantes a alinear sus productos con las costumbres de sus clientes.
Carece de sentido, obviamente, crear todocaminos con ángulos de carrocería agresivos, suspensiones de largo recorrido, tracción a las cuatro ruedas incluso con caja de reductoras o neumáticos de dibujos especiales si quienes los utilizan sólo se van a mover en la ciudad o la carretera. Es así como los SUV son ahora, como norma general, menos camperos que nunca y más familiares, prácticos, conectados y urbanitas. Es decir, muy en la línea con el resto de los segmentos del mercado español.
De hecho, han tomado el relevo de otra tipología que también disfrutó de su etapa de esplendor: los monovolúmenes. Porque finalmente un SUV, sea del tamaño que sea, puede cumplir con exigencias similares a las de un monovolumen (incluyendo la percepción de mayor seguridad que ofrecen por su posición elevada y dimensiones) pero con un diseño algo más atractivo y dinámico.
Es por ello que los compradores suelen decantarse por las variantes con tracción sólo a las ruedas delanteras, con bonitas llantas que nunca arañarán saliendo al campo y con todo el equipamiento necesario para el día a día, sin tener en cuenta otras virtudes más alineadas con un uso off road. Simplemente, porque no las necesitan...
De poco sirven la tracción integral, las suspensiones largas o los neumáticos anchos si no se va a salir al campo