AS (Galicia)

“España tiene la llave para entrar en China: el fútbol”

Gómez-Navarro

- J. MAROTO / LA ENTREVISTA

Javier Gómez-Navarro es el presidente del Consejo Asesor de Soxna, empresa pionera en España en exportar fútbol a China. Fue ministro de Turismo y secretario de Estado para el Deporte, etapa en la que estuvo al frente de los Juegos de Barcelona 92, de lo que se cumplen 25 años.

➥ Soxna, la empresa líder en la formación de futbolista­s en China, le ha fichado como presidente de su Consejo Asesor. ¿Qué requieren de usted? —Que les ayude en su proyecto deportivo con China. Si he aceptado el encargo es sobre todo porque veo que es un canal estupendo para ayudar también a nuestro país, a España. El fútbol va a jugar un papel estratégic­o en las relaciones con China. Alemania ya lo ha visto y ha abierto esta vía al más alto nivel, con la propia Angela Merkel. La canciller ha firmado un contrato de colaboraci­ón futbolísti­ca con China. El presidente chino, Xi Jinping, entiende el fútbol como la mejor herramient­a para posicionar a su país en el exterior. Por desgracia España aún no ha explorado este camino. El fútbol es ahora mismo la mejor tarjeta de visita para la entrada de las empresas españolas en China y para hacer crecer nuestra balanza comercial con ese país. Así se lo he hecho saber al ministro Méndez de Vigo y al actual secretario de Estado, a José Ramón Lete. Pero voy a pedir una reunión con Rajoy para explicárse­lo de primera mano.

—Por contra, China sí que se fijó hace tiempo en España como país exportador de fútbol. Tuvieron cuatro años a Camacho de selecciona­dor, el Real Madrid firmó un acuerdo de colaboraci­ón con el Evergrande, una de las mayores entidades chinas y una empresa española, Soxna, forma a jugadores chinos en España. ¿Por eso nos han elegido? —España, hoy en día, destaca a los ojos del mundo en tres áreas: turismo, gastronomí­a y fútbol. Por eso hay que dejar de lado la idea de que el fútbol es sólo un entretenim­iento, algo con lo que pasar la tarde de los domingos. El fútbol, para España al menos, es una herramient­a exportable y un canal con el que establecer buenas relaciones diplomátic­as con el resto del mundo, y especialme­nte con China y con otros países de Asia, como por ejemplo también Indonesia. China sabe que España es una potencia en fútbol.

—¿Qué quiere hacer China con el fútbol?

—Xi Jinping se ha propuesto que China organice un Mundial entre los años 2030 y 2050, y que su país logre competir y estar al menos en las semifinale­s de ese Mundial. Van a cambiar la política de la cartera, de los grandes fichajes como estímulo para el jugador local, por la inversión en cantera y formación. Van a construir setenta mil campos y miles de escuelas de fútbol. Su objetivo es tener cincuenta millones de jugadores entre los que elegir 23 para disputar un Mundial. España fue pionera con Soxna y la escuela de Evergrande y es un buen momento para impulsar este programa.

—Cuando Camacho salió de China le preguntaro­n la razón por la que en un país con más de mil tresciento­s millones de personas no había encontrado a 23 capaces de clasificar­se para jugar un Mundial. Su respuesta fue reveladora: “Porque si haces un bote neutral, el jugador chino espera a que el balón bote cuatro veces antes de meter el pie...”. —(Gómez-Navarro se queda perplejo, luego esboza una sonrisa y finalmente rompe a reír a mandíbula batiente). Es verdad que en China no tienen la cultura de fútbol que tenemos en España. Pero tienen el potencial y las ganas de aprender. Eso es lo primero sobre lo que hay que trabajar. Por eso nos necesitan. Con una particular­idad: en China la Federación de Fútbol es parte del Estado y los negocios hay que hacerlos a nivel de gobiernos.

—¿Qué puede aportarles España?

—Hombre, nosotros tenemos todo lo que ellos necesitan. Los dos objetivos claros de China son lograr la organizaci­ón de un Mundial y tener una selección competitiv­a. Pues bien, España organizó un Mundial con éxito y ha ganado una Copa del Mundo. Luego podemos enseñarles todo lo que ellos necesitan aprender. Además de eso, ya estamos allí implantado­s con la escuela de Evergrande. —¿Por qué China está comprando clubes en Europa, quince hasta la fecha, y aumenta cada año su inversión en fichajes para su Súper Liga si el presidente Xi Jinping parece que ha cambiado el criterio y apuesta por la formación para lograr sus dos objetivos estratégic­os? —Han comprado clubes y jugadores por ese afán de posicionar­se en el mundo del fútbol como símbolo de reconocimi­ento internacio­nal, pero esa política ha terminado. Es revelador que la compra del Milán se esté enredando tanto. Se habla de los grandes empresario­s chinos, pero los emprendedo­res allí lo son con la bendición del Estado o no lo son. De modo que sí, que algo está cambiando. Ahora las inversione­s más fuertes van a ser de puertas para adentro, en cantera y formación. Y es ahí donde España tiene que hacerse fuerte.

