AS (Galicia)

Empate y susto brutal en Riazor

Torres se fue en camilla tras un golpe de Bergantiño­s en el 87’ ● El Depor lució fútbol con Mel ● Error de Oblak y Giménez ● Goles de Andone y Griezmann

- PATRICIA CAZÓN

El fútbol, el partido y el mundo se detuvieron en el minuto 87. Nada de lo que había pasado antes importaba. Nada. Ni el error de Oblak, ni el gol de Andone, ni el palo de Filipe, ni el empate de Griezmann. Sólo hay una imagen, la de Fernando Torres en el suelo. Fernando Torres inconscien­te. Fue después de un salto con Bergantiño­s. Le empujó y lo arrojó al suelo. El golpe fue terrorífic­o. Torres impactando con el suelo con el cuello. Giménez llevándose las manos a la cabeza y gritando, “una ambulancia, una ambulancia”, mientras Vrsaljko se arrojaba al suelo y Riazor, España y el mundo, contenían aliento.

Fueron cinco minutos larguísimo­s. Cinco minutos terribles. Nadie sabía qué pasaba. Pero Giménez no dejaba de ir de un lado a otro mientras se mordía la camiseta. Y Gabi miraba el suelo con el gesto ensombreci­do. Y Carrasco también. Y Filipe. Y alguno llora. Y Giménez sigue mordiéndos­e la camiseta. Y nadie sabe qué ocurre, y nadie quiere pensar qué puede pasar. Y Faysal reza mientras los médicos estabiliza­ban a Torres, que seguía inconscien­te, y lo depositaba­n lentamente en la camilla, y Riazor rompía ese silencio espeso, pesado, horrible, con un aplauso y un nombre, el de Torres. El Niño del Atleti. El Niño de España. Un futbolista enorme sobre el césped. Y una de esas personas que sólo merecen una cosa: que todas las cosas que le ocurran buenas. Siempre. Hasta el infinito y más allá.

Después de esos cinco minutos larguísimo­s, la camilla se levanta, el túnel la engulle y el partido regresa pero lo que devuelve el fútbol a Riazor no es el silbato de Clos Gómez, sino un dedo. Es de Gabi. Pulgar hacia arriba. Riazor, España y el mundo respiran. Torres está bien. El balón, en efecto, puede rodar.

El comienzo, en otro universo, otro partido, era una mera anécdota. Y la sensación de que Riazor para Giménez es lo que Punxstawnw­ey para Bill Murray: Día de la marmota. Así podía sentirse el uruguayo en el minuto 13, reviviendo una pesadilla. El central se frota los ojos, se lleva las manos a la cintura y mira el marcador. 1-0. El Depor gana. Y gana por un error suyo, como el año pasado, aunque ahora compartido. Esta vez el regalo lo envolvió Oblak.

Había salido el Atleti en su versión 4-3-3, veloz, sintiéndos­e cómodo, cuando, en un saque de puerta, Oblak pareció olvidarse de que los saques de puerta se hacen por el aire y no por el suelo. Cuando Giménez quiso reaccionar a su balón raso, Andone lo tenía y hacía el gol. Si por los altavoces de Riazor hubiera sonado el I got you babe de Cher y Bono que cada día en Punxstawnw­ey despertaba a Murray, a Giménez no le hubiera sorprendid­o. El error de Oblak fue un jaque mate para su equipo. No volvería a emitir señales, salvo una ocasión aislada de Correa en el 32’, en mucho, mucho tiempo.

Todas eran del Depor, que estrenaba jefe (Mel) y lucía fútbol. Juanfran era una flecha, Andone un peligro y Çolak todo talento. No hicieron más goles pero sí amenazaron, en cada balón. Pudo Borges, tras cabecear un centro perfecto de Çolak o Mosquera, pero se topó con los reflejos de Oblak. La caseta no cambió demasiado a los equipos.

Seguía mejor el Depor, con Andone buscando hacer herida cada vez que pisaba el área de Oblak. Seguía el Atleti abatido. Hizo pronto un doble cambio Simeone que reflejaba su desesperac­ión. Sacó a Correa (flojo) y un intocable (Koke, desapareci­do) pero nada cambió hasta que Filipe envió un balón al palo que sonó a grito enfurecido. El Atleti acababa de recuperar el aire, había vuelto al partido. En la jugada siguiente, Grizi haría el gol tras una pared con Carrasco y el partido se convertirí­a en un intercambi­o de golpes. Atacaba el Depor. Buscaba el Atleti. Y acarició el gol Torres poco antes de que el fútbol, el partido y el mundo se detuvieran en el 87’ para siempre.

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