AS (Galicia)

De puntito a puntazo

El Madrid, que fue mejor, dio por terminado el partido antes de tiempo ● Correa cambió el derbi y Griezmann lo empató ● Oblak fue decisivo

- LUIS NIETO

Un punto de amargura se convirtió en un punto de oro para el Madrid, Míchel (y su Málaga) mediante. El equipo de Zidane se columpió en un gran arreón en la segunda mitad y dio por cerrado el partido antes de tiempo. Griezmann se lo hizo pagar y Simeone lo celebró como un título. Precipitad­amente. El empate acercó más al Sevilla a su equipo y alejó más al Barça del Madrid. La flor de Zidane no se marchita.

Siendo peor, fue más reconocibl­e el Atlético, desde su austeridad, bien amarrado al partido por sus centrales, sus centrocamp­istas y un portero inspirado, aunque desdibujad­ísimo en la salida de pelota hasta los diez minutos finales. El Madrid, que pareció superior en líneas generales, se pasó de académico, no arrastró al público, sólo se esmeró con el marcador igualado y se equivocó al creer que la corriente le llevaría al triunfo al final. Al menos Kroos salió del túnel y Bale no fue el objeto perdido de tardes recientes. Esta vez le puso trabajo mientras espera a las musas.

El Atlético hizo una mejor traducción inicial del choque y se procuró una zona de confort, aceptando su renuncia a la pelota pero provocando un partido a media voz, alejado de las áreas, tapando su banda derecha para quitarle al Madrid la soda, Marcelo. Al éxito de su planteamie­nto contribuye­ron a partes iguales la alineación y la actitud del Madrid. Los tres de arriba dejaron desabrigad­as las bandas cuando la pelota pasó al Atlético. La circulació­n fue un paso de Semana Santa y la precisión estuvo a su altura. El Madrid no pasaba apuros ni los provocaba e iba del estado sólido en su campo al gaseoso cuando se acercaba al área del Atlético. Sólo se esperaban noticias en la estrategia, que ya es territorio en disputa. Saúl y Godín anduvieron en todas las intentonas.

Aquel duermevela se prolongó durante 25 minutos, con el Atlético acordonand­o su área y esperando lo mejor de Carrasco, más productivo en el inicio de las jugadas que en los finales. Y entonces el Madrid comenzó a agitar el árbol, en tres jugadas aisladas, de inspiració­n de sus tenores. Oblak repelió un remate franco de Benzema, previa pared con Cristiano; Savic salvó sobre la línea un tiro cruzado del portugués con el meta vencido, y Bale metió

un cabezazo cruzado adivinado por el esloveno. Fue el único momento en la primera mitad en que el Madrid rompió filas. Fue el único momento en que el Atlético dejó de ser cemento armado. Griezmann respondió con un izquierdaz­o lejano pero intenciona­do detenido por Keylor tras error de Ramos, e interrumpi­ó esa fase de ataque a borbotones del Madrid.

Pero el partido giró contra el Atlético tras el descanso. El Madrid cambió de marcha, se soltó la melena, encontró a Modric, mandó a sus laterales al desembarco, hizo de Bale un cuarto centrocamp­ista y de Cristiano un nueve y acabó cazando a su vecino en la estrategia. Pepe, al que el Madrid echará de menos, usurpó el papel de Ramos en un cabezazo imperial que no cogió a Oblak en su mejor perfil. Luego se iría maltrecho tras ser atropellad­o por Kroos. El Atlético y Simeone quisieron despertar del gol y del desmayo. Torres tuvo el empate y se estrelló en Keylor. Simeone metió a Thomas y Correa, que mejora partidos ya en marcha. También sucedió en esta ocasión. El Madrid quiso acunar su victoria desde la posesión. Para eso llegó Isco al partido. Pero poco a poco fue adormecién­dose, regalando el campo hasta regalar el empate. Correa adivinó un hueco entre los centrales. Griezmann se coló por él. Y el Madrid murió de autocompla­cencia.

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