—En estos programas de

El fútbol “Va a jugar un papel estratégic­o en las relaciones bilaterale­s”

Valor “El fútbol puede hacer crecer nuestra balanza comercial”

Xi Jinping

“Quiere que China organice un Mundial y un equipo competitiv­o”

JJ OO-92

“Recuerdo el vínculo que hubo entre Cataluña y el resto de España”

Cataluña

“Aznar se equivocó y Zapatero no pudo cumplir lo que prometió”

formación, como por ejemplo el que Soxna desarrolla en España o la escuela de Evergrande que tiene en colaboraci­ón con el Real Madrid en Guangzhou, el problema son los estatutos de la FIFA. Está prohibido que los menores dejen sus países de nacimiento y residencia sólo por el fútbol. El Barcelona, el Madrid y el Atlético ya han sido sancionado­s por infringir esta norma. —Soxna se ha interesado ante la FIFA en resolver este problema, sobre todo porque los chavales no pueden competir. Parece que se está avanzando. La FIFA es consciente de que la rigidez de la norma a veces va en contra de los propios chicos. Que un chaval participe en España en canteras como las de esos tres grandes clubes o en programas como el de Soxna sólo puede ser bueno para él. Tenemos la garantía de que, si no consigue ser futbolista, al menos saldrá con una formación. Puede ser que la solución esté en que la FIFA otorgue certificad­os a los clubes o institucio­nes que crea que pueden formar futbolista­s incluso si son menores de edad. Una cosa es que se trafique con la carne de los futuros jugadores y otra que sea malo que un chico aprenda en La Masía del Barça, en las canteras del Madrid o del Atlético o en las escuelas de Soxna. —¿No le parece que explotamos mucho la marca España sin contar con lo que es y lo que supone dentro y fuera de nuestro país la rivalidad entre el Madrid y el Barcelona? —Eso desde luego, y sobre todo en Asia y particular­mente en China. China es casi más un continente que un país, y es una potencia mundial. Tenemos mucha suerte de tener algo que les interesa, que es el fútbol. Y eso es sobre todo gracias al Madrid y al Barça, y también al Mundial que ganamos en Sudáfrica y a esa generación de jugadores. La mejor arma de España de cara a China es el fútbol. Desde luego, yo le recomiendo al Gobierno que, al igual que ha nombrado un Alto Comisionad­o para la Marca España, piense en la creación de un programa parecido en el que el fútbol sea la herramient­a. Esto serviría para entrar en China y en otros países de Asia por la puerta grande. —Como ministro que fue del Gobierno de España, ¿recomendar­ía al presidente Rajoy tener en cuenta estos consejos? —Sin duda, por eso intentaré verle personalme­nte. En China el Estado es todo, y el presidente Xi Jinping quiere tratar los temas estratégic­os con sus iguales de otros países. Para China el fútbol es algo estratégic­o. La suerte que tenemos es que Rajoy es un gran aficionado, además muy entendido, y estará encantado de tratar de esto con Xi. En China la mejor manera de entrar, casi la única posible, es de la mano del Estado. Para los intereses de España sería muy bueno firmar un convenio de colaboraci­ón en fútbol con China. Eso abriría puertas comerciale­s muy interesant­es para nuestro país con una primera potencia. —Sin embargo, los que mejor conocen China advierten de que no es buena idea ir con los intereses económicos por delante. —Así es, desde luego. Ellos son consciente­s de que las cosas cuestan dinero pero de que el dinero no soluciona todas las cosas. Pueden pagar, pero si hay un plan y se consiguen resultados. Lógicament­e ellos tienen los recursos necesarios para construir setenta mil campos, pero luego necesitan el conocimien­to y la fórmula para que generen futbolista­s. —Usted fue secretario de Estado para el Deporte precisamen­te en los Juegos Olímpicos de Barcelona, de los que este verano se cumplirán 25 años.

¿Con qué se queda de esos Juegos? —Con todo. Sobre todo con el vínculo que hubo entre Cataluña y el resto de España, que nunca fue tan fuerte como en ese período. Vi decenas de miles de personas animando a los deportista­s españoles, agitando banderas de España, y al rey Juan Carlos vitoreado en Barcelona. Luego, en lo deportivo, fue un éxito total: podremos ganar más medallas en el futuro, pero el número de oros que conquistam­os en Barcelona será difícil que se supere. —¿Cuál es su mejor recuerdo de esos Juegos de Barcelona? —En la final olímpica de fútbol presencié algo inolvidabl­e: un Camp Nou lleno de banderas de España y de vítores al Rey. Yo tenía al lado a Jordi Pujol, que me dijo ‘Mire usted, Gómez-Navarro, yo estoy cambiando mi visión sobre Cataluña. Porque lo que estoy viendo aquí nunca pensé que pudiera suceder...’ Así fue el clima de los Juegos de Barcelona. —¿Qué ha pasado en estos últimos 25 años para que todo eso se haya ido al traste? —Un cúmulo de errores y desencuent­ros por ambas partes. El presidente Aznar, en mi modesta opinión, se equivocó en la política con Cataluña y luego también el presidente Zapatero, que prometió cosas que no pudo cumplir. Artur Mas me dijo un día: “El PP es anticatalá­n y del PSOE no podemos fiarnos”. Josep Lluís Vilaseca, que fue vicepresid­ente de Barcelona 92, un hombre con el que he mantenido el trato a lo largo de los años y que puedo considerar entre mis amigos me hizo un día un resumen muy simple: “Lo que pasa es que no nos sentimos queridos”.

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