Luis Enrique dejó al vestuario con la boca abierta
Los jugadores, estupefactos
El vestuario del Barcelona se quedó en absoluto silencio sobre las diez menos diez de la noche del pasado miércoles cuando Luis Enrique reunió a sus jugadores y les dijo en menos de 20 segundos que no iba a continuar siendo el entrenador de la plantilla a partir del 30 de junio. Rodeado de sus colaboradores más cercanos, el técnico reunió a los suyos, soltó la bomba y se fue sin dar opción a una sola pregunta. La caseta se quedó en silencio.
Al mismo tiempo, en la zona privada del palco, Josep Maria Bartomeu reunía a sus directivos para comunicarles que el técnico no iba a seguir. Una información que únicamente sabían, además del presidente, los ejecutivos Albert Soler y Robert Fernández.
Ni los directivos ni los jugadores se sorprendieron de la decisión, les impactó el momento. Luis Enrique había decidido marcar los tiempos y los impuso a su gusto. En verano, el entrenador ya había adelantado a los gestores del club sus dudas para seguir. El presidente le dio libertad para reflexionar y entre las dos partes se marcaron como fecha limite para solventar el asunto el mes de abril. La visita al Bernabéu el 23 de ese mes parecía la frontera natural.
Pero la derrota de París lo cambió todo. Luis Enrique, aislado de la plantilla, vio claramente tras ese día que el curso únicamente podía salvarse mediante un gesto contundente. Se aceleraron los acontecimientos.
Los jugadores se quedaron mirando las televisiones del vestuario viendo cómo el desenlace que sospechaban les atropellaba. Sólo Rakitic se atrevió a salir a hablar. “Nos ha dejado con la boca abierta”, afirmó el croata.
Champions La derrota en París aceleró el calendario pactado con el presidente