Un Espanyol de diez golea a un Osasuna con diez
Oier, expulsado por cometer un penalti. Los rojillos, en el abismo
La fe es uno de los más recurrentes argumentos no futbolísticos a los que se apela en el balompié. A la fe en Caicedo se había encomendado Quique, y el ecuatoriano le correspondió con tanta lógica como la que contiene dicha fe: un gol, un gran pase que acabó en penalti y fallo en su ejecución. Fe también la de Jurado, cuestionado durante la semana por su sigilosa salida del Bernabéu y autor ayer de un gol y de varios detalles del cerebro que es. Por no mencionar la fe del omnipresente Gerard, con recompensa en el 91’. Una cuestión de fe, como diría Enric González, la del sueño europeo del Espanyol. Y, por supuesto, fe ya es lo único a lo que se agarra Osasuna para no descender.
Se celebraba en Cornellà el Carnaval, con un concurso incluido, pero el premio al mejor disfraz se lo llevó Vasiljevic, quien se vistió de inventor, al prescindir sorprendentemente de Sergio León y Oriol Riera, autores entre ambos de 12 de los 26 goles de Osasuna, pero que no entraron ni de refresco. Tan parados se debieron de quedar los aficionados rojillos con la alineación como la zaga en el 1-0, pues permitieron tres embestidas hasta que Hernán logró estrenar su ciudadanía española con un centro para que Caicedo cabeceara a placer.
De vaselina. Y de la parsimonia se pasó a la agresividad. Esta vez el ecuatoriano cedía un gran pase a Gerard, quien era derribado por Oier, primero, y Sirigu, después. Clos Gómez decidió expulsar al lateral, al considerar que se había desentendido del balón. Aun así, Sirigu adivinó el disparo de Caicedo y lo detuvo.
Fue, a la postre, la única alegría para Osasuna, que vio cómo el Espanyol sentenciaba en el primer minuto de la reanudación, con un chut de Jurado que se coló entre un mar de piernas, y le acababa por golear en el 91’, con una vaselina de Gerard tras una incomprensible cesión de Causic.