AS (Galicia)

Visca el Barça

Jorge F. Hernández, madridista, me regaló ayer la camiseta de Cruyff. No quise ponérmela. Tras el gol de Sergi Roberto me conminó: “ponte la camiseta”. Era hora de celebrar.

- desde la tele JUAN CRUZ

► Nada que objetar. Pero empecemos por lo imponderab­le: pudo haber perdido el Barça. Se distrajo en la brújula, hizo malabares exquisitos pero torpes, intimidado por el gran Di María, cuando la vida le iba bien. Y el PSG, que es grande y ladino como los lagartos listos, le hizo un roto en la moral. En ese momento pensé en otro titular; antes había pensado en uno que dio Lluis Flaquer nada más comenzar el partido: “El barco de los creyentes”. Hace quince días en el Barça no creían ni los padres de Sergi Roberto, ni el sobrino de Messi; creía sólo Luis Enrique, que sacrificó su cabeza para que el foco se pusiera en el equipo. Y creían toda esa afición que fue el jugador número 20 del Barça. Bueno, creía Luis Enrique y creíamos los aficionado­s. En concreto, yo dije en algunos foros públicos que el Barça ganaría 6-1 ó 7-2. Pero era la fuerza de la voluntad. Si hubiera perdido el Barça tenía ese título: nada que objetar. Porque, por supuesto, el equipo estuvo hasta la última media hora luchando como si acabara de nacer a la realidad, creyendo en la utopía. El 3-1 me echó fuera del tiempo, triste.

La lucha. Fue un partido para sufrir, como aquel de Berna frente al Benfica. La camiseta que me regaló el madridista Jorge dormía en la bolsa aun cuando el Barça marcó el tercero. El Barça lleva un año de melancólic­a lucha por sobrevivir a los azares. Y anoche parecía que cualquier traspié lo iba a lanzar por la borda. Como en Berna. Como soy de aquella eliminator­ia de llorar, cuando el equipo de Suárez, Kocsis y Kubala resultaba incapaz de remontar, sentí que el gol que achicaba las posibilida­des barcelonis­tas terminaba con la aspiración azulgrana. Al lado me preguntaro­n, cuando Sergi Roberto rompió el maleficio: “¿Y ahora cómo vas a titular?” Estaba el titular de Flaquer, El barco de los creyentes; estaba también La remontada, pero me salió del alma Visca el Barça. Fue una lucha descomunal, colectiva, en cuyo resultado sólo creíamos los fanáticos del entusiasmo en el fútbol, un millón de barcelonis­tas más o menos. Se acabó así la burla; el Barcelona es capaz también de lo heroico.

Heroísmo. Le escuché decir a Jorge Valdano, que mantiene la caballeros­idad de ver el fútbol como un poeta científico, que ésta es una victoria muy importante para LaLiga. Es que este Barça dubitativo de la media temporada, que al final ha expulsado a su entrenador, ha tenido que sacrificar a éste para que se hiciera la luz para este tramo final de la campaña. El final del partido es sólo una alegría que se debe, uno a uno, a cada uno de los futbolista­s. Todos, uno a uno, abrazaron al entrenador, Luis Enrique, que recibió el baño de estima (y de autoestima) que se le debe a su entusiasmo. Cuando ya había entregado la cuchara fue capaz de regalar el entusiasmo azulgrana a los futbolista­s que están a su cargo. Ese grito con el que titulo va por él; ha renunciado a muchas cosas para defender este momento del Barça. Si ahora se dice que este triunfo es de nombres propios se caería en una injusticia. Es un triunfo que se debe a un espíritu, el de la remontada, que inauguró Luis Enrique cuando, tras derrotar con contundenc­ia al Celta, dejó el cuerpo del equipo para entregarse a su espíritu. Y eso es noble reconocérs­elo. Ahora llevo la camiseta de Cruyff que me regaló una hora antes del partido un madridista, mi gran amigo mexicano Jorge F. Hernández. Ojalá su camiseta blanca y esta camiseta azulgrana lleguen al final a disputar en Cardiff allá por junio lo que nunca antes nos hemos disputado: el honor de ganarnos.

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